De nuevo buenas noticias asociadas a la dieta mediterránea. El patrón
alimenticio -reconocido como Patrimonio Cultural Inmaterial de la
Humanidad- es capaz de 'frenar' la predisposición genética para sufrir
un ictus, tal y como acaba de demostrar una investigación con marchamo
español.
El trabajo, liderado por José María Ordovás, director del director
del laboratorio de Nutrición y Genómica de la Universidad de Tufts
(EEUU), es el primero en poner de manifiesto que una intervención
dietética puede por sí misma contrarrestar una determinada 'influencia'
que, desde el ADN, favorece la aparición de un infarto cerebral. Supone,
por tanto, un paso importante en el avance de la Nutrigenómica, la ciencia que estudia las relaciones entre la dieta y los genes y su impacto en la salud.
"Este estudio sirve de escalada firme para seguir ascendiendo hasta
la cima", señala a ELMUNDO.es Ordovás, que también es investigador y
colaborador senior en el Centro Nacional de Investigaciones
Cardiovasculares (CNIC) y director científico del Instituto Madrileño de
Estudios Avanzados en Alimentación (IMDEA).
Su equipo quiso averiguar qué papel desempeñaba la genética en los
beneficios cardiovasculares asociados a la dieta observados en la
investigación PREDIMED,
un macroestudio español sobre prevención con dieta mediterránea que ha
realizado un seguimiento prolongado a más de 7.000 individuos.
Como primer paso, se centraron en una mutación en particular, el polimorfismo rs7903146,
que está situado en el gen TCF7L2 y que se ha asociado en numerosas
ocasiones con un mayor riesgo de padecer diabetes tipo 2, entre otras
enfermedades.
Investigación a fondo
Sus análisis mostraron que alrededor del 14% de los individuos
estudiados portaban dos copias de la variante genética, lo que aumentaba
significativamente su riesgo de padecer problemas metabólicos.
Sin embargo, al cruzar estos datos con los hábitos alimenticios de
los participantes, los investigadores comprobaron que la dieta tenía un
efecto clave a la hora de modular este 'influjo' de la genética.
Así, mientras que los individuos que portaban la doble mutación y no
seguían una dieta mediterránea tenían muchas más posibilidades de
presentar niveles altos de glucosa y colesterol, quienes sí seguían al
dedillo la típica alimentación española no tenían este riesgo independientemente de lo escrito en sus genes.
Es más, tal y como comprobaron los investigadores, la dieta
mediterránea era capaz de proteger a sus seguidores frente al infarto
cerebral.
"Con esta dieta, el riesgo de ictus de las personas que portaban dos
variantes del gen era igual al de las personas que no poseían estas
alteraciones", apunta Dolores Corella, investigadora de la Unidad de
Epidemiología Genética y Molecular de la Universidad de Valencia,
miembro del Centro de Investigación en red de la Fisiopatología de la
Obesidad y la Nutrición (CIBERobn) y otra de las principales firmantes
del trabajo que se publica en 'Diabetes Care'.
En cambio, continúa la especialista, los ictus eran hasta tres veces más frecuentes
en los participantes que tenían dos copias de la mutación y no seguían
el patrón mediterráneo si se les comparaba con aquellos que no poseían
la doble variante en su ADN.
Los investigadores aún no han podido dilucidar los mecanismos que
explican esta asociación ni por qué la dieta mediterránea parece proteger más frente a los infartos cerebrales que de otros problemas vasculares, pero la investigación continúa.
"Estamos contemplando algunas avenidas de estudio", señala Ordovás,
quien hace hincapié en que "lo más importante para el progreso global es
precisamente añadir nuevos genes y polimorfismos con efectos similares a
los descritos en este trabajo que nos vayan permitiendo dar sentido y
completar el puzle de las interacciones entre genes y dieta. Esto
llevará a que en el futuro se puedan recomendar dietas realmente
eficaces y personalizadas basadas en la individualidad genómica".
Espaldarazo a la dieta equilibrada
Otra de las cuestiones fundamentales que ha destapado el trabajo firmado por Ordovás y Corella es la importancia del equilibrio en la alimentación. Lo que protegía a los individuos en cuyo ADN estaba grabada la predisposición a padecer un ictus no era un ingrediente en concreto de la dieta mediterránea. No era el aceite de oliva, las verduras, las legumbres o la fruta, sino el conjunto de su alimentación. "Es el conjunto lo que confiere el patrón saludable, el equilibrio lo que da la protección", señala Corella, quien subraya que también la adherencia a la dieta resulta fundamental para obtener beneficios. La dieta mediterránea ha de ser una constante en el día a día; una realidad y no un objetivo que cumplir parcialmente.
Fuente: elmundo.es
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