"Pruebo los vinos de Argentina hace ya muchos años, y he visto cómo han
ido evolucionando", destaca Patricio Tapia en su columna habitual del
diario El Tiempo. Aquí da un breve repaso de la evolución que ha visto
en los vinos argentinos, tras su degustación en los Decanter Wine
Awards.
Recién termino las degustaciones para el Decanter World Wine Awards, uno
de los concursos más importantes de vinos en el mundo. Este año fueron
quince mil muestras de todas las regiones productoras del planeta, un
verdadero mosaico de sabores y aromas que nos tuvo toda la semana
probando y conversando sobre eso que probábamos.
Eventos como estos, claro, son un momento para pasarla bien, pero al mismo tiempo para tener una visión panorámica de lo que sucede en el mundo del vino en general o en una región o país en particular. En mi caso, estuve una semana catando vinos de Argentina, que es para lo que me contrata la revista Decanter.
Pruebo los vinos de Argentina hace ya muchos años, y he visto cómo han ido evolucionando. También he visto sus etapas oscuras, con malbec que parecían sacados de una película de terror, por lo supermaduros y negros como la noche. Es probable que ese estilo es el que uno tenga más a mano o el que mejor se recuerde porque aún es lo que ronda y lo que se ve con mayor frecuencia. Vinos ultra-concentrados y dulces que impactan.
Lo que me pregunto, entonces, es cómo irá a reaccionar el público acostumbrado a esos vinos argentinos con una nueva cara que, hace ya tiempo que se viene gestando, pero que hoy ya es una total realidad. El gran buque de los vinos argentinos ha girado en su curso. Y en esta edición de Decanter quedó más que claro. No sé aún los nombres de los vinos porque eso no se sabe sino hasta el final, pero lo que sí sé es que el número de medallas de oro que obtuvo Argentina llega a casi a las cincuenta, lo que es todo un récord.
Y eso se debe, principalmente, a este giro hacia vinos mucho más bebibles, mucho más frescos. Malbec que sacan ventaja de sus sabores a jugo de frutas rojas, verdaderos jugos que se beben con pasmosa facilidad. Hubo muchos de esos vinos tan seductores que da gusto.
Yo aplaudo ese cambio y también aplaudo que por fin se haya dejado de mirar solo hacia un lado. También me preocupa lo que irá a pensar un consumidor acostumbrado al antiguo estilo cuando se enfrente con este nuevos malbec. Pero la verdad es que eso me preocupa menos. Cuando uno comienza a beber vinos, es probable que se sienta atraído por el peso en la boca, por la gran cuerpada, pero poco a poco uno va aprendiendo que el vino es para beberlo fácil, junto con la comida.
Hay una frase maravillosa que se la escuché a Paul Pontallier, el enólogo de Chäteau Margaux, un vino mítico de Burdeos: "El vino está hecho para refrescar la comida. Ese es su objetivo". Y claro que tiene razón. Uno bebe vino para que la comisa se trague mejor. Así de simple. Así de físico. Todos los placeres que vienen después y que ese acto de tragar implica son anexos si es que lo que está dentro de la copa no cumple esa primera función. Pues bien, los nuevos malbec argentinos sí que la están cumpliendo.
PATRICIO TAPIA
Especial para EL TIEMPO
Fuente: http://www.eltiempo.com/entretenimiento/restaurantes/el-timonazo-de-argentina-hablemos-de-vinos_13926397-4
Eventos como estos, claro, son un momento para pasarla bien, pero al mismo tiempo para tener una visión panorámica de lo que sucede en el mundo del vino en general o en una región o país en particular. En mi caso, estuve una semana catando vinos de Argentina, que es para lo que me contrata la revista Decanter.
Pruebo los vinos de Argentina hace ya muchos años, y he visto cómo han ido evolucionando. También he visto sus etapas oscuras, con malbec que parecían sacados de una película de terror, por lo supermaduros y negros como la noche. Es probable que ese estilo es el que uno tenga más a mano o el que mejor se recuerde porque aún es lo que ronda y lo que se ve con mayor frecuencia. Vinos ultra-concentrados y dulces que impactan.
Lo que me pregunto, entonces, es cómo irá a reaccionar el público acostumbrado a esos vinos argentinos con una nueva cara que, hace ya tiempo que se viene gestando, pero que hoy ya es una total realidad. El gran buque de los vinos argentinos ha girado en su curso. Y en esta edición de Decanter quedó más que claro. No sé aún los nombres de los vinos porque eso no se sabe sino hasta el final, pero lo que sí sé es que el número de medallas de oro que obtuvo Argentina llega a casi a las cincuenta, lo que es todo un récord.
Y eso se debe, principalmente, a este giro hacia vinos mucho más bebibles, mucho más frescos. Malbec que sacan ventaja de sus sabores a jugo de frutas rojas, verdaderos jugos que se beben con pasmosa facilidad. Hubo muchos de esos vinos tan seductores que da gusto.
Yo aplaudo ese cambio y también aplaudo que por fin se haya dejado de mirar solo hacia un lado. También me preocupa lo que irá a pensar un consumidor acostumbrado al antiguo estilo cuando se enfrente con este nuevos malbec. Pero la verdad es que eso me preocupa menos. Cuando uno comienza a beber vinos, es probable que se sienta atraído por el peso en la boca, por la gran cuerpada, pero poco a poco uno va aprendiendo que el vino es para beberlo fácil, junto con la comida.
Hay una frase maravillosa que se la escuché a Paul Pontallier, el enólogo de Chäteau Margaux, un vino mítico de Burdeos: "El vino está hecho para refrescar la comida. Ese es su objetivo". Y claro que tiene razón. Uno bebe vino para que la comisa se trague mejor. Así de simple. Así de físico. Todos los placeres que vienen después y que ese acto de tragar implica son anexos si es que lo que está dentro de la copa no cumple esa primera función. Pues bien, los nuevos malbec argentinos sí que la están cumpliendo.
PATRICIO TAPIA
Especial para EL TIEMPO
Fuente: http://www.eltiempo.com/entretenimiento/restaurantes/el-timonazo-de-argentina-hablemos-de-vinos_13926397-4
Fuente: Area del Vino
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