miércoles, 4 de febrero de 2009

El Malbec en Argentina



La cepa Malbec llegó a la región de Mendoza como resultado del exilio en Santiago de Chile de Domingo Sarmiento, el gran intelectual y después presidente argentino.
Durante ese tiempo, Sarmiento supo que los chilenos habían establecido una quinta experimental y habían traído un experto en agricultura de Francia para desarrollar huertas y viñedos. Sarmiento recomendó a sus amigos en Mendoza que siguieran el ejemplo de los chilenos.

Como resultado, los líderes del gobierno en Mendoza, el gobernador Pedro Pascual Segura y su ministro de gobierno, Vicente Gil, establecieron una Quinta Normal e invitaron a Michel Aimé Pouget a Mendoza. Pouget llegó a Mendoza en 1853 y trajo de Chile una gran carga de plantas y semillas, que incluía cepas de varios tipos, como por ejemplo, Cabernet Sauvignon y Pinot Noir; una de ellas era la uva Malbec.

En 1861, un gran terremoto casi destruyó la ciudad de Mendoza. Después de esto, el joven Tiburcio Benegas (1844-1908) llegó a ser la figura más importante en la renovación de la economía. En 1883, él compró El Trapiche, una pequeña propiedad con un viñedo, hoy en día ubicada en el barrio Trapiche de la ciudad de Mendoza. Benegas fomentó la industria de vinos como parte de la recuperación de la economía pues reconoció que Mendoza tenía los recursos necesarios para esta industria: el clima y las tierras. La región es árida, aunque tiene agua fácilmente disponible para el riego, proveniente de los Andes. Cuando Benegas compró El Trapiche, había 2,900 hectáreas de uvas en Mendoza, y los mendocinos lograron vender fuera de la provincia alrededor 1,600,000 litros de vino.
Entre otros pioneros de la vitivinicultura de Mendoza se encuentran Honorio Barraquero, Juan Giol y Ramón Arias. Estos hombres, junto con Benegas fueron los pilares fundamentales de la industria mendocina.

Tres eventos ocurrieron en la década de 1880 que impactaron la vitivinicultura de Mendoza:
(1) La llegada del ferrocarril (y con éste, del ingeniero Edmundo James Palmer Norton en 1895, fundador de la bodega Norton), proporcionó un fácil transporte hacia el gran mercado de Buenos Aires.
(2) La llegada al país de miles de inmigrantes europeos especialmente de Italia, cuya sed de vino incrementó el mercado. Estos inmigrantes que tenían los conocimientos necesarios sobre el cultivo de las cepas, la tecnología de producción de vinos y la construcción de bodegas adecuadas para su mantenimiento.
(3) En 1885, el gobierno provincial legisló una Ley General de Agua para fomentar el riego. Durante los años de 1889 a 1890, un hidrólogo italiano, César Cipolletti, llegó a Mendoza para asesorar la construcción de un sistema de riego. La producción de vinos creció así en la región de Mendoza. Durante casi un siglo, este vino continuó como vino de mesa o vino común, elaborado con una mezcla de diferentes uvas primordialmente criollas, pero que incluía la Malbec.

Durante las siguientes ocho décadas, varios hombres y familias trataron de mejorar la vitivinicultura de la región. Entre este grupo destacaba la familia Benegas, especialmente Tiburcio y su hijo Pedro. Tiburcio y un amigo suyo, Salvador Civit, realizaron un viaje transandino a Santiago de Chile para estudiar la industria de sus vinos y obtener cepas que mejoraran la industria mendocina. Las tempestades de nieve impidieron que Benegas y Civit regresaran a través de los Andes, y tuvieron que embarcarse en una nave desde Chile a Buenos Aires, y después trasladarse a caballo desde Buenos Aires a Mendoza. Cuando, tras su larga travesía regresaron con cepas francesas, Benegas y Civit iniciaron una campaña para donar cepas a los mendocinos que quisieran mejorar sus viñedos.

Tiburcio Benegas y su hijo Pedro viajaron regularmente a Burdeos y a Borgoña, para estudiar las técnicas francesas. También y con cierta regularidad, trajeron desde Francia expertos en vitivinicultura, para asesorar a los productores de vino en Mendoza.

Los inmigrantes llegados a Mendoza ejercieron una gran influencia en la industria de los vinos. Prueba de su influencia puede verse con individuos tales como Michel Aimé Pouget, venido de Francia en 1853, Henri Röveder, llegado de Alemania en 1862 a San Juan, y Juan Cagliero y otros italianos en 1899 a Maipú. Todos ellos participaron en las escuelas normales y programas de enología. Además, los nuevos inmigrantes influyeron en la literatura vitivinícola. Por ejemplo, el libro más leído sobre vinos en el decenio de 1880 fue el del francés Marquette. Una segunda ola de extranjeros empezó a llegar de Francia a Mendoza: ellos eran expertos e instructores de enología. Entre éstos se encontraban Pierre Cazenave, Paul Pacottet y, desde El Alto Garona francés, Jean Malbeck. ¿Era este último el hijo del enólogo que había dado su nombre a la uva Malbec? Como resultado del arribo de estos y otros hombres, la influencia de Francia y de Europa se fue consolidando en la región mendocina.

Los inmigrantes trajeron consigo nuevas ideas arquitectónicas para mejorar la industria vitivinícola. Con la creación y expansión del mercado nacional, vino la demanda para que se construyeran bodegas comerciales en vez de familiares. Estas bodegas modernas y tecnificadas, según Liliana Girini, «...comprendían una serie de edificios con diferentes características, funciones y ubicación: unos formaban el casco de la bodega propiamente dicho; los otros, casas para contratistas y jornaleros, corrales y pequeños galpones para depósitos, que se ubicaban en las fincas».
Entre estos inmigrantes, los Fillipini trajeron sus innovadores conceptos de arquitectura para la edificación de bodegas. El diseño de las bodegas incorporó naves de mayor superficie, una de las novedades de la industria extranjera. Las bodegas de Arizu y Escorihuela son ejemplos que provienen de antes de 1900 y que todavía existen hoy en día. Otra innovación importante fue el cambio del adobe al ladrillo, para los muros de los edificios, siguiendo el estilo de los palacios o villas renacentistas italianos. En general, la organización de los edificios reveló la influencia francesa y la expresión formal del neorrenaciminento italiano. Por supuesto que los miles de inmigrantes europeos a esta región influyeron en la industria. Uno de ellos fue Nicolà Catena, quien llegó a Mendoza procedente de Italia en la década de 1890.
A los tres años de su arribo, Catena compró diez hectáreas de tierra y empezó a cultivar la cepa Malbec para mezclarla con otras uvas. En 1910, un escritor publicó un artículo sobre los vinos de Mendoza en la bien conocida revista nacional Caras y Caretas. Ahí, el autor aseguró que la uva Malbec producía un vino de alta calidad. El hijo de Nicolà, Domingo, casó con Angélica Zapata, descendiente de una importante familia de la provincia y gracias a lo cual pudo extender las actividades de la familia en la industria de los vinos. Hacia 1970, la familia era la productora más grande de vino en volumen en Argentina, pero Domingo confiaba en la posibilidad de producir vinos finos, especialmente con la uva Malbec.

En 1970, las cosas cambiaron para la Bodega Catena Zapata (conocida en el pasado como Bodegas Esmeralda). El hijo de Domingo, Nicolás, quien estudió primero en Mendoza y luego obtuvo un doctorado en economía agrícola en la Universidad de Columbia en Nueva York, así como una maestría en economía, regresó a la compañía.
Nicolás empezó a desarrollar los vinos y a cambiar el sistema de distribución eliminando a los comerciantes intermediarios, para vender directamente a las vinaterías. En el decenio de 1980, la Bodega vendió un tercio de todo el vino común en el mercado doméstico. Luego Nicolás prestó atención a la producción de vinos de alta calidad. En 1982, como profesor visitante en la facultad de economía de la Universidad de California en Berkeley, Nicolás Catena se familiarizó con el éxito de los vinos californianos, especialmente con el vino de Robert Mondavi, competidor en un certamen organizado por los franceses. Catena regresó a Mendoza en 1983 con la determinación de producir vinos de esta calidad para el mercado mundial.

Nicolás Catena afirmó que inicialmente, durante la década de 1980, no le prestó demasiada atención a la uva Malbec, por no considerarla una variedad de alta calidad. Él pensaba en esta uva como una que podía usarse para mezclarla con otras uvas o para producir vinos rústicos para el mercado doméstico. Para el mercado internacional, Catena quería elaborar el Cabernet Sauvignon y el Chardonnay, pero también reconoció el sueño de su padre, Domingo, de producir una variedad de Malbec.

Catena realizó importantes cambios en la bodega. Él reemplazó las barricas grandes y viejas con barricas pequeñas de roble francés. También trajo a varios expertos en vitivinicultura a Mendoza, empezando con Pedro Marchevsky. Entre los dos identificaron 140 variedades de Malbec. Mediante un proceso de experimentación, escogieron unas pocas variedades para desarrollarlas en los viñedos.
El enólogo de California, Paul Hobbs, por ejemplo, trabajó con Catena hasta 1997, cuando se independizó para reunirse con Andrea Marchiori, con quien había trabajado en la Bodega Kunde en California. La familia de Marchiori tenía tierras en Perdriel, con casi 60 acres de cepas de Malbec, plantadas durante el decenio de 1930. Ahora, Hobbs y Marchiori usan las uvas para producir el Viña Cobos, uno de los vinos emblemáticos de Argentina.
El éxito de los mendocinos con el vino Malbec ha crecido de manera singular en la era de la globalización. Los mendocinos han ido creando una cepa emblemática. Los productores de otros países han seguido la senda: en Estados Unidos tienen el Zinfandel; en Australia, el Shiraz; en Nueva Zelanda, el Sauvignon Blanc, y en Sudáfrica tienen el Meritage.
En América del Sur, los chilenos tienen el Carménère y los uruguayos buscan desarrollar la uva Tanant. Los chilenos redescubrieron esta uva en sus viñedos en 1994. Philippo Pszczólkowski anunció el hecho a un grupo de periodistas en Montreal, Canadá, en marzo de 1997. La noticia pronto desató un interés mundial por este vino. Los uruguayos tienen casi todas las uvas importantes (Cabernet Sauvignon, Chardonnay y Merlot, por ejemplo). Durante las décadas de 1960 y 1970, trataron de usar híbridos, con la esperanza de obtener una consistencia resistente contra el añubio. Esta campaña no tuvo éxito. Ahora los uruguayos intentan desarrollar la uva Tannat de la región vasca de Francia. Esta uva la trajeron a Uruguay en la década de 1870, y en estos momentos los vitivinicultores quieren producir un vino de alta calidad con esta uva.

Los mendocinos recibieron primero un reconocimiento mundial en Estados Unidos no con un vino tinto, sino con un vino blanco. Poco después, en 1995, la revista Wine Spectator nombró el Catena Cabernet Sauvignon número 54 de 1993 como uno de los 100 vinos mejores del año. Como éste fue el primer vino argentino en la lista, llamó la atención mundial y con ello inversiones en la industria provenientes de todo el mundo.
Dos años más tarde, en 1997, el catador con más influencia en el mundo, Robert Parker, Jr., otorgó la nota de 95 al Nicolás Catena Zapata Malbec de 1997. En 2004, la revista Wine Spectator por primera vez adjudicó un 94 sobre 100 al vino Achával-Ferrer Malbeca Mendoza Fina Altamira de 2002. En otra degustación de 150 vinos tintos de Mendoza, 20 de ellos recibieron 90 puntos o más.
La conclusión, en palabras del portavoz de vinos en Estados Unidos, Robert W. Parker, Jr., es que «Malbec will make it big. By the year 2015, the greatness of Argentinean wines made from the Malbec grape will be understood as a given.... [its] place in the pantheon of noble wines will be guaranteed». El Malbec ha llegado a ser uno de los vinos más importantes en el mercado global y el vino emblemático de la Argentina.

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