Por Carolina Koruk
Es un hecho: lo que comemos también influye en la salud de nuestro cerebro. Por eso, con una dieta equilibrada podemos reducir el riesgo de contraer enfermedades
, mejorar funciones del sistema nervioso, agilizar la memoria, la
concentración, el ánimo y hasta combatir la depresión. "Más de la mitad
de las enfermedades que padecemos están relacionadas con nuestra forma
de alimentarnos y con nuestros hábitos. Y hablamos de afecciones severas
como infartos, ACV, diabetes, cáncer; y las que alteran al movimiento
(enfermedad de Parkinson) o a la memoria (mal de Alzheimer)", explica el
Dr. Edgardo Ridner, vocero de la Sociedad Argentina de Nutrición.
Entre los nutrientes que no pueden faltar para estimular la memoria, la lucidez y otras funciones cerebrales
, se destacan los cinco fantásticos: el aceite omega 3, las vitaminas
del complejo B, los antioxidantes, el hierro y los minerales. ¿En qué alimentos encontramos estas "joyas naturales"?
Omega 3, en pescados como salmón, atún, caballa y trucha. También en
frutas secas (nueces, avellanas y almendras). Las vitaminas del complejo
B están en verduras de hoja (lechuga, espinaca, acelga), lentejas,
cereales integrales, clara de huevo, carnes y leche. Hay antioxidantes
en frutas y verduras (frutos rojos, cítricos, brócoli, tomate, cebolla),
en distintos aceites vegetales (maíz, girasol, oliva, canola) y también
en frutas secas. El hierro se encuentra en carnes rojas, y la vitamina D
en la leche y los huevos.
El neurólogo Diego Castro, del Cemic, suma más
datos para tener en cuenta: "Los antioxidantes limpian sustancias
dañinas que intervienen en el envejecimiento y en el daño asociado a
factores vasculares. Además, la deficiencia de las vitaminas del
complejo B podría generar problemas en la estructura cerebral".
Minerales como zinc, magnesio, hierro y calcio son
fundamentales. Cuando faltan, provocan síntomas como dificultad en la
atención, falta de memoria y fatiga. Aunque suene sorprendente, el café y
el alcohol en dosis justas mejoran el estado de alerta y disminuyen el
riesgo de demencia precoz.
Las rutinas saludables como el desayuno, no pueden
faltar. Algunos estudios demostraron que quienes no desayunan, sobre
todo en el caso de los estudiantes, tienen problemas para mantener la
atención a corto plazo. Es que el cerebro necesita combustible y por eso
cada mañana es imprescindible consumir lácteos, frutas, cereales e
infusiones como té verde, que favorece la producción de dopamina, aliada
del cerebro.
La cantidad recomendada de cada nutriente depende
del peso, de la edad y del estado de salud de cada persona. En
situaciones especiales y con el permiso de un médico, cualquiera de
estos elementos se compensan a través de suplementos.
Enemigos declarados
Los especialistas coinciden en que toda sustancia
puede ser un remedio o un veneno, dependiendo de la cantidad. Las grasas
en exceso se acumulan en órganos que no están preparados para
almacenarlas –como el hígado– y pueden llegar a producir inflamación y
muerte de las células. El alcohol en grandes cantidades sigue circulando
y pasa a ser un tóxico peligroso. El efecto más nocivo del alcohol es
que altera el funcionamiento de las arterias y esto deriva en la
formación de placas que llevan a la obstrucción y al infarto. Por otro
lado, el exceso de grasas, de comidas azucaradas, chatarra o de alcohol
favorece el aumento de peso que, según demuestran algunos estudios,
incrementa el riesgo de padecer demencia al llegar a la vejez..
Fuente: revistasusana.com
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