viernes, 11 de abril de 2014

Auge y caída del vino en damajuanas: ya representan menos del 5% del consumo total

La sofisticación en el mundo del vino ha venido avanzando a paso firme en los últimos años. Y ésta se manifiesta de las formas más variadas: cada vez es más común, por ejemplo, que los propios consumidores presten mayor atención a variables como la temperatura al momento del servicio. También, en restaurantes, es común ver cada vez más sommeliers que orientan a los comensales sobre cómo maridar un plato con una variedad de uva determinada.

También es cierto que en este "hilar fino" en el que va avanzando la industria se da lugar a maniqueísmos y a recomendaciones que muchas veces es imposible llevar a la práctica.

Sin embargo, es indudable que el salto cualitativo que se está dando en este sector, ha impactado en los hábitos y costumbres de los consumidores.

Prueba de ello es cómo los vinos de las gamas Premium hacia arriba -pese a ser una categoría aun pequeña- son los que exhiben mayores tasas de crecimiento, o cómo está resultando exitosa la estrategia que vienen impulsando las bodegas de desestacionalizar el consumo de espumantes.

Sin embargo, en esta suerte de avanzada del progreso en la cual nuevas categorías se posicionan como estrellas victoriosas, también hay "perdedores", que supieron brillar durante buena parte del siglo XX pero que ahora, en tiempos de las apps para smartphones, están en franco declive.

Uno de los grandes perdedores en la comercialización de vinos es el formato de cinco litros, las viejas y queridas damajuanas, aquellas que en un momento fueron el envase dominante pero que, en los últimos años, no han dejado de perder terreno. 

Según datos del Instituto Nacional Vitivinícola (INV), en 2013 se comercializaron en el país unos 439.000 hectolitros en ese tipo de envases, lo que implicó una caída del 12% frente a los niveles de 2012 y del 21% respecto a 2011.
Al día de hoy, las damajuanas explican apenas el 4% del vino consumido en el país, una cifra exigua y que refleja su ocaso, en comparación con otros dos formatos más masivos, como las botellas de hasta 750 cm3 o el tetra brik. Actualmente, estos dos envases son dueños del 80% del market share.
Cambio de tendencia
A la hora de buscar razones sobre el ocaso de este formato, tan difundido en la mesa de los argentinos hasta mediados de la década de los ochenta, Alejandro Iglesias, miembro de la Asociación Argentina de Sommeliers (AAS), destacó que esta tendencia "está en sintonía con la disminución en el consumo de vino que también tiene lugar desde hace unos años. Este formato tuvo su esplendor en tiempos de mayor consumo, cuando en un hogar se bebían sus 5 litros en una semana. Eso hoy ya no sucede por los cambios de hábitos".

El fuerte desplome en el nivel de consumo, explicado principalmente por los vinos de los segmentos de precio más bajo, es una variable clave: cabe destacar que, mientras que en 1960 el consumo arañaba los 90 litros per cápita, en 2013 cerró en 24,3 litros.

"Fueron varias décadas que una gran parte de la industria añora. Los 60 y 70 fueron épocas de mucho consumo de damajuanas. En todos los barrios del país existían locales que tenían en la vereda pirámides con damajuanas que la gente llevaba para la semana y regresaba para devolverlas y cambiarla por otras llenas. En los 80 ya comenzó su declive que primero fue lento para acelerarse durante los 90", acotó Iglesias.

En diálogo con Vinos & Bodegas, Alberto Goyenechea, director de la cuarta generación de Bodega Goyenechea, una empresa familiar centenaria ubicada en San Rafael, destacó que "las damajuanas llegaron a representar el 70% del volumen de vino que comercializábamos".

"Era un envase acorde a los requerimientos de otros tiempos, cuando se consumía más volumen. En un momento también llegó a haber damajuanas de 10 litros, pero la practicidad de la de 5 litros permitió que ésta última terminara imponiéndose", recordó el bodeguero.

Cabe destacar que Goyenechea decidió abandonar este formato hacia fines de 1970, cuando comenzó a enfocarse en los entonces llamados "vinos finos" en la clásica botella de 750 cm3.

De leyes y escándalos
Un punto clave en el auge y declive de la damajuana en la Argentina estuvo vinculado con la entrada en vigor de la Ley de Fraccionamiento de Vinos en Origen, norma que se sancionó en 1985 y que puso punto final a las más de 300 plantas embotelladoras que proliferaron en los principales centros de consumo del país.

Alberto Goyenechea destacó que esta normativa marcó el principio del fin de las damajuanas: "Esto obligaba a las bodegas a tener que transportar los envases desde las provincias productoras hasta Buenos Aires para luego tener que costear un flete para llevar nuevamente los envases vacíos a las bodegas y así volver a llenarlos. Como se trataba de vinos baratos y que dejaban poco margen, esta medida tornó antieconómico el negocio".

Paralelamente, la venta de vinos en damajuanas sufrió su golpe de gracia de la mano del escándalo que se desató a principios de los años ´90 por la adulteración de vinos comercializados bajo las marcas Soy Cuyano y Mansero.

Con el fin de "estirar" los vinos con agua, la bodega sanjuanina Nietos de Gonzalo Torraga, agregó alcohol metílico. El saldo fue trágico: en 1993 murieron 29 personas y dejó un centenar de consumidores con secuelas, que fueron desde la ceguera hasta daños neurológicos. La crisis también sacudió al INV, entidad que fue intervenida en ese entonces por el ahora ex presidente Carlos Menem.

Una decadencia que avanza
A la hora de proyectar el futuro de este envase, Iglesias consideró que su consumo continuará en baja.

Al respecto, comentó que el impacto del formato en la conservación del vino hoy en día va en una dirección contraria a la mayor sofisticación del consumo: "Por su tamaño y el volumen que contiene, no es fácil que se vacíe en un solo encuentro, lo que puede producir una oxidación o evolución acelerada del vino. Es por esto que mucha gente prefiere envases más pequeños".

Alberto Goyenechea destacó que, en la actualidad, si bien es cada vez es más difícil encontrar vinos en damajuanas en las principales ciudades del país, todavía puede ser común verlas en los pueblitos del interior, "donde hay compradores que viven en lugares alejados y les resulta más fácil abastecerse con estos envases que llevar su equivalente en botellas".

Pese a ser un formato que va en contra de las nuevas tendencias, Iglesias rescató algo de su mística: "Soy de la generación que acompañaba a los padres a comprar las damajuanas los fines de semana. Me generan simpatía".

Y así como hoy hay un regreso a los fetiches vintage, como los discos de vinilo, todavía es posible disfrutar de una vino en damajuana cuando la mesa es grande: "Cada tanto, con amigos compramos una damajuana de Ángel Mendoza o de Domingo Hermanos para asados multitudinarios", aseguró Iglesias, quien agregó un dato no menor: "Está claro que la calidad de estas damajuanas no es la que se conseguía hace veinte años, sino mucho mejor".

Por Juan Diego Wasilevsky - Editor Vinos & Bodegas iProfesional - vinosybodegas@iprofesional.com
Fuente: iprofesional.com

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