El mundo del vino muchas veces, erróneamente, intimida.
De hecho, hay un perfil de consumidor que, ante el temor que genera
lo desconocido, opta por no salirse de su zona de confort. Si una
determinada etiqueta le resultó agradable, entonces intenta repetir esa
experiencia.
La marca, la bodega, así como muchas veces la variedad de uva,
funciona como una suerte de reaseguro. Y esta forma de encarar algo tan
simple y básico como es disfrutar de un buen vino, se puede terminar volviendo rutinario.
Claro que hay matices, dado que son cada vez más los consumidores
que, desde al menos los últimos cinco años, vienen experimentando e
informándose más.
Variables como el uso de madera y el terroir o el microterroir, así como también interesarse sobre el enólogo que le estampó su firma a una botella, son temas de debate que cada vez más se tejen alrededor de una botella.
En este contexto, desde Vinos & Bodegas no vamos
a presentar los clásicos "cinco pasos" para realizar una cata exitosa,
las clásicas guías que inundan la web y que, con ciertos matices, se
repiten una y otra vez.
Lo que proponemos es, para aquellos que recién están arrancando, una serie de consejos fáciles de implementar y que permiten hilar más fino y sistematizar un poco la información que muchas veces sobreabunda en el mundo del vino.
A tomar nota...
1. David versus Goliat
Partamos de la base de que, en general, el precio por sí sólo no define si el vino es bueno o malo. Todo se reduce a qué experiencia nos puede ofrecer un ejemplar en función de su costo. Podremos haber pagado $30 por una etiqueta en un súper chino y llevarnos una grata sorpresa por el bajo nivel de expectativas, así como caer en una amarga desilusión por un vino de alto precio que habíamos guardado años o que llegaba con altos puntajes de revistas internacionales.
Partamos de la base de que, en general, el precio por sí sólo no define si el vino es bueno o malo. Todo se reduce a qué experiencia nos puede ofrecer un ejemplar en función de su costo. Podremos haber pagado $30 por una etiqueta en un súper chino y llevarnos una grata sorpresa por el bajo nivel de expectativas, así como caer en una amarga desilusión por un vino de alto precio que habíamos guardado años o que llegaba con altos puntajes de revistas internacionales.
La trilogía expectativas-costo-beneficio, son variables claves que ayudan a construir un concepto alrededor de un ejemplar en particular.
Habiendo hecho esta salvedad, de que la alta gama no es garantía de
calidad ni de satisfacción asegurada, podemos ya sugerirte un tip clave
para empezar a detectar un vino de mayor complejidad y diferenciarlo de
otro que se destaque por su juventud.
Y uno de los mayores diferenciales que ofrece un vino de guarda está, además de en el color y su textura en boca, está en la paleta aromática. Así las cosas, si compraste o te regalaron una etiqueta del segmento gran reserva -que debe cumplir con cierto período de guarda en bodega y que en líneas generales registra un importante paso por barricas,
si bien la tendencia es desde hace un tiempo bajarle la intensidad que
aporta la madera-, antes de abrirlo, date una vuelta por el súper chino y
comprá un vino económico, sin crianza, de la misma variedad.
El objetivo es descorchar los dos vinos a la vez y tenerlos en dos copas. No es necesario que sea a ciegas. Incluso, mejor en un comienzo es tener bien presente cuál es cuál. Este es el ejercicio más simple y eficiente para detectar un vino de alta gama de otro joven y sin complejidad.
Dale varios minutos, agitá una y otra copa, visitá uno y a los
minutos contrástalo con el otro... la gran diferencia que ofrece
especialmente en nariz un vino que pasó por barricas, que emitirá notas
parecidas a vainilla o caramelo, así como algunos especiados, impactará
frente al ejemplar más joven, donde sólo primará la fruta.
Al paladar será otra gran experiencia. Probá y alterná uno con otro.
Muy probablemente la ligereza y el cuerpo medio del ejemplar más
económico, segmentos donde se busca más volumen que concentración,
quedará en evidencia frente a uno de alta gama que, sin ser un vino que
-como se dice- deba necesariamente "cortarse con cuchillo", aportará
mayor densidad en boca.
No hay nada más revelador que contrastar dos elementos. Esto se aplica a un gran abanico de situaciones y es un ejercicio cotidiano que llevamos a la práctica constantemente.
Otro punto central es que, en el mundo del vino, resulta fundamental la memoria olfativa. Es decir, estímulos que quedan marcados en nosotros y que nos ayudan a comenzar a identificar variedades y estilos.
Y contrastar dos vinos tan diferentes entre sí, como uno joven y otro de guarda, y memorizar qué ofrece uno y otro, es un ejercicio muy fácil que, para arrancar, será de vital ayuda y nos servirá a la hora de encarar futuros ejemplares.
2. Mejor dos copas que una
Así como el contraste entre un vino gran reserva y otra joven funciona para empezar a diferenciarlos, también es un muy buen ejercicio entender cómo cambia un mismo vino con el paso de los minutos.
Si tenés un vino de alta gama, que registra paso por barricas y
posterior estiba en botella, muy probablemente estarás ante un ejemplar
con cierta complejidad.
Si son pocas personas las que van a disfrutar de una botella, tratá de servirte dos copas: de una de ellas andá bebiendo con tranquilidad; la otra, dejala reposar a un costado durante un buen rato.
Luego, contrastá qué es lo que te ofrece en nariz el vino en esa copa
que se fue renovando y aquella otra que se mantuvo intacta durante al
menos media hora. La interacción con el oxígeno seguramente
ayudó a que éste último se abra y ofrezca una paleta diferente, con
aromas secundarios y terciarios mucho más a flor de piel.
3. Hilar fino por variedad
En el caso de los vinos blancos, el contraste también será interesante para empezar a diferenciar los diferentes estilos que se pueden encontrar en una misma variedad.
En lo posible, asesorate con un sommelier o en una vinoteca y pedí
que te sugieran dos estilos bien definidos de, por ejemplo, un Chardonnay.
Seguramente te ofrecerán uno con madera y mayor densidad -donde predominarán las notas más tropicales- y uno más joven y fresco -donde prevalecerán aquellos más cítricos y de otras frutas, como manzana-.
En el caso de los Sauvignon Blanc, podés pedir uno más frutado y otro de estilo opuesto, más herbáceo, en el que prima en general un descriptor clásico como es la ruda.
Entre los tintos, podés probar con un Cabernet Sauvignon: los hay
bien frutados, sin tanta pirazina, y otros que llevan la nota de
pimiento como un canto de guerra.
Al igual que en los casos anteriores, servilos al mismo tiempo en dos
copas y contrastalos. Tratá de memorizar la experiencia y empezá a
conformar un mapa mental de variedades y estilos de elaboración. Y, lo
que es más importante, empezá a definir tus propios gustos: ¿preferís
vinos más frutados? ¿Más especiados? ¿Te gusta cuando se palpa la
madera? Estas son algunas de las preguntas que, por más que resulten
básicas, debés hacerte y autorresponderte para conocer y tener más
presentes tus propias inclinaciones.
4. Información es poder
Es común el prejuicio de que obtener información de un vino antes de beberlo puede condicionar. Y en parte, esto es cierto. Incluso ya el sólo hecho de observar la etiqueta puede sugestionarnos. No por nada las catas profesionales más exigentes deben realizarse 100% a ciegas.
Sin embargo, para quien se inicia en el camino, la información previa
se convierte en una herramienta fundamental para incrementar el
conocimiento.
Pensemos si no en qué sucedería si viajamos a otro país y previamente no nos informamos sobre los puntos más interesantes para visitar o sobre variables más sensibles como tipo de cambio o seguridad. Seguramente iremos menos preparados y esto, lógicamente, puede derivar en que la experiencia sea menos gratificante.
Por eso, antes de beber un vino, informate -puede ser a través de la
web- de las características principales de la variedad o cómo se da en
la zona de donde proviene ese ejemplar en particular.
También es muy útil ingresar a las páginas web de las bodegas y, en
caso de que estén disponibles, acceder a las fichas técnicas del vino.
Ver en qué momento fue cosechada la uva, si privilegiaron frescura o
madurez, de qué manera fue elaborado, si fue criado en madera, cuántas
botellas se elaboraron, etc.
Recién ahí interiorizate en las notas de cata de ese vino, tanto las
que ofrecen las propias bodegas, como las de las guías de vinos o de
medios de noticias. Y aportá tu propia opinión. No estar de acuerdo
puede ser sano. Y con cuanta más info cuentes, más equilibrado será tu
juicio de valor.
5. La técnica del paso a paso
Si querés que aquella persona que conocés que sólo toma vinos dulces -el último hit del negocio vitivinícola- haga un upgrade y pase a vinos más secos, la clave es ir paso a paso.
Sucede que, para alguien que sólo está acostumbrado a vinos blancos de bajo contenido alcohólico y con un dulzor de alto impacto, consumir un tinto "clásico" puede resultar un salto al vacío.
"Es fuerte", "pica", "es ácido", "es amargo", son frases clásicas de quienes no están acostumbrados.
Con la idea únicamente puesta en incrementar el conocimiento y el
disfrute, dentro de un marco de consumo responsable, orientar a alguien
hacia vinos más secos debe ser paulatino.
Nunca hay que insistir a nadie para que beba siquiera un sorbo de un
vino que no responde a un estilo. Primero, porque sería descortés,
después porque es la mejor manera de que le termine generando rechazo.
Lo ideal y que siempre como sommelier funciona con este tipo de consumidor es, antes que nada, sugerirle y hacerle probar un Chardonnay con madera, de esos cremosos, con notas de manteca, vainilla, coco. En general, son vinos con una acidez más baja.
Al disminuir la acidez y sumar el leve dulzor que aportan los taninos
de la madera, el consumidor neófito se encontrará con que no le
resultará tan chocante.
Luego, con el tiempo, es recomendable incursionar por el lado de los rosados, pero los suaves, aquellos de pulso dulzón y baja acidez.
Aunque posean poca carga tánica, igualmente pueden no resultar tan
amables para los paladares no experimentados en un comienzo. La clave,
como dijimos, es evitar los rosados mordientes. En estos casos, ideal
asesorarse con un sommelier o en una vinoteca para conocer los
ejemplares que hay en el mercado y que mejor se adaptan a estos
requisitos.
Luego, finalmente, es el turno de los tintos. Y el Pinot Noir joven,
con mucha fruta, es un paso obligado. Esta variedad, en general, se
presenta menos estructurada que muchas otras. Además, es un factor no
menor el hecho de que debe beberse más fresco que otros tintos.
Como último tip, será clave recomendar a quien quiera comenzar a disfrutar más de los vinos en general, que disminuya el consumo de gaseosas o aguas saborizadas,
sean light o tengan azúcar. Sucede que, cuando se ingiere con cierta
periodicidad este tipo de bebidas, el umbral de lo dulce para el paladar
se dispara hasta las nubes. Así, cualquier vino resultará excesivamente
ácido y poco amable en boca.
Especial para Vinos & Bodegas iProfesional - vinosybodegas@iprofesional
Fuente: iprofesional.com
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