Hoy hablaremos de algo que a primera vista puede parecer que no tiene una conexión directa; sin embargo, si la tiene.
Apreciar las cualidades que tenemos, reconocer nuestros defectos y
fortalecer la capacidad que tenemos para ser mejores, son algunos de los
elementos básicos de la autoestima que hemos ido recogiendo a lo largo de nuestra vida.
La autoestima nos lleva a creernos introvertidos o extrovertidos,
simpáticos o antipáticos, guapos o feos. De este modo, la suma de todas
estas valoraciones se ve resumida en un sentimiento positivo o negativo hacia nosotros mismos, lo que conocemos como una alta o baja autoestima.
Este sentimiento no es constante a lo largo de nuestra vida, no nacemos
con él, sino que sufre modificaciones como consecuencia de nuestras
experiencias y nuestras relaciones con los demás.
La autoestima resulta de la combinación de la información objetiva
sobre uno mismo y la evaluación subjetiva de dicha información. Este
nivel de autoestima refleja el grado de satisfacción personal del
individuo consigo mismo.
La autoestima se manifiesta principalmente en la atención que
prestamos a nuestras propias necesidades, en los cuidados que brindamos a
nuestro cuerpo y nuestra mente, es decir cómo nos sentimos con lo que
somos.
Entre los cuidados que proporcionamos a nuestro cuerpo, se encuentra
la alimentación que es la base de una buena salud. Por lo tanto, en la
manera de comer, reflejamos lo que sentimos por nosotros mismos. Nuestra
autoestima se fortalece o debilita por la forma como nos percibimos y
esto influye mucho en la manera en que nos alimentamos y cuidamos de
nuestro cuerpo.
Comer no es tan solo alimentarse, consiste en equilibrar los
nutrientes que el organismo necesita y a la vez disfrutar el placer que
nos da la comida y la compañía, para poder alimentar el cuerpo y el alma
o el espíritu.
La percepción positiva de nuestras cualidades, la satisfacción de
tener una mente sana y un cuerpo sano nos dan una gran sensación de
bienestar que nos impulsa favorablemente y nos permite fortalecer
nuestras relaciones humanas en el sentido más amplio.
Se dice que “Somos lo que comemos”, pero en realidad
somos lo que nuestra autoestima dice sobre nosotros. Comer es una
necesidad y un placer y según nos sintamos con nosotros mismos, podemos
comer demasiado, comer muy poco e incluso dejar de hacerlo. Date cuenta
de la razón que te lleva a comer de una forma u de otra. La solución no está fuera, sino dentro de nosotros mismos.
Me gusta mucho la interpretación de la autoestima que nos da Bonet (1997),
que la define como un concepto multidimensional, que engloba, entre
otros, las siete “Aes de la autoestima“ y yo le añadiría otra “A” más,
la de Alimentación.
• Aprecio de uno mismo como persona,
independientemente de lo que pueda hacer o poseer, de tal manera que se
considera igual, aunque diferente, a cualquier otra persona.
• Aceptación tolerante de sus limitaciones,
debilidades, errores y fracasos, reconociendo serenamente los aspectos
desagradables de su personalidad.
• Afecto: Actitud positiva hacia sí mismo, de tal manera que ser encuentra bien consigo misma dentro de su piel.
• Atención y cuidado de sus necesidades reales, tanto físicas como psíquicas.
• Autoconsciencia, es decir, darse cuenta del propio mundo interior y escucharse a sí mismo amistosamente.
• Apertura, actitud abierta y atenta al otro,
reconociendo su existencia y afirmándolo, lo que parte del
reconocimiento de que no podemos vivir de forma aislada e independiente
de los demás.
• Afirmación: las afirmaciones son herramientas
muy buenas para reemplazar conceptos negativos que ya no sirven. Con las
afirmaciones se puede superar creencias, conceptos y actitudes acerca
de uno mismo.
• Alimentación: podría estar incluida en
Atención, pero la considero tan importante que creo que puede tener un
apartado por sí sola, ya que una alimentación adecuada es indispensable
para favorecer todos los puntos anteriores.
Nunca es tarde para empezar a quererse, es decir, a cuidarse !!!!
Fuente: alimentacionysalud.universiablogs.net
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