martes, 30 de noviembre de 2010

Bebidas como identidades

En primer lugar, quizás se deba tener en cuenta que el vino es uno de los elementos clásicos de la gastronomía de Argentina, así que es difícil imaginar una cena y, especialmente, un almuerzo (mayormente aún si de un asado argentino se trata) sin vino.

Es que el vino es la bebida que desde el comienzo acompañó a la historia y cultura del país, que se ha ido adecuando a esa historia y que en los últimos 20 años sufrió una gran transformación. Por tanto, es bastante racional que el miércoles 24 de noviembre, a través de un decreto propuesto por el Ejecutivo Nacional, el vino fue declarado “Bebida Nacional” en un acto que se celebró en Buenos Aires, en el Centro Cultural del Bicentenario, que funciona en la sede del ex Correo Central.

Según el Ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca, Julián Domínguez, con más de cinco siglos de historia, la vitivinicultura argentina "reúne la tradición de los inmigrantes europeos junto a los saberes de los pueblos originarios, y así nace esta actividad, que se ha posicionado como la más importante de América del Sur".

Por otra parte, comentó el Ministro, se consideró que el auge de la vitivinicultura impacta en el desarrollo de las provincias productoras de vino y genera actividades relacionadas que inciden en las economías regionales, como el turismo, la gastronomía, la hotelería, la metalmecánica, la generación de otras industrias conexas y actividades de servicios, dando lugar a un cluster competitivo y dinámico.

A partir de esta declaración, el vino deberá estar presente en todos aquellos eventos institucionales que se realicen en nuestro país y también en los que se lleven a cabo en el extranjero, en las más de ciento cincuenta embajadas que la Argentina tiene en el mundo entero. Y por qué no, en cada mesa de los hogares argentinos. Salud!

Fuente: Ignacio Nieva

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