martes, 19 de octubre de 2010

Cáncer de Mama: dieta y estilo de vida

El cáncer de mama es una enfermedad cada vez más frecuente. Todos tenemos algún caso en nuestro entorno, y eso nos da miedo. Miedo porque pensamos que es una lotería, que no podemos hacer nada por evitarlo.

Pero lo cierto es que eso ya no es así. Hay pueblos que apenas conocen el cáncer de mama, como es el caso de China y Japón. Pero eso es sólo cuando siguen la dieta tradicional. Cuando se trasladan a Occidente, o adoptan la dieta occidental, al cabo de dos generaciones los índices de cáncer de mama se igualan con los de las occidentales. Esto descarta, por lo pronto, la variable genética.

Esta ha sido una de las pistas más importantes que han seguido muchos equipos de investigación para tratar de detectar cuales son los factores ambientales, dietéticos, de estilo de vida, que crean el terreno propicio para que se desarrolle cáncer de mama. Afortunadamente para nosotras, saber más acerca de ellos nos ofrece la posibilidad de hacer algo, o mucho, por reducir este riesgo.

Una constelación de causas para el desarrollo del cáncer de mama

Es una gran tentación atribuir la razón de lo que nos ocurre a una sola causa. Pero no hay una, sino una "constelación" de ellas. Algunas están fuera de nuestro control: susceptibilidad genética, contaminación ambiental, contaminación de los alimentos por pesticidas y fertilizantes, etc. Habrá incluso causas que todavía no conocemos. Pero lo que aquí vamos a tratar es de los factores promotores del cáncer de mama que ya están identificados y que sí podemos evitar. Es importante comprender que ninguna de las causas es definitiva en sí misma, es la sinergia entre ellas y en relación con nuestra constitución y herencia genética lo que determina nuestro nivel de riesgo.

Crean un "terreno" propicio al desarrollo de cáncer de mama.

Los estrógenos y el cáncer de mama

Son hormonas segregadas por los ovarios y por las glándulas suprarrenales entre cuyos efectos está la maduración de los órganos sexuales, incluidas las mamas. Su función es estimular a las células a multiplicarse. En niveles adecuados, su efecto es saludable, y repercute no sólo en estado de los órganos reproductores, sino en el de los tejidos en general, la piel, las mucosas, los huesos, el cerebro, etc.

Que las células puedan multiplicarse es necesario, ya que constantemente se están sustituyendo células en todos los tejidos. Unas más deprisa, como es el caso de la mucosa intestinal, que lo hace cada dos días. Otras se renuevan despacio, como es el caso de los huesos, que tardan varios años. El problema aparece cuando la "velocidad de crucero" de esta labor se acelera. No sólo crecen más células, sino que además aumentan las posibilidades de algún "error" genético.

El tejido de los pechos es muy sensible a los estrógenos. Es por eso que niveles excesivos de esta hormona se relacionan con un mayor índice de probabilidades de padecer cáncer de mama.

Es un hecho que hoy en día la exposición de las mujeres al efecto de los estrógenos es superior a cualquier otro tiempo pasado, debido a que:

Tenemos menos hijos. Durante la primera mitad del ciclo menstrual aumenta la secreción de estrógenos hasta que se produce la ovulación, momento en que disminuye para aumentar la de progesterona. Si ocurre un embarazo, la secreción de estrógenos disminuye, en favor de otras hormonas de la gestación. Es decir, hay un cierto "descanso estrogénico".

Hasta mediados del siglo pasado, las mujeres tenían fácilmente 6 - 8 hijos, lo que suponía bastantes ovulaciones menos. Además se les daba de mamar muchos meses, por lo que la regla podía tardar en volver unos dos años por cada niño. Eso suponía que las mujeres tenían durante su vida fértil varias decenas de ciclos menstruales menos, y con ellos, una menor exposición a los estrógenos, que las mujeres actuales.

Pero probablemente esto no tenga tanta importancia como

Los estrógenos químicos (xenoestrógenos) A ellos se atribuye en gran medida la progresiva disminución de la cantidad y calidad de espermatozoides que se da actualmente en el semen masculino, y no sólo de nuestra especie. Los xenoestrógenos ("xeno" = extranjeros) son moléculas que sin ser estrógenos se comportan en el organismo como tales. Encajan en los receptores de estrógenos de las células y producen el mismo efecto estimulante de crecimiento celular, pero mucho más intenso.

Son los llamados disruptores endocrinos, una auténtica amenaza no sólo para nuestra salud, sino para reproducción y supervivencia de miles de especies animales, ya que causa la "feminización" de los individuos machos. Estos elementos proceden de la contaminación ambiental y agrícola: son residuos de fertilizantes y pesticidas, de plásticos y de contaminantes de todo tipo, que están presentes en los alimentos, el agua, etc.

La exposición a los estrógenos puede modularse en cierta medida evitando en lo posible el contacto entre comida y plásticos, consumiendo productos de agricultura biológica, reduciendo la proporción de proteína animal de la dieta y especialmente de lácteos, y también por medio de los fitoestrógenos (estrógenos vegetales) de los que hablaremos más abajo.

Reposición de estrógenos en la menopausia. Otro factor de riesgo asociado a los estrógenos es la Terapia Hormonal Sustitutoria. En las últimas décadas, ha sido bastante habitual administrar estrógenos a las mujeres después de la menopausia, con el objetivo de contrarrestar los efectos de la disminución en la producción de estrógenos característica de esta época de la vida.

Sin embargo, dos estudios recientes, publicados por el Journal of the American Medical Association, han puesto de manifiesto que los riesgos de esta terapia superan a las ventajas. En uno de esos estudios, que evaluaba el efecto de la terapia en 16.600 mujeres sanas, éstas fueron avisadas del final del seguimiento ¡tres años antes! Actualmente, los estrógenos aparecen en la lista oficial de sustancias carcinógenas que editan las autoridades sanitarias norteamericanas.
Se están explorando otras alternativas. Y una de ellas, otra vez, son los fitoestrógenos. Los fitoestrógenos parecen comportarse como sustancias funcionales, es decir, pueden tener un efecto modulador, o estimulante, de las funciones celulares, según las circunstancias.

La dieta y el cáncer de mama

Productos lácteos. Cinco episodios de cáncer de mama llevaron a la científica Jane Plant a investigar a fondo esta enfermedad. De hecho, y este es uno de los descubrimientos más importantes, en China y Japón nunca se han consumido estos productos.

Este efecto no se debe a su contenido en grasa, sino porque es un alimento con una gran carga hormonal. El bebé humano, alimentado con leche de su madre, dobla su peso en seis meses, el ternero lo hace en 47 días, y en ese tiempo puede alcanzar los 100 kilos. La leche de la vaca provee al ternero no sólo del alimento necesario (proteínas, grasas, glúcidos, calcio, fósforo...), sino también de una variedad de hormonas de crecimiento, mensajeros químicos cuya función es estimular la proliferación celular del ternero, para que aumente de peso rápidamente. Dicho de otro modo, la leche es un potente cóctel de hormonas y sustancias afines, que actúan sinérgicamente entre sí. Esta es, probablemente, una de las causas del aumento de estatura que ha ocurrido en Occidente en las últimas décadas.

Cuando ese estímulo es recibido por un organismo adulto, de una especie de mucho menor peso, que ya ha concluido su etapa de crecimiento, y que no necesita ese estímulo, este efecto hormonal/estimulante puede tomar un camino lateral de efectos poco deseable. El tejido de los pechos es especialmente sensible; el cáncer de mama es un cáncer impulsado hormonalmente.

Dieta baja en fibra para el cáncer de mama

La fibra atrapa y arrastra los estrógenos que han terminado su vida útil y deben eliminarse por vía hepática / intestinal. Una dieta insuficiente en productos vegetales y granos integrales (legumbres y cereales integrales) puede no contener la suficiente fibra, y dar a lugar a que estos estrógenos se reabsorban por vía intestinal.

... y alta en grasa para el cáncer de mama

Dietas altas en grasa se relacionan con una mayor incidencia del cáncer de mama. Entre otras cosas, incrementa la síntesis de estrógenos. Los países que siguen dietas bajas en grasas, altas en fibra y adecuada en calorías tienen una tasa de esta enfermedad notablemente inferior.

Cuando la grasa es animal, la cosa se complica.

Al estar en lo más alto en la pirámide alimentaria, los animales tienen una concentración de residuos de pesticidas, fertilizantes y contaminantes químicos mucho mayor que los vegetales. Muchos de estos contaminantes tienen efectos cancerígenos conocidos. En el organismo del animal estas toxinas normalmente se acumulan en la grasa. Dado que el tejido mamario se compone en gran parte de grasa, los pechos tienen una gran tendencia a ser almacén de toxinas, lo que a su vez aumenta el riesgo de dañar el ADN.

Una dieta muy oxidante para el cáncer de mama

La dieta standard occidental se caracteriza por un desequilibrio entre la carga oxidante y los elementos antioxidantes protectores (vitaminas C y E, carotenos, ciertos minerales y oligoelementos, fitoquímicos) Esto ocurre cuando la alimentación es pobre en alimentos integrales y vegetales frescos, y rica en alimentos refinados, desvitalizados, procesados, demasiado cocinados, etc.

A ello contribuye el progresivo empobrecimiento en micronutrientes de los suelos agrícolas debido a los fertilizantes químicos, que consisten básicamente en tres elementos: nitrógeno, fósforo y potasio. Los oligoelementos, que antes volvían a la tierra por medio de la fertilización orgánica (estiércol y compost), actualmente no se reponen.

En este punto, es muy importante valorar la influencia de las técnicas y temperatura de cocinado sobre la calidad e integridad de los aceites. Con los aceites vegetales, la inadecuada manipulación, especialmente de los inestables aceites poliinsaturados, o el uso excesivo de la temperatura a la hora de cocinar, puede dar lugar a procesos de oxidación y de generación de radicales libres.

Por ello es importante utilizar aceites obtenidos por primera presión en frío, utilizar para cocinar sólo aceite de oliva, y reservar los aceites de semillas solo para consumir en crudo.

Una dieta con un alto índice glucémico

Las principales hormonas de crecimiento se llaman IGF-1 e IGF-2, literalmente, factor de crecimiento de tipo insulínico. Es decir, la insulina es un facilitador de la acción de estas hormonas, además de incrementar la producción de estrógenos. Una dieta alta en azúcares y productos refinados, que da lugar a una cotidiana descarga excesiva de insulina, facilita la actividad de todas estas hormonas.

El alcohol y el cáncer de mama

El abuso de alcohol aumenta la predisposición al cáncer de mama. Incrementa el desgaste de micronutrientes, deprime el sistema inmunitario y acelera los procesos de envejecimiento. Cuando el abuso es manifiesto, puede llegar a producir daños hepáticos y cerebrales. Las mujeres son más sensibles a los efectos del alcohol. En este tema, sin duda, los mejores consejeros son la moderación y el sentido común.

Fuente: enbuenasmanos.com

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