En el mundo del vino, cada vez que arriba un nuevo proyecto, siempre es una buena noticia.
No es para menos: en un contexto marcado a fuego por la incertidumbre económica y con una inflación que castiga cualquier plan de negocios, escuchar hablar de una nueva iniciativa resulta, cuanto menos, refrescante.
Así las cosas, una nueva bodega está por abrirse paso en el mercado interno: Calamaco.
Y, lejos de ser un proyecto vitivinícola más, es la nueva apuesta de un bodeguero que hace más de diez años se hizo un lugar en el concierto vitivinícola nacional de la mano de Melipal,
una bodega que pasó a manejar cerca de medio millón de litros y que,
desde Agrelo, logró posicionarse en la industria a fuerza de buenos
puntajes y mejores vinos.
Sin embargo, tras casi una década desde su gestación, Santamaría decidió dejar su lugar en Melipal y arrancar, desde cero, con un nuevo emprendimiento.
Pero no lo hizo solo: también lo acompaña Clarisa Aristi, la actual brand manager de Melipal e hija del fundador de la bodega.
En diálogo con Vinos & Bodegas, Santamaría aseguró que "la idea de Calamaco era la de recuperar la mística propia de un proyecto familiar, pequeño y sustentable".
En este sentido, destacó que la producción de las últimas añadas no superan las 35.000 botellas.
De hecho -y como para que no queden dudas-, el proyecto lleva el slogan "Limited Production Wines".
"Posiblemente en 2014 estemos embotellando unas 50.000 botellas pero la idea es no superar las 100.000. Esta es una cifra ideal con la que me sentiría muy cómodo, porque permite manejar un volumen sin la necesidad de construir una bodega propia, al tiempo que posibilita trabajar cada añada al más mínimo detalle", relató.
"Este no es un proyecto ambicioso y para llenarnos de plata. Buscamos simplemente que sea sustentable en el tiempo", completó Santamaría.
Los "obreros" detrás de la obra
El punto a destacar es que los impulsores del emprendimiento quieren evitar que Calamaco quede asociado al nombre de un enólogo determinado.
Y si bien continuamente los bodegueros son asesorados por técnicos
-de hecho, los vinos actualmente se están elaborando en Melipal-, Santamaría y su esposa aseguran estar en condiciones de ser ellos mismos las caras visibles de la flamante bodega.
"Hace diez años venimos trabajando con algunos de los mejores winemakers: Héctor Durigutti, Alberto Antonini, Luis Barraud... nosotros aprendimos mucho durante todo el proceso que llevó crear Melipal. Esa experiencia es muy importante y la quisimos capitalizar con Calamaco".
El bodeguero agregó que para llevar las proyecciones y los números de un archivo Excel a la realidad, también fue clave el desembarco de un inversor estadounidense.
Se trata de un empresario californiano retirado de la actividad
inmobiliaria y que hace un par de años se enamoró de Mendoza, donde comenzó a elaborar vinos junto a Barraud, uno de los hacedores de la prestigiosa bodega Viña Cobos y también asesor externo de Melipal.
"El conoció nuestro proyecto y no dudó en sumarse", se entusiasmó Santamaría.
Los vinos
El punto central es que, por el momento, Calamaco está orientado 100% a la elaboración de Malbec.
"Somos conscientes de que la Argentina está
ofreciendo más que Malbec y que más bodegas vienen apostando por otras
variedades, como Petit Verdot o Cabernet Franc.
Pero también es importante recalcar que un proyecto de nuestra magnitud
no puede diversificarse demasiado, al menos en una primera etapa. Con
el tiempo y a medida que nuestros propios clientes lo requieran, entonces ahí sí incluiremos más variedades en nuestro portfolio", explicó a Vinos & Bodegas.
El proyecto actualmente cuenta con tres etiquetas: Calamaco Clásico, Calamaco Reserva y Calamaco Gran Reserva.
En cuanto al concepto, destacó que los tres vinos comparten una característica en común: son "blends de terroirs", dado que cada uno de ellos está elaborado a partir de uvas procedentes de viñedos de Vistalba y Agrelo, en Luján de Cuyo, y La Consulta, en Valle de Uco.
La degustación se abrió con el Calamaco Clásico 2012, un vino que estará disponible en Buenos Aires a partir de mayo a un precio sugerido de entre $55 y $60.
Se trata de un Malbec que es pura fruta fresca en nariz, con notas de cereza y frambuesa nítidas, acompañadas por un toque tostado y un touch de vainilla, leves y nada invasivo, producto de su breve paso por madera a lo largo de seis meses.
En boca exhibe un cuerpo medio, taninos levemente dulzones, bien pulidos y de grano fino, que le otorgan un paso ágil y ligero, tornándolo definitivamente amigable y fácil de beber. Al igual que en nariz, en el paladar la fruta vuelve a tomar el control y es el leit motiv
de este vino joven y moderno pero que tiene sustancia como para
resistir sin mayores problemas un amplio abanico de propuestas
gastronómicas: desde asados, hasta pastas.
A la hora de dar su visión, Santamaría confirma lo que se siente en la copa: "Busqué lograr un vino con mucha fruta, que sea fácil de beber y con taninos nada agresivos". Conseguido.
La degustación prosiguió con el Calamaco Reserva 2012, que incorpora uvas procedentes de un viñedo de más de 50 años del Valle de Uco y de una de las joyas de la familia Aristi: un viñedo de casi 100 años ubicado en pleno corazón de Agrelo.
Esta etiqueta, que llegará a las estanterías de las vinotecas a un precio cercano a los $85 es un vino donde la fruta madura se asegura el protagonismo, si bien los ocho meses de paso por barricas le aporta un agradable toque de vainilla, a lo que se suma una leve pincelada especiada.
En boca es un vino que se caracteriza por ser concentrado, pero de cuerpo medio -tornándose jugoso-, y por mantener un muy buen nivel de acidez, volviéndolo fresco y ágil, sin perder un centímetro de elegancia.
Finalmente, fue el turno del Calamaco Gran Reserva 2010, que llegará a las vinotecas a un precio sugerido de $280, todo un desafío para una bodega nueva.
Este vino, que incluye una mayor proporción de ambos viñedos antiguos de Uco y Luján de Cuyo y registra un paso de 24 meses por barrica de primer uso, muestra una concentración.
La nariz está dominada por la fruta madura, casi confitada, toques
balsámicos y fondo especiado sutil, que suma complejidad. El roble
francés hace lo propio y aporta notas de moca.
En boca se muestra concentrado y robusto, pero con una virtud: no hay un trabajo de sobreextracción que lo vuelva excesivamente pesado. No es un vino de los llamados "de concurso", que vaya por el lado del exceso.
Por el contrario, los taninos bien trabajados y pulidos -con
tres años de barrica y botella- sumado a una buena acidez -que en parte
le augura un buen potencial de guarda, de cinco a seis años-, conforman
un vino elegante, con complejidad, pero amable al paladar.
Como dato curioso, cabe destacar que el nombre Calamaco hace
referencia a la manta que los gauchos ponían debajo de la montura y
que, por las noches hacían las veces de abrigo cuando la noche los
agarraba en pleno campo.
Pero, más allá de esto, hay una realidad y es que el proyecto, al estar bastante orientado al mercado de Estados Unidos, necesitaba un nombre fácil de pronunciar en inglés. "Y Calamaco cumplía con este objetivo", subrayó Santamaría.
Además de este mercado, la joven bodega está comenzando a desembarcar con pequeños volúmenes en Colombia y Brasil, si bien el 60% de la producción de estas primeras añadas se destinarán al mercado interno (el objetivo es ir a una proporción 50/50 entre la plaza local y la exportación).
El desafío está planteado. En cuestión de semanas, las primeras partidas llegarán a las vinotecas porteñas y
así, una nueva bodega comenzará a escribir los primeros capítulos de su
propia historia en la cual serán los consumidores los que tengan la
última palabra.
Por Juan Diego Wasilevsky - Editor Vinos & Bodegas - vinosybodegas@iprofesional.com
Fuente: iprofesional.com
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