Se sabe que el grueso de las ventas de vino en el mercado interno no corresponde, justamente, a las etiquetas de más alta gama.
Por el contrario, los ejemplares de los segmentos más económicos, si bien en franco descenso, son los que traccionan a esta industria y mueven el amperímetro de los grandes números.
En este contexto, especialmente para los consumidores menos avezados y
que recién ahora se sumergen en las aguas profundas del mundo del vino,
las etiquetas de altísima gama no suelen ser una opción cotidiana.
En definitiva, la regla no escrita suele marcar que, conforme se va sofisticando el paladar, el consumidor se permite una mayor libertad para experimentar, comparar y, por supuesto, subirse al intrigante mundo de los vinos más costosos.
Así las cosas, muchos de los lanzamientos que se ven a lo largo del año, con etiquetas que cómodamente pueden superar los $200 o $300, no están pensados justamente para "hacer caja".
En líneas generales se trata de etiquetas pensadas para consolidar la imagen de marca de una bodega en el mercado y generar una suerte de "efecto derrame" sobre el resto del portfolio.
Un buen paralelismo se podría trazar con la industria automotriz:
las compañías llamadas "generalistas", es decir, cuya oferta está
principalmente sustentada en vehículos low cost o de gama media, suelen
aprovechar los lanzamientos de sus modelos de más ostentosos para lograr
ese Santo Grial que en marketing se denomina "aspiracional".
Volviendo al terreno de los vinos, su calidad no siempre está
garantizada. A veces puede ser cuestionada. En algunos casos, es posible
que uno no esté dispuesto a sacar de su billetera varios billetes de $100 por lo que finalmente termina ofreciendo ese producto.
Sin embargo, las etiquetas de muy alta gama que sí cumplen y con creces con la ecuación "costo-beneficio", terminan brindando una experiencia que, si el entorno acompaña, puede llegar a ser sublime.
Todo depende de una multiplicidad de variables, con la desventaja de
que, en el mundo del vino, algunas cosas son matemáticas, pero no así la fórmula para obtener el placer.
En definitiva, factores como la temperatura del servicio, el entorno,
la predisposición del consumidor o el plato elegido, terminan potenciando para bien o para mal la experiencia, generando que una botella sea mala, intrascendente o excepcional. Sin escalas ni puntos medios.
En este contexto, conscientes de la imposibilidad de lograr un
entorno aséptico y perfecto para potenciar la experiencia de degustar un
vino, desde Vinos & Bodegas brindamos una pauta
muy simple pero efectiva para aquellos consumidores que, recién
adentrados en este mundo, tengan en sus manos una botella que amerite hilar fino para sacarle el máximo provecho.
Antes de abrir un vino de alta gama (no nos gusta poner precios,
porque cada bolsillo tiene sus particularidades y su propia vara de
medición, pero fijemos el piso en $100), aquél que no esté tan familiarizado con etiquetas con aires Premium, podrá potenciar la experiencia yendo al supermercado o a un "chino" y comprar una botella de vino económico, del orden de los $10 a $12 (todavía se consiguen).
Éste no necesariamente será un mal vino. Por el contrario, hay ejemplares honestos y bebibles.
Pero, en líneas generales, su principal virtud será la de no tener defectos.
Así las cosas, para un recién iniciado, la idea no es generarse
presión a sí mismo y tratar de descubrir cuál de los dos es el vino más
caro, algo que podría ser muy fácil para el paladar experto. Todo lo
contrario. El objetivo de esta experiencia es aflojar tensiones y prepararse para maximizar el disfrute,
ser conscientes de cuál es el vino económico y por qué el ejemplar de
alta gama dice valer lo que vale. Incluso, poner la lupa y animarse a
abrir un juicio de valor.
Lo ideal es disponer las dos botellas y una copa al lado de la otra y que aquella que contenga el vino económico sirva como punto de anclaje y referencia. De algún modo, que funcione como un "pasamanos" del cual agarrarse en el recorrido hacia la alta gama.
En nuestra experiencia, muchos consumidores que recién se inician tienen los lógicos inconvenientes de detectar aromas terciarios,
propios de la crianza y del paso del vino por madera. Es allí cuando la
comparación se vuelve clave y fundamental para ayudar a construir la
memoria olfativa.
Así, un vino con paso por 12 o 18 meses por barricas de roble, para una nariz no entrenada será un vino complejo pero difícil de describir.
Sin embargo, bastará que la atención primero se centre en el vino
económico y "unidimensional" para que, al regresar los sentidos al
producto con más valor agregado, se disparen las asociaciones con aromas familiares.
Así las cosas, la vainilla o el café,
en los vinos con la madera más presente, serán más fácilmente
identificables, en tanto que en otros se podrá sentirá un sutil y
elegante ahumado.
Pero no todo se reduce al roble. Por el contrario, los vinos más cuidados y de más alta gama ofrecen distintas paletas de aromas frutados, con notas que recordarán a frutas maduras, algunas confitadas y otras tipo pasas.
Sí es verdad que exige mucho entrenamiento hilar fino y poder distinguir los llamados frutos rojos de los negros, pero al tomar como punto de referencia un vino económico, donde el aroma sea "vinoso" y no frutado, el consumidor atento podrá rápidamente comenzar a percibir las diferencias y, lo que es más importante, ir generando su propia memoria olfativa.
En boca también se podrá encontrar un abismo: el vino muy económico
no necesariamente tiene que ser áspero, los hay muy bebibles, pero
seguramente carecerán de cuerpo y volumen y es posible que el dulzor sea un poco más elevado que el estándar, dado que los productores apuntan a lograr una bebida fácil de tomar pero sin complejidad alguna.
Con estos patrones, abordar la etiqueta de alta gama podrá volverse otra experiencia reveladora.
Y esto que se aplica a los tintos bien podrá también practicarse con los blancos.
Incluso,también es bueno jugar un poco con diferentes estilos: enfrentar, por ejemplo, dos Chardonnay,
uno de estilo más francés, con una madera más sugerente, y otro más
"American style", donde los aromas propios del roble toman por asalto la
copa.
Así es como $10 sobre una compra o un regalo por un valor diez veces superior, puede expandir las fronteras de la percepción.
En definitiva, lo importante al dar los primeros pasos es comparar,
tener a mano esos puntos de referencia, memorizar, recordar qué
experiencia nos produce tal estilo o tal variedad, y así ir armando un mapa de los vinos que más gustan, que es, al fin y al cabo, lo que nos motoriza al descorchar una botella.
Por J.D.W. - Editor de Vinos & Bodegas
vinosybodegas@iprofesional.com
(c) iProfesional.com
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Fuente: vinos.iprofesional.com
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