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domingo, 5 de septiembre de 2010

El éxito de la hamburguesa 'indestructible'


La fotógrafa Sally Davies vive su momento de mayor celebridad gracias al proyecto artístico con el que inmortaliza en Internet la evolución de una "indestructible" hamburguesa de una cadena de restaurantes de comida rápida que compró hace 146 días y sigue incorrupta.

"Cada cinco minutos me llega una petición para entrevistarme. Estoy muy sorprendida de lo interesado que está todo el mundo en este proyecto", explicó en una entrevista la fotógrafa.
La artista inició su particular experimento fotográfico el pasado 10 de abril con la intención de demostrar lo poco saludable que es la comida rápida.

Desde entonces, Davies, que inició su carrera como pintora hace más de tres décadas y dio el salto a la fotografía hace 15 años, ha vivido en su propia piel lo que es ser la protagonista de un fenómeno viral en Internet, donde las fotografías que ha ido colgando de la hamburguesa han centrado el interés de un sinfín de internautas.

Bajo el nombre de 'Happy Meal Project' -en honor al menú infantil que vende en todo el mundo la conocida cadena de comida rápida McDonald's-, Davies ha retratado día tras día la evolución que han experimentado los alimentos, que llevan casi cinco meses reposando en el salón de su casa en Nueva York.

"Todo empezó con una discusión con un amigo que posee varias hamburgueserías en Nueva York. Yo soy vegetariana y siempre le decía lo dañinas que podían ser las hamburguesas que devoran millones de estadounidenses. Él se reía y yo me fijé como meta demostrárselo", dijo la fotógrafa, cuyos perros dice "ni siquiera se han acercado a la comida".

Esas fotografías se convertieron en todo un fenómeno en la red social Facebook, así como en otras páginas web, diarios y revistas que se han hecho eco hasta ahora de la idea de Davies, una fotógrafa artística que se toma "con buen humor" que sea este proyecto el que la haga realmente conocida para el gran público.

"Tuve un gran momento cuando muchas de mis pinturas aparecieron en un capítulo de la famosa serie 'Sexo en Nueva York', pero nada comparable al interés que hay por esta hamburguesa", sostuvo la artista, quien jamás pensó que pasaría tanto tiempo retratando a una hamburguesa y acompañada de patatas fritas.

Cuando han pasado 146 días, la artista reconoce, sin embargo, que ahora está "enganchada" al proyecto, por lo que piensa seguir fotografiando el "happy meal" mucho más tiempo y compartiendo esas fotos con su cada vez más amplia legión de fans.

"Ahora mismo la hamburguesa está como una piedra. Ha encogido porque se ha deshidratado, lo mismo que el pan, que se empieza a resquebrajar. Las patatas fritas, sin embargo, están completamente igual", explicó Davies, quien bromea con la posibilidad de necesitar "ayuda psiquiátrica cuando dé por finalizado el proyecto".

La fotógrafa explicó que "no sólo se trata de McDonald's, sino también de otras cadenas de comida rápida" y aseguró con vehemencia que los estadounidenses son "adictos" a ese tipo de comida, lo que a su juicio está "enfermando a todo un país que ha cometido, desde hace años, un gran error orgánico y alimenticio".

El sector de la alimentación "ha sido industrializado de tal manera que ya no se puede encontrar comida real. Todo cuenta con tantos conservantes y productos químicos que es imposible que la comida sea saludable", señaló Davies, quien aseguró que ella "también adoraba las patatas de McDonald's, pero ya nunca más".

La fotógrafa lamenta que "la pena de todo este asunto es que no tiene fin y se ha ampliado a todo el mundo", por lo que su proyecto es una llamada de atención para que se reflexione sobre la alimentación.

Sally Davies recordó varios casos de otras personas que han realizado experimentos similares, como una maestra que guarda una hamburguesa desde hace 12 años y que sigue sin descomponerse, o el de un hombre que, desde los años 80, colecciona diferentes tipos de hamburguesas de distintas cadenas de comida rápida.

De hecho, poco antes de que comenzara su proyecto, el blog BabyBites publicó dos fotos que decían estar tomadas con un intervalo de un año en el que un menú Happy Meal se mantenía prácticamente intacto. Poco después, la compañía emitió un comunicado en el que negaba que fuera posible ya que utiliza carne sin aditivos, "como la que compran cada día los consumidores en sus carnicerías locales". El comunicado incluía las declaraciones del director del centro de Sanidad Alimentaria de la Universidad de Georgia en las que aseguraba que la hamburguesa sólo podría tener ese aspecto después de un año si "hubiera estado congelada o envasada".

miércoles, 8 de abril de 2009

Bodega Navarro Correas, apuesta por el arte

Bodega Navarro Correas inició en marzo su ciclo de sponsoreo en galerías de arte de Capital Federal, Córdoba y Mendoza. La acción se enmarca en la campaña “Arte por dentro y por fuera”, con el objetivo de profundizar la vinculación artística entre la marca y la gente.

Durante 2009, la bodega participará de vernissages en diez reconocidas galerías de arte contemporáneo, acompañando a artistas locales de vanguardia.

Navarro Correas ha estado vinculada desde hace más de 30 años con el arte, a través de las pinturas de prestigiosos artistas argentinos que forman parte de las etiquetas de la línea Colección Privada. Con esta campaña, lanzada simultáneamente en las principales ciudades de Latinoamérica, la Bodega continúa reafirmando su experiencia a la hora de vincular el vino con el arte.

viernes, 2 de enero de 2009

Luis Casanova Sorolla hace sus obras con vino.


“¿Qué pasa si te tirás un pedo en el medio de la calle con el culo al aire? ¿Alguien puede decirte que eso no es arte?” No es romántica, pero envuelta en acordes suaves y un tono cómplice, la explosiva carta de presentación motiva el oído.
Audaz, Luis Casanova Sorolla sabe cómo tentar. De entrada, la sospecha: el irreverente preguntón está atajándose de las críticas que podrían dinamitar su obra. Quizá. Nunca lo dirá. En cambio, abre las puertas de su historia reciente y no tan reciente para afirmarse en sus raíces peruanas, explayarse en su exilio austríaco, sobrevolar su carnaval brasileño y patentar su presente argentino.
No esperó a cumplir treinta años, como sugiere el escritor y enólogo Miguel Brascó. Tiene apenas 24 y ya se embarcó en la aventura del vino. Una desprejuiciada aventura que no exige al paladar sino a la mano. El talento que amaneció en la niñez se combinó con fundamentos teóricos y el resultado aflora hoy sobre el papel. Vino como musa, vino hecho pintura, vino como arte.
Es calma, reflexión y atuendo de lino. Es pasión y un dedo para acelerar la acción del hielo en la Coca light. “No pinto de onda, ni para llenarme los bolsillos, ni para chupar más”, advierte. ¿Entonces?
“Estoy fascinado por el potencial que tiene el vino. ¡No tiene límites! Siento que en mi vida ya no hay marcha atrás en esta historia.” La última noticia que lo tiene como protagonista es que a la princesa de Holanda, Máxima Zorreguieta, le gustan sus trabajos y lo contrató para que retrate a la familia real durante los próximos meses.
–Nació en Perú, estudió en Austria y vivió en Brasil. ¿Por qué eligió anclar en Buenos Aires?
–Es el mejor lugar del mundo para estudiar las técnicas de pintura con vino. Siento que Argentina es la cuna del vino, por eso estoy experimentando acá.
–¿La experimentación incluye pintar bajo los efectos del vino?
–Tomo mucho más cuando no pinto. Aun así me han invitado a pintar en ciertos eventos en los que había mucho vino para tomar: me arrepiento de haberlo hecho.
–Entonces, ¿no es de los artistas que necesitan estar evadidos de la realidad para crear?
–Muchos artistas trabajan bajo los efectos de drogas alucinógenas, yo no. En la universidad, en Austria, el porro era moneda corriente y todos pintaban fumados: yo recién lo probé a los 22 años. Cuando fumé me sentí tan raro que no me imaginaba sentarme a pintar.
A los 22, hacía siete que sus hermanas lo habían empujado a cambiar Lima por Viena. El joven Casanova Sorolla viajó, aprendió un idioma rígido, terminó el colegio y se paró frente a la prestigiosa Bellas Artes. Juntó coraje para un severísimo examen. Después de tres jornadas extenuantes, un interrogante frente a treinta profesores: “¿Por qué estás acá?”, le preguntaron. “Quiero ser pintor”, contestó sin aspiraciones de Dalí. Nadie agregó un pero. Ese silencio a coro lo apabulló. “Me levanté y me fui”. Quedó seleccionado entre 2.000 aspirantes. La motivación iniciática le duró un suspiro. Antes de terminar el segundo año se hartó. “Era todo un descontrol. Todos se creían artistas porque estaban con el pelo manchado y la ropa sucia. Después de sugerirme que no estudiara si quería ser pintor, un profesor me preguntó si pretendía ser un artista apático y discutí con él –recuerda mientras relojea la última de sus pinturas–. Mi obra fue defenestrada por toda la clase y entendí que no era para mi.” El pichón de artista hizo una tómbola, vendió cuadros, resucitó sus latentes dotes para el capoeira y puso el cuerpo para recaudar.
Con 1.800 euros en el bolsillo cruzó el Atlántico en sentido inverso y emprendió un tour artístico: pintó en Belo Horizonte, Ouro Preto, Río de Janeiro, lo mismo en Foz de Iguazú, frente al Obelisco y en el Morro de Arica.
–¿Fue el final de su etapa educativa?
–Posiblemente. Las escuelas de arte son muy peligrosas para los artistas. La nueva oleada de arte moderno no tiene ni pies ni cabeza: si tu profesor pone un placard contra la pared, después lo quita y ese polvo que queda representa una propuesta artística… nadie puede decirte nada. Tardó algunos años en reconciliarse con Austria, pero hace poco aquel profesor que lo maltrató le dijo “pintor”. Tardó mucho en enfocarse sólo en la pintura, pero hoy una fundación europea ayuda a pulir al diamante sin la necesidad de tómbola o capoeira. Tardó menos en hacer pie en Buenos Aires, gracias a que la polifacética Valeria Frías le dio la llave de entrada a exposiciones de Punta del Este, Miami y Guadalajara. Tardó en darse cuenta de que el vino estaba ahí, esperándolo, invitándolo a que su mano talentosa le hiciera caso a Borges y lo convirtiera en música, en fuego o en leones.
–¿Cómo se dio cuenta?
–El vino apareció de casualidad. Yo estaba repleto de elogios, premios y reconocimientos, pero no tenía dinero ni acuarelas, sólo algunos vinos para tomar. Entonces se me ocurrió hacer una prueba con eso. Fue el comienzo de todo.“No es un desperdicio”
Es cierto que el vino fue concebido para ser bebido, pero todo el mundo tiene derecho a utilizarlo de la manera que quiera. Partamos de una premisa: si hay gente que se bañó en vino, no me parece mal que alguien decida usarlo para pintar. Aunque para mí es algo absolutamente desconocido, emplearlo como una técnica de pintura no es un desperdicio, sino una manera de ver las cosas. Más aún, el procedimiento de pintar no es relevante: lo importante es qué se haga con eso, cómo se exprese. Yo creo en la libertad y, por lo tanto, en la libertad de creación. Fernando Vidal Buzzi, crítico gastronómico.
criticadigital.com

Cascada Inacayal - Villa La Angostura - Patagonia Argentina