lunes, 4 de enero de 2010

Comienzos de la Producción Vitivinícola Argentina

La historia de la vitivinicultura Argentina se remonta a la época de la colonización, ya que el cultivo de la vid estaba estrechamente unido con las prácticas agrícolas del colono español.

A mediados del siglo XVI, los conquistadores llevaron al Cuzco (Perú) las primeras plantas de vid, de la especie Vitis vinífera. Desde allí fue conducida a Chile en 1551 y luego introducida a la Argentina por vecinos de Santiago del Estero, seis años después. Desde esta provincia se propagó el cultivo hacia el centro, oeste y noroeste del país.


Los antiguos pobladores y soldados consumían vino y pasas, como alimento calórico. Los sacerdotes católicos que vinieron a estas tierras como misioneros, también implantaron viñedos en las cercanías de sus conventos con el fin de poder contar con el vino, que indispensablemente requerían para celebrar la Santa Misa, contribuyendo así a su difusión en las zonas ecológicamente aptas.

No existen datos exactos sobre la fecha de implantación de los primeros viñedos en Mendoza y San Juan, aunque algunos historiadores opinan que se realizaron primero en esta última provincia, entre los años 1569 y 1589.

En resumen puede decirse que la Vitis vinífera llegó a la República Argentina a mediados del siglo XVI. De un modo u otro, los conquistadores y colonizadores, soldados o sacerdotes, no imaginaron que habían puesto la piedra fundamental de una gran industria que con el tiempo transformaría esta región, conocida en aquel entonces por su aridez, las montañas abruptas y la soledad inhóspita en que vivían esos austeros pueblos, en verdes y extensos oasis.

Favorecida por óptimas condiciones climáticas y de suelo, la vitivinicultura manifestó un amplio y acelerado desarrollo, principalmente en las provincias andinas. AI comienzo se producía en volumen reducido, limitado a satisfacer las necesidades de las pequeñas comunidades de la colonia.

Se debieron afrontar diversas dificultades, por un lado la aridez del clima obligó a construir diques y sistemas de riego artificial y por otro lado la competencia de productos provenientes del viejo mundo.

No obstante, el aislamiento determinado por las enormes distancias con otros centros poblados hizo que pronto la producción superara la demanda de consumo en las zonas de origen lo que obligó a preparar pasas con las variedades más adecuadas y a elaborar los mostos con renovadas técnicas para su envío a otros lugares.

En aquella época, la elaboración de vinos, si bien, rudimentaria y realizada en pequeña escala y en forma doméstica, era un procedimiento generalizado entre los mismos viñateros, quienes llegaron a obtener bebidas de excepcional calidad.

A principios del siglo XVII, ya se habla en las crónicas de la época, de la abundancia de la cosecha de uvas y otras frutas, cereales y aceitunas. También se menciona el naciente comercio de esta región alejada del Río de la Plata. Refiriéndose a los vinos cuyanos, se decía que eran muy generosos y tan buenos que, a pesar de las largas travesías que debían afrontar en carretas a través de las pampas hacia Tucumán y Buenos Aires, legaban a destino sin ningún daño y con tanta abundancia, que abastecían a todas esas regiones y hasta el Paraguay. Para el transporte de los vinos se usaban tinajas forradas con totora o pellejos. A fines del siglo XVIII comenzaron a emplearse en escala importante, las pipas y barriles de madera.

El desarrollo de la industria vitivinícola fue lento en sus primeros tiempos, pero a partir de 1853, la región vitivinícola más importante del país sufrió una transformación debido a una serie de hechos auspiciosos, entre los que se pueden destacar: la pacificación y la organización constitucional del país, la creación de una Quinta Normal de Agricultura en Mendoza (fue la primera Escuela de Agricultura de la República Argentina), la llegada del ferrocarril, conectando lejanas poblaciones con la salida al mar, y el dictado de leyes de aguas y tierras que permitieron la colonización.

Quizás el hecho más importante fue el aporte de una gran corriente inmigratoria europea, compuesta por hombres conocedores del quehacer vitivinícola, lo que posibilitó un cambio sustancial en el cultivo de la vid y dio un gran apoyo a esta industria. Estos inmigrantes trajeron consigo nuevas técnicas de cultivo, otras variedades de vid aptas para la elaboración de vinos finos, que encontraron en nuestro país un hábitat ideal para su desarrollo, y la innovación de las prácticas enológicas utilizadas en las bodegas. Pero fundamentalmente legaron su cultura y entrañable amor por estas actividades, indisolublemente arraigadas con sus milenarios orígenes que afortunadamente dejaron a sus herederos.

Uno de los indicadores más claros de los cambios que marcan la historia de nuestra vitivinicultura, es la importancia otorgada a la capacitación y perfeccionamiento de los técnicos que llevaban a cabo la actividad. Así, sus resultados, con el correr de los años, se evidenciaron en la mayor calidad de los productos obtenidos. Muchos de los hombres que tenían en sus manos las decisiones políticas y económicas de la naciente república, sin duda los que tenían visión del progreso adquirida en los grandes centros. culturales europeos, se decidían firmemente por la educación agrícola.

En el año 1900 comienza a funcionar la Bodega Escuela en la Provincia de Mendoza y lo que hasta entonces se había desarrollado al impulso de la voluntad y la experiencia, se convierte a partir de este momento en un movimiento basado en la ciencia y en el estudio. Por ello se considera que la Bodega de la Escuela de Enología de la Ex Quinta Agronómica es un verdadero hito que marca el antes y el después de la cultura vitivinícola, ya que, de una etapa caracterizada por el trabajo fecundo, se pasa a otra cuyo distintivo predominante es la práctica metodológica de los fundamentos científicos y técnicos de la Enología.

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