Junto con sus padres y su hermano, tiene uno de los mejores restaurantes de la isla, Prima Pasta. Un lugar en donde además de la excelente cocina se respira por todos lados la alegría del sueño realizado. Desde la mirada tranquila y agradecida de los empleados, a quienes saluda uno por uno y de los cuales conoce sus historias, hasta cada plato que sale de la cocina, caliente como debe llegar y con la bendición de Arturo Cea, el padre de la familia y alma de los fuegos.
El protagonista, Gerardo Cea -Gerry, para todos-, es a quien, cuando trabajaba en Toninos, en la Gran Manzana, su tío le dijo: "Si un cliente te pide que le traigas el auto, le decís que no sabés manejar". Era la época de las internas en la Cosa Nostra, y Paul Castellano, jefe de la familia Gambino asesinado en un atentado, era uno de los asiduos comensales, así como John Gotti, el súbdito que lo mandó matar.
Luego de unos meses de experiencia, le pidieron a Gerry que atendiera personalmente a los grandes personajes que llegaban. A veces lo hacían con su familia; eran comilonas de grandes fuentes de spaghetti con ternera. Otras, el capo se reunía con sus secuaces para repartir los fajos de dinero y planear sus próximos "negocios".
Como a Artie Bucco, el dueño del restaurante en la serie Los Soprano, a Gerry lo querían y, lejos de involucrarlo, lo dejaron volar con sus propios proyectos.
Aunque le ofrecieron participar en muchas aventuras, él prefirió volver a Miami para establecerse y cuidar de su familia.
Nuevamente, en la ciudad del mar turquesa y arena blanca, empezó con pocos dólares y una barra con diez sillas. El recibía, atendía y preparaba, y su papá hacía honores a la cocina, su compañera de muchos años. Los platos salían y la gente volvía a probar otra propuesta del recetario que Arturo había construido luego de varios años de cocinero en distintos lugares, entre los que estaba el mítico Rainbow Room, en el piso 80 del Rockefeller Center, donde cantaba Frank Sinatra.
Así como nunca paró de trabajar, es agradecido con sus cosas y continúa soñando otros futuros. Los clientes están tan satisfechos como la familia Cea, ya que vuelven una y otra vez. Prima Pasta es un sitio de ilustres y desconocidos: el vecino de al lado y Lenny Kravitz; los amigos de la infancia y John Travolta; Spinetta y Alvaro Uribe, presidente de Colombia; el que creó el Batimóvil y Bette Midler; Michael Jordan compartiendo los linguini con su novia en una cena familiar. El lugar es así, todo queda en familia; muchos hasta llaman desde el aeropuerto para encargar las porciones de carpaccio para la noche.
Miami también sufrió la depresión de 2008. "Estaba muy preocupado, como todos, y no sabía qué hacer. Me costaba seguir manteniendo mi alegría habitual", dice Cea. Hasta que un antiguo cliente canadiense le dijo a Gerardo que tenía que seguir dando lo de siempre. "Y eso hice; no me importó endeudarme más. Impuse una promoción de 5 a 6 de la tarde, en la que todos los platos, incluidos los vinos, se cobran la mitad. Era un momento en que la gente ya no salía a comer, pero por suerte empezaron a venir acá."
Pasado el cimbronazo, hoy Gerry continúa con la misma decisión, y en la temprana noche de Miami tiene un aluvión de casi 100 personas. Luego llega al servicio de las 19, con los clientes habituales. En todos los turnos se respeta la misma calidad y el eficiente servicio.
El lugar está en una esquina fuera del circuito, pero a todos les encanta llegar. En la vereda, una amplia terraza iluminada en rojo -su color favorito- y coquetas mesas de mármol y hierro negro, ideales para comer al fresco. Los ciento cincuenta cubiertos se reparten, además, por los dos salones interiores y la barra, en un cálido ambiente. La intimidad, la familiaridad y el confort llegan a un perfecto equilibrio entre antiguas arañas, muebles de madera oscura diseñados especialmente y miles de retratos en blanco y negro firmados y luego enmarcados personalmente por Gerardo.
Es un amigable restaurante italiano, con la creatividad argentina y la impronta de los bares neoyorquinos.
Antiguas lámparas de distintas partes del mundo cuelgan velando el ambiente de colorado, pero sin intervenir en la luz puntual de la mesa, que resalta el protagonismo de cada plato. El restaurante invita a sentarse y charlar, probar los platos, disfrutar de una carta de vinos con los mejores exponentes del mundo y vinos de la casa para cualquier parroquiano. El malbec es uno de los representantes de las cepas argentinas, que comparte la lista con el Opus One de Mondavi o los mejores champagnes franceses, como "la viuda negra": el Cristal.
La privilegiada espera de la mesa se lleva en compañía de los tragos clásicos y los de autor, de Henry Villar, como el especial martini con vodka, licor de durazno, jugo de naranja y dash de melón, que se saborea con olivas italianas verdes, redondas y brillantes, y un queso parmigiano mediterráneo.
Desde el día en que Prima Pasta abrió sus puertas por primera vez están presentes los ingredientes con denominación de origen italiana. Es difícil seguir el código de los tres pasos, entrada plato y postre, porque, además del sabor equilibrado y los ingredientes de calidad, siempre hay algo fuera de la carta, una novedad o algún clásico que se renueva. Y las ganas de probar más y más. Las pastas, caseras; los pescados y mariscos, frescos; las carnes, para cortar con cuchara. Esa es la gran distinción: coma lo que coma, no es necesario usar el cuchillo en toda la secuencia.
Calamares frescos y crujientes (US$ 12), almejas con salsa al vino blanco y albahaca (13), un seductor carpaccio en finísimas rodajas de lomo con oliva y parmesano o rodajas del original prosciutto de Parma. A la hora de los bifes, hay que probar la pasta negra con mariscos y crema de langosta (20), la tradicional lasaña de carne o la clásica con albóndigas y salsa de tomate (18). Seguir con pescados, como el branzino livornese del Mediterráneo con salsa pomodoro y aceitunas calamata (24), y continuar con la ternera salteada con vino blanco, limón y alcaparras, o cubierta de salsa de mar con mozzarella italiana derretida (20).
El dulce anuncia un final que se alarga gracias a laopción de medias porciones para poder probar más de uno (entre 6 y 8 dólares). El tiramisú es producto de una receta de "papá Arturo": suave y sedoso; la tentadora tarta de manzana casera de la mamma Carla, o el refrescante y casero helado de chocolate italiano con sabayón constituyen atractivas opciones.
Imposible pasar por Miami sin conocerlo.
Fuente: lanacion.com
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