martes, 8 de septiembre de 2009

El té, esa bebida legendaria


Según la leyenda, en el año 2737 A.C., Sheng Nung, emperador de China, estaba descansando junto a un árbol de té silvestre cuando una ligera brisa agitó las ramas y algunas hojas cayeron en un recipiente donde hervía agua. El gusto y el aroma de aquel brebaje encantaron al emperador que lo adoptó como bebida; la novedosa infusión se esparció rápidamente por todo el imperio. El té hizo su entrada en Europa a principios del siglo XVII, de la mano de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, su popularidad jugó un papel importante en la apertura de Asia al comercio con Occidente. En 1662 la princesa portuguesa Catalina de Braganza se casa con el rey Carlos II de Inglaterra e introduce el té en la corte británica. A partir de ahí, el consumo de té no deja de aumentar en el reino, reemplazando a la cerveza ligera como bebida nacional.

Fueron también los holandeses los que introdujeron el té en New Amsterdam, un asentamiento holandés en el Nuevo Mundo, que sería rebautizado por los ingleses con el más conocido nombre de New York.

Los altos impuestos que los ingleses aplicaban al té destinado a las colonias motivó una revuelta que inicia la revolución norteamericana. Para tener una idea de la importancia económica de ésta bebida en la época, basta mencionar que en el famoso evento conocido como la Boston Tea Party, los colonos arrojaron al agua, en señal de protesta, té por un valor equivalente a ¡240 millones de dólares actuales! Aún hoy los norteamericanos no consideran muy patriótico tomar té, el cosumo de café es mayor.

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