domingo, 6 de septiembre de 2009

Doce tintos


Mañana, tarde y noche, y sea donde fuere, el pedido que con mayor asiduidad se me formula es mi lista personal de vinos predilectos. Pero no predilectos así nomás, sino los que yo realmente prefiero. ¿Puede haber preferencias abstractas por un lado y reales de verdad por el otro? No puedo afirmar que mi vino predilecto es el Rothschild Lafite 1982, por encontrarlo algo ácido, y tomo en cambio Línea Tonel 1999, Finca La Anita, de acidez tartárica más argentina. Un vino te gusta porque te gusta; y no te gusta porque no te gusta. Aunque sea famoso y francés.

Dando otra vuelta de tuerca, digamos que los vinos carecen de caracteres intrínsecos que hagan objetivamente más preferibles unos en detrimento de otros y viceversa. Esto es coyuntural, en función del plato que están acompañando. Para saborear mejor unas finas fetas de jamón de Parma sobre foccacia, es mejor un 2007 Merlot Mil Rosas rosé Norton de $ 15 que un 2004 blend Centenario, misma bodega, de

$ 200. Con lo cual la lista de vinos predilectos no debería ser única multiuso de cada consumidor, sino variable, compuesta cada una a partir de cada plato: situación caótica.

Este razonamiento es sólo claro e incontrovertible en la cultura consumista enológica del Mediterráneo, que incluye Francia, Italia, Grecia, España, Portugal, Argentina y Uruguay, países donde el vino se toma en la mesa, durante las comidas. En otras culturas periféricas (anglosajones, germanos, escandinavos, celtas, eslavos, etc.) la comida se acompaña con cerveza, whisky, soft drinks o alcoholes destilados, bebidas cuyo propósito principal no es gourmet, sino antiestrés o intoxicante. Lo que se procura es ponerse tipsy, desestresarse, sentirse bien en los prolegómenos de las comidas o fuera de ellas. ¿De acuerdo?

"Estamos de acuerdo -me contestan-. Pero usted deme la lista." Entonces voy, la escribo y se la entrego.

1. Montchenot Quince Años, de López ($ 150), único tinto que desde sus comienzos (1960) fue lo que hoy sigue siendo y será mañana: elegante, amistoso, nunca astringente por falta de estiba, por manejo de sangría o pecado de madera en chips. Es el Ada Concaro de los tintos argentinos.

2. 2002 Catena Zapata Estiba Reservada. Seductor cabernet top, estilo bordeaux ($ 710). Delicado bouquet íntimo del cepaje, con sensible presencia de barrica, paladar pleno, seductor.

3. 2007 Special Blend Fin del Mundo ($ 150), máximo aporte patagónico de Michel Rolland, con tonos, paladar y aroma bien argentinos y un aura bordeaux.

4. 2000 Línea Tonel Finca La Anita ($ 150). Voluptuoso syrah/malbec vinificado Vega Sicilia style, con paso corto por barrica y largo en toneles grandes.

5. Monteviejo Festivo 2007 Malbec, óptimo, cálido y módico ($ 28) de Marcelo Pelleriti, con poca madera y lúcida mente puesta en el consumo local mayoritario silencioso.

6. 2006 Phebus Cabernet, de Fabre Montmayou. Canchero, sensitivo, con apenas merlot y excelente relación calidad/precio ($ 28).

7. 2003 San Felipe Cepa Tradicional. Genuino blend nuestro para cada día, de Bodegas La Rural, a sólo $ 20.

8. Familia Zuccardi Línea Z. Púrpura brillante malbec (64%) tempranillo de una voluptuosidad irresistible ($ 280).

9. Finca Flichman 2006 Paisaje de Tupungato ($ 130), clásico blend sobresaliente del mercado interno.

10. Luigi Bosca Los Nobles 2003 Malbec/Verdot: virtuoso paladar argentino y estiba clave.

11. Perdriel Terruño de Norton Malbec 2006. Cálido, enjundioso, tan apreciado en el consumo interno como en el export ($ 25).

12. Colección Privada Malbec 2006 Navarro Correas. Con merlot y cabernet. Best buy de gran ímpetu ($ 35), una presencia frecuente en mis comidas cotidianas.

Fuente: lanacion.com

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