sábado, 20 de diciembre de 2008

PRIMER RESTO SUBMARINO


Las banquetas tienen forma de pulpos, las lámparas se asemejan a las medusas, el piso está revestido en una finísima arena, los adornos son enormes estrellas de mar y los techos y las más de sesenta ventanas dejan traslucir el inmejorable paisaje que otorga el fondo del mar Rojo con sus bancos de corales y millares de peces.
Se trata del primer restaurante-bar submarino del mundo, el Red Sea Star (Estrella del mar Rojo), donde los comensales pueden probar exquisiteces como pescados y mariscos frente a la ciudad de Eilat, sobre la costa de Israel.
El excéntrico restaurante está ubicado a cinco metros de la superficie y tiene forma de estrella de mar: una verdadera rareza del mundo gastronómico. Los turistas y visitantes pueden acceder al complejo submarino desde Eilat sobre un puente de unos 60 metros que continúa en una escalera interna por la que se desciende al piso inferior del Red Sea Star, donde todo, absolutamente todo, está inspirado en el paisaje marítimo.
El piso fue diseñado con arena y está cubierto por una capa transparente de epoxi, que genera la agradable sensación de caminar por la arena húmeda, aunque, claro, está seco. A través de los 60 ventanales, los comensales pueden contemplar en lugar de autos o peatones cualquier variedad de peces como hipocampos y mantarrayas.
La proporción es válida: si el restaurante está repleto, tiene capacidad para 105 comensales, el complejo cuenta con 60 ventanales. Es imposible que una mesa no tenga buena vista a semejante paisaje.
La plataforma del Star también incluye un complejo de bar, auditorio y disco: el diseño de todo estuvo a cargo de la artista Ayaka Shperling Tzarfaty.
La construcción del impresionante complejo demandó unas seis mil toneladas de acero y cemento, además de la colaboración de expertos y materiales provenientes de distintas partes del mundo: las ventanas, por ejemplo, llegaron directo desde Japón.
El complejo submarino está abierto todos los días: no hay fines de semanas ni feriados. Habrá que darse una vuelta para probar qué se siente almorzar un buen gefilte fish sobre el paisaje infinito del mar Rojo.
Eso sí: seguro que nadie se va sin pagar.

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