Muchas nos cuidamos y sentimos que nos “alimentamos bien”, de manera 
 sana. Sin embargo, podemos ingerir toxinas sin darnos cuenta. Y esas  
sustancias nocivas atentan –de modo implacable- contra nuestra calidad  
de vida. Para evitarlo, es necesario saber cuáles son los posibles  
frentes de batalla.
En primer lugar, hay que aclarar que lo 
que hace dañiño a un alimento  muchas veces es la presencia microbiana. 
Pero no sólo eso:  en algunas  ocasiones, el componente tóxico es un 
agregado que puede estar presente  con diversos objetivos 
(perdurabilidad, coloración del producto, tipo de  envasado, condiciones
 de cultivo o riego). En este último caso, los  agentes no forman parte 
de las propiedades naturales del alimento.
Entonces, la conservación correcta de lo que comemos, la elección a  conciencia y la minusiosa revisión de los componentes de
 un producto  (esta información figura en las etiquetas de los envases, 
¡conviene  leerla siempre!), son un hábito preventivo que tu salud te 
agradecerá. 
Te contamos cuáles son los componentes tóxicos que podemos encontrar en lo que comemos o tomamos y despejamos tus dudas.
La cafeína. Está
 presente en el mate, el cacao, el té, algunas  gaseosas, bebidas 
energizantes y, por supuesto, en el café. Estimula  algunos 
neurotransmisores, aumenta el nerviosismo y la excitación,  contribuye a
 elevar el nivel de colesterol y la hipertensión. Y es  adictiva. 
Agua de la canilla, ¿sí o no? El agua corriente es potable, de uso domiciliario. Se puede tomar y no intoxica. Pero esto no significa que sea completamente pura. Es cierto que contiene elementos no deseables, como restos de plomo de las cañerías y algunos químicos que se suman a los que naturalmente posee el agua. Aún así, no es “letal”. De hecho, muchos de los que optan por no beberla, igual cocinan, se bañan, lavan cosas y hasta hacen cubitos de hielo con ella. De todos modos, alternar su consumo con agua mineral es muy positivo, ya que las envasadas aportan hierro, calcio y sodio moderado.
Vegetales orgánicos. La ventaja 
de los cultivos de huertas orgánicas es  que se ciñen a principios 
ecológicas en los cuales se prescinde de los  productos químicos como 
fertilizantes y herbicidas. Pollos, huevos,  infusiones, frutas, 
verduras, miel. La oferta es amplia. Y, aunque su  precio es un poco más
 elevado que el de los alimentos que no son  orgánicos, son más ricos y 
sanos. El valor de esta diferencia es lo que  queda para siempre en 
nuestro cuerpo. 
¡Ojo con la picadita! Muchos
 alimentos, especialmente los vinos y los  quesos, contienen “aminas 
biógenas” (sustancias que provocan diarrea y  vómitos). En 2007, 
investigadores de la universidad de California,  apelando a la 
nanotecnología, desarrollaron biosensores en miniatura que  permiten 
hacer un preciso control de calidad. 
Fuente: Vida sana. Clarín + B y D contenidos.

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