"A veces veo gente sentada en la mesa mover su copa, oler quince veces, poner cara seria... Al lado de ellos, uno queda como un total imbécil", afirmó categórico el modisto, quien, a todo esto, no bebe una gota de alcohol.
Para Lagerfeld, hay que aligerar la aproximación al vino y quitarle toda su solemnidad. "Toda esta liturgia suena como una excusa lamentable, este inmenso parloteo alrededor del vino genera un efecto de somnolencia que al contrario, debería enfervorizar. El vino es algo que se bebe mientras se come. Hay que aprender a considerar el vino como un placer egoísta. Basta de cháchara", sostuvo en la entrevista, reproducida por el semanario francés Le Point .
De acuerdo con el diseñador, el vino tiene un problema de imagen. "Hoy en día, cuando se habla de vinos, se corre el riesgo de caer en un discurso excesivamente sacralizado, generalmente con los grands crus , o, caso contrario, en uno demasiado ordinario. La gran brecha permanente entre estos dos extremos afecta a la imagen del vino", añadió el creador, quien ha realizado varias campañas publicitarias para el champagne Dom Pérignon.
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