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martes, 26 de noviembre de 2013

Daniel Pi: "No hay peligro en que Argentina dependa del Malbec"

Daniel Pi, Jefe enólogo de Trapiche, dijo a OLN que los Pinot Noir y Cabernet Franc de Argentina están mejorando en calidad y aumentando sus ventas. Aún así el Malbec será siempre el rey.

Pi agregó: "El Malbec es un vino agradable, atractivo, muy fácil de entender, tiene un bonito color, es dulce, redondo y con cuerpo. En mi opinión nada de Argentina puede competirle."

Sin embargo, agregó: "Hay diferentes parcelas de Malbec en diferentes lugares y el siguiente paso es comunicar el lugar de procedencia de las uvas."

Los vinos argentinos superan el 16% en volumen y en valor en el off-trade (Nielsen). Pi cree que el mayor obstáculo para el crecimiento de la categoría es la dominación de los supermercados.

"Aproximadamente el 80% del vino vendido en el Reino Unido pasa a través de los supermercados y hay cinco compradores principales para hacerse cargo", concluyó.

Fuente: http://www.offlicencenews.co.uk/news/fullstory.php/aid/13732/No_danger_of_Argentina_relying_on_Malbec_too_much.html

Fuente: Area del Vino

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Daniel Pi: "La máxima inspiración que tengo para hacer un vino es la presión"

El jefe de enólogos de Bodega Trapiche habla de todo y responde a las preguntas enviadas por los lectores de Vinos & Bodegas  

Pocos son los profesionales del mundo del vino que, en la Argentina, cumplen un desafío como el que diariamente encara Daniel Pi, al ser el jefe de enólogos de Trapiche, una de las más grandes bodegas a nivel local.

Además, este licenciado en enólogía, egresado de la Facultad Tecnológica de Enología de la Universidad de Don Bosco, tiene a su cargo el área de Agronomía en esa misma compañía.

Alto y de apariencia reservada, Daniel Pi ha marcado un estilo único en Trapiche desde que fue nombrado chief winemaker en octubre de 2002.

Pi tiene un profundo conocimiento de las prácticas enológicas tradicionales e innovadoras, al estar en contacto permanente con agrónomos y enólogos del Nuevo y Viejo Mundo.

Desde lo académico y científico fue profesor titular de las Facultad de Enología de Don Bosco e investigador, brindando conferencias y simposios en distintas partes del mundo. Es fundador junto a colegas de otros países de la única revista de enología científica de Internet (www.vinidea.net) editada en 5 idiomas.

En el plano personal, Pi es un apasionado de la cocina. Asegura que su especialidad es la paella, influencia que viene de su padre y abuelo. "Una receta que pasó de generación en generación", destaca.

Además, cuando viaja por el mundo y prueba diferentes platos, pregunta sus ingredientes y cuando llega a su casa, en donde tiene una linda cocina y amplia -que el mismo diseñó-, practica los platos.

Por último, además de ser enólogo de Trapiche, elabora un "vino de garaje" con sus hijos, llamado 3,14 en referencia a su propio apellido. En este proyecto, su hijo participa durante el proceso de elaboración y su hija, como es diseñadora, se encarga de la estética.

En este contexto, Vinos & Bodegas iProfesional.com propuso a sus lectores que envíen las preguntas que le harían a este referente de la enología argentina.

De este modo, se seleccionaron 10 de ellas, las cuales fueron respondidas por el propio Daniel Pi, las cuales forman parte de la presente nota: 

-¿Cómo se hace para trabajar tantas líneas de vinos, en todo el país y todos con tan alta calidad? (Javier Lorenzo)
-Estimado Javier, el secreto que descubrí para enfrentar este desafío fue rodearme de la mejor gente que encontré en cada lugar y, en otros casos, formándola y para que puedan hacerse cargo de la operación. También conocer profundamente el lugar en el que se va a producir el vino, el terruño, los viñedos, la gente y las instalaciones de la bodega. Con toda esta información, se diseñan los procesos de viticultura para obtener el mejor potencial del lugar en las uvas y de enología para que estas uvas expresen ese potencial que trajeron del viñedo y lo lleven hasta el consumidor en cada botella.

Generalmente no es un proceso instantáneo, los resultados no son definitivos y llevan mucho tiempo poder hacerlos a conciencia. Es siempre un diseño dinámico que evoluciona de acuerdo con las necesidades de los consumidores y fundamentalmente con el conocimiento que todos vamos adquiriendo con el paso del tiempo de estos factores de clima, suelo, cepaje, actividad del hombre, y tecnología.

-Si en Mendoza no tuviéramos Malbec... ¿cuál es la cepa por la cual apostarías? (Pablo Moya)
-Pablo, es muy difícil imaginarnos a Mendoza sin Malbec. Es más, creo que si en Mendoza (y Argentina) no existiera el Malbec, esta cepa seguramente no hubiera sobrevivido el paso del tiempo y los avatares del mercado. Seria una cepa menor en el mundo, definitivamente.

Pero si pensáramos en alguna otra variedad más alla de la dominancia del Malbec que hoy afortunadamente tenemos, me inclinaría por el Cabernet Franc, luego el Cabernet Sauvignon, y después la Bonarda o la Syrah.

-Daniel, ¿qué preferís personalmente: lograr un excelente varietal o el mejor blend? (Daniel Alonso Obiaño)
-Tocallo, nuestra profesión tiene una parte importante de aplicación de ciencias "duras y blandas", como Quimica, Fisica y Matemáticas, Economía, Geologia, Edafología, Botáncia, Fisiología, Bioquimica, Climatología, Sociología, Marketing, Management, etc. etc., pero la parte más apasionante (y divertida) de nuestro trabajo viene dada por la creatividad, el vuelo artístico de la combinación de todos estos factores en la búsqueda de un producto diferencial que satisfaga las expectativas del consumidor. Salvo en la diferenciación basada en la búsqueda de la máxima expresión de un microterroir para un varietal definido, el resto de la diferenciación viene dada por el blend. Inclusive cuando uno diseña un varietal está haciendo un blend de diferentes parcelas, momentos de vendimia, técnicas de vinificación y crianza, siempre empleando un criterio o aproximación personal hacia ese acto de diseño.

Por todo esto es que disfruto mucho más de los blends, ya sean del mismo varietal, y aún más con diferentes varietales, donde la riqueza de la paleta de sabores es mucho mas amplia, siendo la máxima expresión de la creatividad sin un límite más que lo regional.

-¿Necesitás inspirarte para armar los blends? ¿0 es algo más científico? ¿Hay días que tenés más facilidad que otros o todos los días son iguales? (Patricia Gajardo)
-Muy buena tu pregunta Patricia. Creo que la máxima inspiración viene en mi caso dada por la presión. Esta generalmente es interna, son las ganas de hacer algo diferente, desafiante, de salir del aburrimiento de lo rutinario. De romper con los paradigmas. Los blends para mi no son arte, sino diseño. Los blends buscan un objetivo definido en el consumidor. Un impacto en los sentidos. Generalmente no salen de una, hay mucha prueba y error.

Afortunadamente en el equipo de enología de la bodega somos muchos enólogos a la hora de la definición para validar estos diseños. Es una actividad que, en mi caso, requiere de mucha concentración. De hacer repruebas de las diferentes opciones en diferentes ocasiones hasta validar el diseño. De este ejercicio salen disparadas acciones para la próxima vendimia. Esto genera el feedback que junto con los comentarios de los críticos, ayudan a las definiciones tecnológicas de las próximas vendimias, en la búsqueda de nuevos sabores. En algunas ocasiones, las menos, los blends salen de una. Pero como en el amor a primera vista, es algo difícil de replicar.

-Dado que en tu trabajo probás vinos carísimos y de todas partes del mundo, ¿podés igualmente disfrutar de un vino barato pero bueno, de menos de $30? (Ariel Bianchini)
Ariel, ¡claro que sí!! Son los vinos más desafiantes. Son los vinos que se disfrutan con amigos o familia en un ambiente distendido, en la mesa sencilla. Obviamente que es más difícil encontrar muy buenos ejemplares mientras mas sencillo es el vino, pero en el segmento de los $20 a $30 hay muchos ejemplos de vinos que son agradables, de franqueza aromática, limpios y fáciles de tomar.

Los vinos carísimos generalmente uno los toma (la primera vez) con un ánimo diferente. No son vinos que uno disfruta, generalmente son para examinarlos, hacerles una "autopsia" a ver que cosas tienen, buscando el "como lo harán", es una actitud más laboral que de disfrute pleno. Obviamente que la segunda botella, una vez que lo desculaste, ¡se disfruta muy mucho!

-Vi que sos buen cocinero... ¿cuál es el maridaje que más te gusta cuando cocinás en tu casa? (Leandro Peña)
-Leandro, me encanta experimentar. Generalmente una entrada con frutos de mar con un rico Sauvignon blanc, o un espumante, algunos quesos con un Pinot Noir, un queso azul o un foie gras con un Late Harvest. La paella con Tempranillo o algun blend de esta uva con Malbec. El bife a la plancha con Malbec, el asado con blends con Cabernet. La pasta con salsa bolognesa con una Bonarda concentrada. Un postre de chocolate con un encabezado de Malbec como el Profuso y la sobremesa con una Grappa bien helada...

-¿Cuál fue el mejor vino que tomaste en tu vida y por qué? ¿Y el estilo de vinos que menos te gusta cuál es? (Alicia Viviani)
-Alicia, la verdad es que más que el vino tengo el momento guardado como importante. Quizá el primer vino que hice y tomé con mi viejo hace como 30 años, el Ananá Fizz que tomamos con mi mujer cuando concebimos a mi hija o el Veuve Cliquot de cuando concebimos a mi hijo, o el primer vino que hicimos en el garage de casa con mis hijos y que prensamos un Domingo de Pascua en 2009 y tomamos con el asado, turbio y a la salida de la prensa, o los vinos que tomamos juntos con mis amigos enólogos cuando nos juntamos a divagar... que se yo. Ha habido muchos momentos hermosos que me regaló el vino...

El vino embotellado que menos me gustó, fue un vino Retsina Griego que no recuerdo ni el nombre, pero era bien fierazo. Ese estilo es definitivamente algo que no me gusta.

-Por qué un vino puede salir $20 y otro $200 o $400? ¿Cuánto influye la materia prima y los costos "reales" y cuánto el tema de la marca y lo que los publicistas llaman "aspiracional"? (Federico Vallejos)
-Federico, este es un tema interesante, y espero que deje satisfecho mi respuesta. En un buen vino de $20 generalmente se emplea uva de una zona de alta productividad, con rindes elevados que hacen que el costo de la misma sea bajo. También se emplean tecnologías de alta eficiencia, con mucha automatización y estandarización de procesos de manera de no incrementar mucho los costos. Son vinos quasi masivos, muy estandarizados y poca diferenciación. Un vinos de $400 puede ser un vino de muy baja producción, proveniente seguramente de un viñedo muy particular, escaso, en el que se requiere de mucha mano de obra y procesos customizados, muchas microvinificaciones, ensayos desarrollos de tecnología. Generalmente para hacer un vino de $400 debes hacer mucho vino previamente para poder seleccionar la parcela y proceso mas adecuados. Hay mucha investigación previa. Generalmente también son vinos de guarda, que necesitan más de 2 años para salir al mercado, los insumos son de costos más elevados. Entonces, uva, procesos, investigación, e insumos hacen que los costos sean muy superiores. Pero por otro lado hay un montón de cosas intangibles, como la escasez, que hace que oferta sea reducida y entonces la demanda haga que los precios suban. Como diría mi profesor de economía, el precio de las cosas es el que alguien esta dispuesto a pagar por ellas...

-Daniel, ¿qué opinás del enólogo egresado de Mendoza? ¿Cómo se posiciona el perfil de un enólogo de esta provincia en el mundo? ¿Cómo es catalogado? ¿Es muy demandado este perfil a nivel internacional? (Viviana Colman)
-Viviana, durante muchos años los enólogos egresados de la Facultad de Enología Don Bosco -que fue la primera en su tipo en latinoamérica y una de las pocas del mundo en el año de su creación en 1966, hasta el dia de hoy, donde contamos con 2 Facultades más otra en San Juan- han tenido oportunidades de desarrollo en el extranjero. Básicamente en los países latinoamericanos, aunque también en Estados Unidos, Australia, y Europa. Hoy nuestros colegas son muy reconocidos por sus habilidades, pasión y manera de interpretar los vinos en todos los países del mundo vitivinícola. La globalización ha hecho que nuestro trabajo sea conocido y reconocido internacionalmente. Creo que no se ha dado un éxodo masivo porque hasta el momento el crecimiento de nuestra industria ha hecho que las posiciones se hayan cubierto en las bodegas domésticas.

-Daniel, de todos los vinos de Trapiche, ¿con cuál o cuáles te quedás, ya sea por gusto personal o porque te apasiona hacerlo? (Mariano Di Tomaso)
-Mariano, para mí, nuestra línea de Single Vineyards en tributo a nuestros viticultores es la que siempre me ha dado muchas satisfacciones. No solo desde lo profesional, sino fundamentalmente desde lo personal. Con estos vinos pudimos retribuir de alguna manera el gran aporte que han hecho los viticultores independientes al engrandecimiento de nuestra industria. Siento un orgullo sincero por ello.

Fuente: iprofesional.com

domingo, 13 de junio de 2010

Daniel Pi hace historia

Wine Spectator publicó recientemente una nota en donde halaga al enólogo Daniel Pi. Según la revista más importante de Estados Unidos, el nuevo single-vineyard Mendoza Malbec ayuda a levantar la barrera para Trapiche, la gran bodega Argentina.

Cuando Daniel Pi asumió como winemaker de Bodega Trapiche de Argentina en 2002, se encontró con una gran tarea frente a él. El gran sistema de operaciones había crecido lánguidamente, produciendo volúmenes de marcas que proporcionaron poco interés genuino. Pero en vendimias recientes, la atención detallista de Pi no sólo presionó el botón al llamado del portfolio de la bodega, sino que añadió una apelación de single-vineyard que ha resultado ser considerablemente excepcional desde que debutó en la vendimia de 2003.

Según explica en la nota James Molesworth, de Wine Spectator, "la formación de single-vineyard, es más que la selección usual del lugar óptimo para un viñedo, es el resultado de una competición de hecho en la cual Pi ha logrado que sus mejores viñateros estuvieran involucrados. Cada año, con el viticultor Marcelo Belmonte (a quien Pi trajo a bordo en 2003 para supervisar 1000 hectáreas más de viñedos), Daniel Pi toma un muestreo de unas pocas docenas de viñedos. Aquellos que él cree que son los mejores, son embotellados como vinos single-vineyard y en la etiqueta lleva los nombres de los propios viñateros, en vez del nombre del viñedo. Esta es un sistema de recompensa que ha ayudado a estimular una cultura de primera calidad entre los viñateros, a diferencia de sus anteriores producciones. Hay solamente tres "ganadores" en cada vendimia, por lo que el proceso de selección es muy riguroso".

Comentó, además: "Recientemente realicé un completo vertical de single-vineyard Trapiche Malbec, el cual confirmó mi impresión inicial de los vinos, aportando a su vez más experiencia para la eterna discusión sobre cómo se añejan los vinos. En su mayoría, los vinos se desempeñaron bien, con sus poderosos centros de fruta y muy sólidas personalidades. Aún cuando sentí que los vinos estaban por un buen camino, no pensé que necesariamente se estuvieran desarrollando en algo marcadamente diferente o único (que ameritaría extender su edad). Su primera cosecha ya mostraba su límite de madurez, mientras que disminuía la fruta madura y carnosa que los vinos tenían en su juventud".

"¿Esto significa que no son vinos excepcionales? No, los grandes vinos no necesariamente necesitan ser de la clase que se añeja 20 años o más. Aquellos que ofrecen excepcional complejidad, profundidad, longitud y el sentido del lugar, aún son disfrutados en sus primeros años de vida. Y son vinos que muestran el sentido del lugar, incluso con la pesada dosis del nuevo roble (18 meses)," destacó Molesworth.

"Proveniente de diversos lugares de Mendoza, el corazón de la industria del vino argentino, el single- vineyard Trapiche Malbec refleja la diversidad de la región. Las botellas de Viña Fausto Orellana, provenientes de las zonas más frías del sur de Valle de Uco, vienen de una viña de más de 60 años de edad. La versión del 2005 estaba entre los mejores vinos de degustación. Las vendimias más recientes muestran un ligero aporte de roble tostado. Espero que tengan un añejamiento más largo y una cuota más de elegancia que las vendimias anteriores", agregó el periodista.

Por otra parte, Molesworth realizó una lista de vinos de Trapiche. "Las muestras fueron proporcionadas directamente de la bodega para asegurar su perfecta procedencia. Los vinos no fueron probados a ciegas, y fueron degustados por mí en Nueva York sin nadie de la bodega presente. Respecto al precio, los vinos comenzaron en US$ 40 por botella y han crecido hasta los US$ 50 en la vendimia más reciente. La producción usualmente es de sólo 1000 cajas de cada uno. Los informes oficiales de los vinos 2007 recientemente puestos a la venta, aparecerán en el futuro próximo basados en degustaciones a ciegas formales".

Los vinos degustados por James Molesworth:

- TRAPICHE Malbec Mendoza Viña Eleodoro Aciar 2005 - 91 pts - US$ 50

- TRAPICHE Malbec Mendoza Viña Fausto Orellana 2005 - 92 pts - US$ 50

- TRAPICHE Malbec Mendoza Viña Carlos Gei Berra 2004 - 90 pts - US$ 42

- TRAPICHE Malbec Mendoza Viña Victorio Coletto 2004 - 90 pts - US$ 42

- TRAPICHE Malbec Mendoza Viña Pedro González 2004 - 90 pts - US$ 42

- TRAPICHE Malbec Mendoza Viña José Blanco 2003 - 90 pts - US$ 40

- TRAPICHE Malbec Mendoza Viña Felipe Villafañe 2003 - 89 pts - US$ 40

- TRAPICHE Malbec Mendoza Viña Pedro Gonz·lez 2003 - 89 pts - US$ 40

Todo un camino recorrido

Daniel Pi se recibió en 1982 en la facultad de Enología Don Bosco. Desde ese momento, formó parte del INV, de la Facultad de Enología, y en el Instituto de Investigaciones Francisco Oreglia, en Bodega Quirós, en Coventry Vale USA.

Sus primeros pasos en Peñaflor fueron en 1992, llegando a ser Jefe de Enología de Trapiche desde la vendimia 2003.

En diálogo con Día a Día del Vino, Daniel Pi destacó: "es un orgullo muy grande haber recibido este reconocimiento no sólo para mí, sino fundamentalmente para el equipo de profesionales, enólogos e ingenieros agrónomos, que trabajan conmigo en lo que estimo que es uno de los mejores equipos que se encuentran en el país y uno de los mejores del mundo".

Asimismo indicó que uno de sus desafíos es "poder comunicar más y mejor nuestro país y su cultura del vino. Creo que nos falta mucho camino en este sentido, pero desde la bodega hacemos todo el esfuerzo para posicionar a la vitivinicultura argentina en el mundo".

Fuente: Area del Vino

miércoles, 15 de abril de 2009

El exitoso señor Pi

Considerado por sus pares como uno de los profesionales más prestigiosos de la vitivinicultura local, Daniel Pi cuenta cuáles son las claves para estar siempre en la cresta de la ola.

Daniel Pi es un alquimista, en su amplio sentido, combina en sus vinos la química con la filosofía y las matemáticas. Hasta tiene nombre para serlo. Muy alto, sencillo, callado, y con un estilo provinciano, engañador a primera vista, porque cuenta con un sólido bagaje de conocimientos sobre vinos y viñedos del mundo. Casi como Jean-Baptiste Grenouille, el protagonista de El Perfume, podría pasar desapercibido pero cuando cualquiera de nosotros toma un vino de Trapiche, hecho por él, su esencia de investigador meticuloso se hace presente en esa botella y en nuestro paladar. Todos coinciden en que es, quizás, el más exitoso de los profesionales argentinos, ya que, como pocos, es capaz de lograr calidad superlativa en producciones gigantes.

Con 48 años, Daniel es de aquellos licenciados en enología que estudiaron en la Facultad Don Bosco, en Mendoza, cuando “la profesión tenía cero glamour y la gente los miraba como unos estudiantes borrachos”. También es de la generación que pudo aprovechar los conocimientos del famoso Padre Francisco Oreglia, a quien él define como “una persona bastante parca para las relaciones, casi como inalcanzable”. De todas formas, Pi logró muchas cosas del Padre Oreglia, ya que lo convocó para el Instituto de Investigaciones de la Universidad cuando se recibió y también lo casó.

CUISINE&VINS habló con Daniel en un momento cumbre de su carrera.

¿Te ganaste la amistad de Oreglia porque eras buen alumno?
En realidad, era buen alumno, pero cuando terminé la facultad les escribí una carta realizando una crítica constructiva de la carrera. Gracias a Dios lo tomaron bien y me llamaron para preguntarme si quería ayudar trabajando con ellos. De ahí en más empecé a formar parte del Laboratorio de Investigación.

Los conocimientos de esa época ¿todavía te sirven?
Sí, porque eran cosas básicas, lo que nosotros estudiábamos era una enología correctiva, que manejaba los errores que se planteaban en una bodega.
Ése es un cambio fundamental que hubo en la profesión, en el que se pasó de la enología correctiva a la creativa.


Sí, empezamos a estudiar por qué razón pasaban todas esas cosas y, en vez de actuar sobre los hechos, decidimos actuar previamente sobre las causas y no los defectos. Ese fue el gran cambio que se dio, fundamentalmente en los ‘90. El motor original de este cambio estuvo en la escuela de Emile Peynaud y después lo tomó Michel Rolland. Se actúa desde la uva, no sobre el vino. Es tratar de comprender que, para hacer un buen vino, tenés que tener una buena uva. En la enología de aquel momento, inclusive los bodegueros, te decían: “el problema suyo, m`hijito, empieza de la báscula para adelante”. Era un divorcio absoluto entre el enólogo y el agrónomo, que en realidad tienen que estar unidos.

En aquel momento el ingeniero agrónomo no era una persona importante. El viñatero creía que no era necesario contar con él para que lo asesorara en su producción. Lo más importante era la receta familiar, tradicional de toda la vida. Recordemos que era una industria de volumen. Antes, ser enólogo era lo menos glamoroso que existía. Para el común de la gente, éramos todos borrachos. Nosotros veíamos lo que pasaba en California y cómo valoraban el papel del enólogo en las zonas reconocidas de Francia y no lo podíamos creer.


Del laboratorio a la viña
De sus inicios en el INV, en el laboratorio de Investigación de la Universidad, a su paso por la Bodega Quiroz y luego la llamada de Peñaflor, lo único que perduró fue su ansia por conocer, escuchar, ver, leer.


“En el ‘92 me llaman de Peñaflor porque se había producido una vacante en Mendoza, pero luego salió otra en San Juan. Era una época complicada, hiperinflación, mis dos hijos pequeños, así que tomé el puesto de San Juan”, nos cuenta Daniel y agrega, con entusiasmo: “Llegué para hacer vino común y la propuesta era ver cómo hacer un vino común mejorado, con mayor tecnología. Éstos después se llamaron vinos tecnológicos”.


Es un sistema que igualaba, ya que no importaba mucho la calidad de la uva.
Exactamente. En esta etapa apliqué los conocimientos que venía experimentando desde la facultad, en la bodega. Hicimos unas máquinas para hacer hiperoxigenación y flotación, diseñadas por nosotros y empezamos a trabajar en la cosecha ‘93. Esto anduvo espectacular. Fuimos los primeros en aplicar esta tecnología. Para ello realizamos un desarrollo con una empresa local.


¿Era la época de los diferimientos impositivos en San Juan?
Así es. En ese momento nadie se animaba a hacer vinos finos en San Juan. De todas maneras, los Pulenta nos mandaron a Santiago Mayorga, José Boena y a mí a Europa para conocer zonas cálidas y traer variedades que se adaptaran al clima sanjuanino. Trajimos Viognier, Chardonnay, clones de Syrah, Sauvignon Blanc y empezamos a plantar estas uvas en San Juan. Nos fue muy bien, tan bien que en el ‘96 empezamos a exportar a Inglaterra. En el ‘98 llegamos a exportar 800 mil cajas. Eran los primeros vinos finos de San Juan, fue una especie de revolución.


¿Cómo viviste la reestructuración de Peñaflor, en 1998?
En el cambio me hago cargo de Michel Torino en Salta y de San Juan. Me acuerdo que exportábamos menos de cuatro mil cajas, pero empezamos a trabajar en el viñedo y a cambiar esa percepción de que Cafayate era sólo Torrontés. Los vinos tintos salteños eran muy buenos y empezamos renovar la imagen de Michel Torino.


En el año 2000 logré que consideren seriamente generar una marca para vinos finos de San Juan. Ahí surge el proyecto Las Moras. Muchos fueron los cambios y las responsabilidades pero llegué a ser el enólogo de Trapiche cuando, en el 2002, Angel Mendoza se retiró y me tuve que hacer cargo de las líneas de alta gama. Obviamente, estuve a punto de divorciarme porque no estaba nunca en mi casa. Luego hicimos una reestructuración en la empresa y el enólogo de Santa Ana se hizo cargo de Michel Torino, yo me quedé con San Juan y pasé a ser el enólogo de Trapiche.


¿Cuál era el desafío para Trapiche en ese momento?
Primero armé mi equipo con enólogos jóvenes, para cumplir con una meta: en el 2003 Trapiche tenía que exportar 400 mil cajas de vinos y tenía que lograr una imagen de prestigio. Eso queríamos construir.


Y lo lograste, ya que en un lapso muy breve conseguiste vinos excelentes con altísimos puntajes en las evaluaciones de la prensa internacional, y con grandes volúmenes. ¿Cuál es el secreto?
Básicamente no hago nada que no esté en los libros o no se conozca investigando. Todo el tiempo reviso cuál es la tecnología, cuál es la levadura, cuál es el proceso que hay que aplicar para cada variedad. No todos los varietales reaccionan igual frente a la tecnología. Más aún, voy más atrás buscando qué sistemas de conducción son necesarios, qué irrigación, qué clones son los adecuados. Nosotros trabajamos mucho en el viñedo, pensando en el vino
.

Tenemos que hacer un vino de $10, que sea rentable para el productor, pero pensando en qué tecnología es la que vamos a aplicar para poder extraer de esa uva el máximo potencial. Es un trabajo que va desde la poda hasta el embotellado y siempre supervisando todos los procesos. Cuando me hago cargo de este grupo de trabajo, pido lo mejor en todos los pasos del proceso de elaboración, porque si no hay una integración completa no se logran buenos resultados. Se piensa que en una bodega pequeña es más sencillo lograrlo pero es una equivocación. La bodega grande tiene que adaptarse a los tiempos modernos, en los cuales lo más importante es la materia prima y en función de ella se tiene que observar qué tecnología aplicar para obtener el resultado querido. En mayor o menor medida, el método es el mismo ya sea una bodega chiquita o monstruosa. Cambia el tamaño de la moledora, del equipo de frío o de la vasija pero el proceso es el mismo.


De todas formas, el control de una bodega grande es para un profesional minucioso que está en todo.
Claro. Primero, la gente con la que trabajo tiene que estar convencida de lo que estamos haciendo. Por eso cuando hablo con mi equipo lo convenzo desde el punto de vista técnico. El gran desafío es que todos técnicamente estemos de acuerdo en lo que hay que hacer porque es lo mejor para el vino.


¿Cómo es posible que -sobre todo en la franja de menor valor- lograr tanta calidad?
Mi filosofía de trabajo está basada en un término inglés, over delivery: tratar de obtener el máximo de calidad posible al precio más conveniente. Que la ecuación para la empresa sea a un costo relativamente bajo, con una máxima calidad. Para mí, el mejor premio es que lo que uno desarrolle como diseño de un producto, se traslade en una cata a un hecho concreto, que la calidad de lo que yo estoy haciendo esté por encima del precio de lo que estás pagando.


¿Cuáles son los vinos que más te ha gustado hacer?
Tengo preferidos por etapas. Cuando estaba en San Juan fue muy importante para mí ayudar a desarrollar el concepto de Las Moras. Por eso siempre tengo algo de mi corazón en Mora Negra. Ya en Trapiche, lo que guardo como especial fue la posibilidad de imponer el concepto de single vineyards, para mí el hijo mimado. Es el proyecto más ambicioso del que he podido participar, desde una idea de marketing hasta desarrollar el vino.


¿Cómo lo desarrollaste?
Con los single vineyards la idea era tratar de revertir una supuesta debilidad de Trapiche que, como bodega grande, no elabora solamente de viñedos propios. Nosotros trabajamos mucho con viticultores y teóricamente esto era una debilidad, desde el punto de vista de los conceptos de vinos finos.


Mi idea es, a partir de dicha debilidad, tratar de hacer un vino de alta gama y comunicarlo en la etiqueta. De esa manera nosotros hacíamos vino con uva de los viticultores y, a la vez, les hacíamos un homenaje poniéndoles el nombre. Así elegimos todos los años los tres mejores Malbec de los viticultores y a la vez contamos una historia de vida.

En la Argentina hay 30 mil viñedos y mil bodegas. Recorriendo los viñedos, se encuentra gente que ama esta tierra, que tiene las manos del laburante. Todos ellos son anónimos, olvidados. La idea era rescatar esas historias y mostrarlas a través de un vino.

Todos los single vineyards son Malbec. Entre ellos están Victorio Coletto, Francisco Olivé y el que fue el motivo de toda esta idea: Felipe Villafañe. A Villafañe lo conocí en el 2003. Apenas me hice cargo de la bodega, salí a recorrer los viñedos y me encontré con esta persona de más de cien años, dueño de un viñedo pequeño en La Consulta. Para mí fue un hallazgo y sentí que esta historia había que contarla. Luego falleció, pero para mí, el pago más grande que he tenido en toda mi profesión fue haber hecho un vino con sus uvas, que él lo viera, lo tomara y que tuviera su nombre.


¿Qué otros vinos tenés en tu recuerdo?
Uno de ellos es Iscay. Me metí de colado en el 2002 cuando se fue Ángel Mendoza y trabajé en esa cosecha con Michel Rolland. Luego el desafío, a partir del 2004 fue poder mantener el estilo. Gran Medalla es un desarrollo de mi época. Había un tema pendiente para Trapiche, la idea era desarrollar un gran Malbec para el mercado interno. Mi etapa era de desarrollo del Malbec, con el single vineyards, con el Gran Medalla y con el Fond de Cave Reserva.


¿Tenés alguna idea pendiente sobre cierto vino para realizar?
Una asignatura pendiente es hacer un buen blend, un vino de corte importante. Por ejemplo, en el Gran Medalla Malbec intervienen cuatro o cinco terruños, con distintos métodos de vinificación, distintas barricas y distintos métodos de elaboración. Así uno obtiene una paleta de matices dentro de un mismo color, como los pintores. A mí me gustaría encontrar la forma de hacer un gran vino de corte. Básicamente, tendría que ser Malbec.


¿Cuál es tu opinión respecto del Pinot Noir?
Es un desafío para todos los enólogos. Es como las mujeres, no hay que entenderlo, hay que quererlo. Es bastante difícil. Nosotros tenemos un clima muy árido para el Pinot Noir. También hay que tratar de entender el concepto de lo que quiere el consumidor de esta variedad y después aplicarlo a lo que tenemos nosotros, es el desafío más importante. En un viaje que hice a Nueva Zelandia me ayudó mucho entenderlo y ahora estamos aplicando esos procesos.


¿Qué significan los premios para vos?
No soy muy creyente de las medallas y los premios. Lo que más me gusta es que la gente elija el vino y que se sienta conforme con lo que uno hace. De nada sirve tener un vino con doble medalla de oro en un concurso y que no se venda nada. Lo mejor de los premios es que te elija el consumidor. Mi enología está basada en lo que el consumidor quiere, soy muy pro de entender lo que la gente quiere.


¿Qué consumidor te interesa cautivar?
Tenemos una paleta muy amplia. El consumidor va evolucionando con la edad. Cuando se inicia en el consumo de vino prefiere cosas muy simples y fáciles de entender, que no sea agresivo y a medida que van pasando los años y toma experiencia en el consumo, va transitando hacia vinos más caros y más complejos. Y no necesariamente tiene que pagar una fortuna por un buen vino.

¿Cuáles son tus proyectos personales para los próximos años?
Tengo 48 años. He obtenido más de la profesión de lo que creía que podía obtener. Soy muy agradecido a la industria porque tuve la oportunidad y la tomé. Hice muchos sacrificios personales y familiares para llegar. A futuro no me veo haciendo otra cosa que no sea vino.

Destacados
Daniel Pi es un alquimista, en su amplio sentido, combina en sus vinos la química con la filosofía y las matemáticas. Muy alto, sencillo, callado y engañador a primera vista, porque cuenta con un sólido bagaje de conocimientos sobre vinos y viñedos del mundo.


“El Pinot Noir un desafío para todos los enólogos. Es como las mujeres, no hay que entenderlo, hay que quererlo. Es bastante difícil. Nosotros tenemos un clima muy árido para el desarrollo de esta cepa”.

Fuente: Cuisine & Vins

Cascada Inacayal - Villa La Angostura - Patagonia Argentina