La familia Pizzorno es propietaria en Uruguay de una de la bodegas que dan batalla en competencia con los grandes productores de Chile y Argentina, en mercados tan selectivos como el norteamericano. Pero no están solos: un grupo de empresas se esfuerzan por trascender desde el pequeño país del Rio de la Plata. Una prueba de ello es el interés que la prensa mundial le otorga a los vinos hechos por los charrúas.
Próspero José Pizzorno fué un inmigrante que se radicó en Uruguay y fundó en el año 1910 una bodega siguiendo la tradición familiar de la vieja Italia.
Hoy los tiempos cambiaron, los gustos sobre el vino se modificaron, pero la dinastía Pizzorno continúa entre las suaves colinas de Canelones.
Con una extensión de 50 acres, la pequeña bodega boutique se encuentra ahora bajo la batuta de Carlos Pizzorno. Elabora no sólo el emblemático Tannat, sino también Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc, Petit Verdot, Merlot, Pinot Noir, Sauvignon Blanc, Chardonnay, Ugni Blanc y Moscatel de Hamburgo.
La elaboración de los vinos de Pizzorno se realiza en forma artesanal, desde el cuidado del racimo cosechado a mano, hasta el taponado con pequeñas máquinas manuales.
Los vinos de esta empresa tienen la calidad que los productores uruguayos le dan a la elaboración de sus productos, y una prueba de su instalación en círculos exclusivos lo dá el interés del The New York Times en dedicarles una nota, para lo que una de sus periodistas viajó para visitar las bodegas de Canelones.
Así en el artículo puede verse un resumen de la actividad de bodegas como Viñedos de los Vientos, una explotación orgánica con clara preocupación por el medio ambiente; Alto de la Ballena, unos vinos nacidos en la decada de los años noventa cuyos dueños no tienen empacho en declarar que la empresa fué creada solo porque a ellos les gusta el buen vino y Bouza Bodega Boutique, un lugar donde se prioriza la calidad en un emprendimiento con atención a los detalles en un trabajo a pequeña escala
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