martes, 25 de junio de 2013

Retrasar la vejez: mitos y verdades de los métodos para vivir más

Por  | LA NACION

Así como la abuela de Músicos y relojeros , la inefable novela de Alicia Steimberg, creía que el secreto de la vida eterna consistía en ingerir acelgas chorreando el jugo de la cocción y rociadas con el jugo de dos limones cortados directamente del árbol, otros están convencidos de que lograrán el mismo milagro con meditación trascendental o cultivando músculos dignos de Mr. Charles Atlas. También hay quienes recorren los estantes de las farmacias buscando una píldora capaz de devolverles la tez lozana y las neuronas relucientes que tenían a los 25. Sin embargo, toneladas de literatura médica que intentan encontrar la solución del mismo acertijo -cómo disminuir o eliminar los achaques, y preservar la autonomía- sugieren que el problema no es tan fácil de dilucidar. ¿Qué hay de cierto en las recetas más conocidas? Aquí, un repaso de los diez postulados más difundidos.
 
En primer lugar, los multivitamínicos. En 1956, Denham Harman propuso que el envejecimiento era producto de los daños en los tejidos producidos por los "radicales libres" [átomos o grupos de átomos que tienen un electrón no apareado y por eso son muy inestables y reactivos]. Como ciertas vitaminas contienen sustancias "antioxidantes" que pueden neutralizarlos, a partir de experimentos hechos en roedores, muchos pensaron que aumentándolas en la dieta se retrasaba el envejecimiento. Las pruebas, sin embargo, no son concluyentes. "El tema de los radicales libres está siendo revisado -explica el doctor Alberto Boveris, decano de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires-. Son metabolitos normales que tienen desfases tanto por exceso como por disminución. Ahora entendemos que son parte de la vida. Con respecto a las vitaminas, la sorpresa es que el 50% del planeta está por debajo de lo indicado, pero una buena alimentación, con cinco porciones diarias de frutas y verduras cubre todas las necesidades."


El doctor Julio Montero, miembro de la Sociedad Argentina de Obesidad y Trastornos Alimentarios, coincide: "Una alimentación normal no necesita del agregado de vitaminas -afirma-. Las especies reactivas del oxígeno [radicales libres] pueden ser peligrosas o beneficiosas, porque nos protegen del desarrollo de tumores, de los microorganismos. Por esta razón se considera que los antioxidantes deben guardar un equilibro, que está en el alimento".

Una aspirineta por día


"En las mujeres que no tienen enfermedad o factores de riesgo de enfermedad coronaria grave, tales como diabetes, tabaquismo, obesidad o sedentarismo, no demostró ningún beneficio, sino por el contrario, aumento de accidente cerebrovascular y hemorragias -afirma la doctora Liliana Grinfeld, ex presidenta de la Fundación Cardiológica Argentina y jefa de Hemodinamia del Hospital Italiano-. En los hombres de entre 55 y 60 años que tengan aunque sea un solo factor de riesgo y aunque sean sanos, demostró no prevenir, sino disminuir las complicaciones de la enfermedad cardiovascular."


Según la especialista, en mujeres mayores de 60 con factores de riesgo, "pareciera que juega un rol y que les gana a las complicaciones. Sin embargo -agrega-, las pruebas no son concluyentes, porque habría que realizar estudios con miles de mujeres que no se han hecho".


Pero si la aspirineta no puede recomendarse sin restricciones, para preservar las arterias Grinfeld no vacila en aconsejar erradicar de nuestra mesa la sal y el azúcar. "No benefician en nada -destaca-. La sal es un tóxico importante para las arterias. En las personas normales produce una disfunción momentánea después de ingerirse. Pero en las que tienen factores de riesgo, muchas de las cuales no lo saben, puede ser aún más nociva. Lo mismo ocurre con el azúcar."

Calcio y vitamina D


La vitamina D, que ayuda a absorber el calcio, uno de los minerales esenciales para la salud ósea, es también fundamental para regular innumerables procesos del organismo. Debido a que los seres humanos no la ingerimos en la dieta, sino que la producimos a partir de la radiación solar, sus niveles disminuyen aproximadamente un 70% en los adultos mayores. "Una gran mayoría, que varía entre el 80 y el 90% de este grupo etáreo, tiene déficit de vitamina D, de modo que si uno no la suplementa, es difícil que esté en los niveles adecuados -explica la doctora Beatriz Oliveri, investigadora del Conicet en el Laboratorio de Enfermedades Metabólicas Óseas (Inigem) del Hospital de Clínicas-. Pero hay que tener en cuenta que si se toma de menos, no ayuda, y si se ingiere en exceso, puede ser dañina." Según Oliveri, mantener niveles saludables de vitamina D es importante por sus acciones clásicas (para preservar la densidad ósea, prevenir fracturas y mejorar la función muscular) y por sus funciones no clásicas, que son las que están sugiriendo diversas observaciones epidemiológicas preliminares, como la disminución de tumores, y de enfermedades infecciosas y autoinmunes.


"El del calcio es un tema más controvertido -agrega Oliveri-, porque en los mayores es bueno mantener un consumo adecuado [que puede variar entre los 1000 y los 1200 mg diarios], pero sobre todo si viene de los alimentos. Algunos estudios sugieren que el exceso de suplementos de calcio puede no ser beneficioso."

Omega 3


Algunos trabajos de investigación sugieren que este ácido graso poliinsaturado previene la enfermedad cardíaca y los sucesos degenerativos del sistema nervioso, como el mal de Parkinson, el Alzheimer y otras demencias. "Desde el punto de vista farmacológico, la mejor forma de obtenerlo es comer pescado de agua fría [como la caballa o el salmón] dos veces por semana -explica Montero-. Cuando no se puede cumplir con esa recomendación, se puede reforzar con la toma de suplementos en forma de cápsulas. Y si uno ingiere un poquito más, sólo representa un peligro si la persona está anticoagulada, porque el omega 3 prolonga el tiempo de coagulación." Sin embargo, subraya el especialista, lo verdaderamente beneficioso es mantener un equilibrio entre la cantidad de omega 3 y de omega 6. "Nosotros tenemos un déficit de omega 3 porque hay un exceso de omega 6, es como quedar en offside . Tiene que haber un equilibrio, porque compiten entre sí -apunta-. El 6 está presente en todos los aceites de semilla, pero no se ve porque está mezclado con las harinas en los amasados. Deberíamos comer entre una y cuatro porciones de omega 6 por cada una de omega 3, y estamos en entre 15 y 20 a 1."

Detección precoz


Como muchos desajustes del organismo son silenciosos, es recomendable realizarse los controles anuales que ofrecen beneficios probados. "Aproximadamente desde los 50 años en adelante, hay que tomarse la presión arterial, medirse el colesterol y la glucemia [nivel de glucosa en sangre] una vez por año", indica la doctora Verónica Schoj, médica de familia del Hospital Italiano. Entre los controles ginecológicos, menciona el Papanicolaou (hasta los 65) y la mamografía (si no hay antecedentes de cáncer familiar) entre los 50 y los 75, cada uno o dos años. Para prevenir el cáncer de colon, aconseja a partir de los 50 el examen de sangre oculta en materia fecal o, cuando es posible, la videocolonoscopia.


Estos estudios de prevención están muy probados y el beneficio es enorme. Con respecto al análisis de antígeno prostático específico (PSA, según sus siglas en inglés), "la evidencia es controvertida -afirma-: hay dos bibliotecas, los que dicen que habría que hacerlo rutinariamente, y los que no. En todo caso, hay que charlarlo con el médico".

Bajar de peso


Es sabido que la obesidad es la "madre de todos los males" y que tener un índice de masa corporal (peso dividido por el cuadrado de la altura) adecuado contribuye a mantener la salud. Sin embargo, también en esto hay desacuerdos entre los científicos. "Algunos estudios norteamericanos sugieren que después de los 75 años no hay datos confiables de cuál es el peso ideal y hay quienes opinan que tener un ligero sobrepeso ofrece cierta protección contra las enfermedades -dice Montero-. O sea que, si la obesidad es precoz, es dañina, pero si es tardía y ligera, podría ser un factor de protección. Por ejemplo, los italianos mayores suelen tener bastante más peso que lo recomendado y tienen bastante buena salud. Tal vez haya que separar el elemento «peso», del elemento «comida». De hecho, hay muchísima evidencia en estudios de laboratorio de que el desarrollo de tumores, por ejemplo, se hace más lento con la restricción alimentaria. Los okinawenses, que son los japoneses que menos comen [20% menos], son los más longevos, a pesar de que tienen la misma genética y costumbres del resto de la población."

Abandonar el cigarrillo


En esto no hay dudas. El estudio pionero de Richard Doll, realizado en médicos, demostró ya hace mucho que los fumadores vivían entre 10 y 12 años menos que los no fumadores. "Es importante agregar -subraya Schoj, también directora de la Fundación Interamericana del Corazón- que si no se deja de fumar después de los 35 años, la expectativa de vida también se reduce, aunque menos."


Pero el problema no es sólo de cantidad, sino también de calidad. "Cuando se fuma, se triplica el riesgo coronario, se multiplica por nueve el riesgo de accidente cerebrovascular y por 20, el de enfermedad pulmonar obstructiva crónica [EPOC] -detalla-. Cuando me dicen que alguien tiene un pariente que fumó mucho y se murió muy mayor, yo contesto que también hubo sobrevivientes del Titanic. En la cohorte del estudio de Doll, los fumadores que pasaron los 80 fueron menos del 5%. Más del 90% de los tumores de pulmón [el primero por su incidencia en los varones y el segundo en las mujeres] son por el tabaquismo. Pero la calidad de vida no sólo se mide en términos de eventos cardiovasculares y respiratorios, sino en lo cotidiano: disfunción eréctil, capacidad para correr, para hacer ejercicio. Lo mejor es no empezar y, si ya se empezó, tratar de dejar."

Un vaso de vino por día


"Cada vez tenemos más evidencia de que la fórmula de Favaloro era correcta -dice el doctor Boveris-. La medida sería dos vasos diarios para los hombres y uno para las mujeres." El efecto benéfico del vino parecería explicarse en que disminuye mucho la absorción de grasas oxidadas en el intestino. El alcohol produce relajación y disminuiría alrededor del 25% el riesgo de infarto. Eso sí: si se toman tres vasos en lugar de dos, el efecto benéfico desaparece, y con cuatro el riesgo aumenta 15 por ciento.


Para Montero, por su parte, aunque se ha visto en estudios epidemiológicos y estadísticos que el consumo de una pequeña cantidad de vino tinto coincide con menor enfermedad cardíaca, al ser estudios asociativos no son concluyentes. "Lo que sí se sabe es que el resveratrol [sustancia presente en la uva y sus derivados] tiene un efecto saludable -dice-. Lo que pasa es que el vino tiene alcohol y el alcohol no es un alimento, es tóxico si la persona tiene una hepatitis mal curada o una cirrosis, o si tiene propensión a hacerse adicto."

Haga actividad física


Según explica el doctor Héctor Kunik, "la actividad física permite controlar el peso, mejorar la movilidad articular, el nivel de grasas circulantes y la resistencia; aumenta la densidad ósea y la fuerza muscular, y disminuye la resistencia a la insulina y la presión arterial. En los enfermos coronarios, reduce la insuficiencia circulatoria, previene enfermedades cardiovasculares, reduce la morbilidad [tendencia a enfermarse] y la mortalidad".


Se recomienda hacer actividad física el mayor número posible de días de la semana durante 30 minutos por vez en forma continua o en períodos de diez minutos tres veces por día. Cuantas más veces por semana se realiza, mejores son los resultados. Con respecto a las pesas, "la actividad física no reconoce edades -agrega Kunik-, salvo que exista alguna contraindicación específica. Las normas internacionales reconocidas para conservar una salud adecuada incluyen ejercicios de sobrecarga. Se realizan dos veces por semana y dependen de la edad. Existen trabajos científicos que muestran resultados positivos en personas mayores de 90 años con ejercicios aplicados en los miembros inferiores".


Además, "distintos grupos de investigación demostraron los beneficios del entrenamiento en la reducción del riesgo de desarrollar enfermedades que afectan el cerebro -cuenta el doctor Facundo Manes, director del Instituto de Neurología Cognitiva [Ineco] y del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro-. Por ejemplo, científicos suecos mostraron que personas de mediana edad que entrenan por lo menos dos veces por semana tienen 60% menos probabilidad de desarrollar trastornos cognitivos".

Cerebro en forma


Según explica Manes, el deterioro cognitivo e intelectual no es parte del envejecimiento normal. Hoy se cree que es posible y necesario preservar al cerebro de las enfermedades neurodegenerativas.


"Hace unos años se conocieron los resultados derivados de la investigación conocida como el «estudio de las monjas» -explica el especialista-. Entre otros hallazgos, este estudio sugirió que un estado emocional positivo puede contribuir a que vivamos más." Según estos investigadores, monjas que en sus escritos de juventud habían expresado mayor número de emociones negativas tuvieron menos años de vida y una frecuencia mayor de enfermedad de Alzheimer. Esto explicaría por qué algunas personas con un envejecimiento cerebral anormal pueden estar intactas intelectualmente, mientras que otras sí experimentan síntomas clínicos. Neurocientíficos de la Universidad sueca de Umea desarrollaron un concepto complementario a éste, que denominaron "mantenimiento cerebral". Según estos científicos, las personas con un trabajo intelectual exigente pueden disfrutar de una ventaja en términos cognitivos, pero los beneficios rápidamente disminuirían si la persona se "jubila intelectualmente". Un compromiso permanente con la exigencia intelectual sería uno de los caminos más eficaces para el mantenimiento cerebral.

Menos estrés y más sociales


"Niveles moderados de estrés pueden ser estimulantes para el cerebro, pero los prolongados y altos pueden tener efectos negativos en la memoria y otras funciones cognitivas -agrega Manes-. El estrés dispara la liberación de cortisol, una hormona producida en las glándulas suprarrenales. Diversas investigaciones han demostrado que la memoria episódica [la del "cuándo" y "dónde"] se daña con el exceso de cortisol."

Del mismo modo, las personas que en la vejez continúan estimuladas social, física y mentalmente muestran una mayor fiabilidad en el mayor rendimiento cognitivo. Existe evidencia a partir de estudios observacionales de que estar conectado socialmente protege contra el deterioro cognitivo.

Foto: Giselle Ferro
Fuente: lanacion.com.ar

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