En el país hay más de 7 millones de hipertensos, pero más de la mitad lo
 desconoce. La enfermedad afecta a las arterias de todo el cuerpo y 
mulitplica el riesgo de infarto de miocardio y de ataque 
cerebrovascular: de hecho, 9 de cada 10 argentinos que sufrieron un ACV 
tenían presión alta persistente. Además, compromete la salud renal y la 
visión. Es importante diagnosticarla y tratarla antes de que los daños 
que genera atenten contra la vida. 
Por repetida, desconocida. Desatendida, subestimada, riesgosa. En 
Argentina, la hipertensión arterial afecta a alrededor de un tercio de 
los adultos y, aunque multiplica el riesgo de accidente cerebrovascular 
(ACV) y de infarto de miocardio, más de la mitad de los enfermos 
desconoce que sufre el problema y sólo uno de cada cuatro, lo trata.
El
 incremento de personas hipertensas preocupa en todo el mundo. Según la 
Organización Mundial de la Salud, la enfermedad se cobra más de 7 
millones de vidas anuales en todo el mundo y afecta a personas cada vez 
más jóvenes. En nuestro país, según datos de la  Fundación Cardiológica 
Argentina (FCA), está presente en más de 1 de cada 10 adultos jóvenes 
(de hasta 45 años) y su prevalencia trepa al 50% en los mayores de 65 
años. "Hasta los 50 años es hasta cuatro veces más frecuente en los 
varones, pero las estadísticas se igualan en ambos sexos cuando la mujer
 termina su edad fértil", explica a Entremujeres el doctor Jorge Lerman,
 presidente de la FCA.
"La mujer se preocupa habitualmente por 
realizar la consulta al ginecólogo, por  su temor al cáncer 
ginecológico. Sin embargo, la enfermedad cardiovascular es la primera 
causa de muerte en la mujer", advierte la doctora Judith M. Zilberman, 
del Instituto Cardiovascular de Buenos Aires (ICBA). El riesgo se 
incrementa notablemente a partir de la postmenopausia. 
Preocuparse
 y ocuparse de esta afección que, por habitual, se subestima, es 
crucial. La hipertensión no suele presentar síntomas hasta que el daño 
en las arterias y otros órganos pone la salud (y la vida) del paciente 
en zona de riesgo. Por eso, los expertos subrayan que el monitoreo de la
 presión arterial a través de chequeos clínicos periódicos es clave, ya 
que el control de la enfermedad desmorona un 40% el riesgo de accidentes
 cardiovasculares y reduce un 20% la probabilidad de un infarto, según 
estadísticas del ICBA.
Vale el alerta. Las huellas que la hipertensión imprime en el cuerpo son graves.
 Puede enfermar las arterias del cerebro; puede obstruir las arterias 
coronarias, causando ataque al corazón o infarto de miocardio; puede 
derivar en una insuficiencia cardiaca (a partir del agrandamiento del 
corazón); puede afectar las arterias del fondo de ojo, perturbando 
seriamente la visión; puede deteriorar el funcionamiento de los riñones 
hasta producir insuficiencia renal; puede ocluir las arterias de los 
miembros inferiores con dolores que dificulten la marcha... El doctor 
Lerman enumera todos estos riesgos y subraya: "Es importante comprender 
que cualquiera de estas situaciones puede desencadenar la muerte".
Hipertensión y cerebro
Por
 falta de campañas de educación para la salud, la sociedad no suele 
dimensionar los alcances y riesgos de la  hipertensión. Desconoce, por 
ejemplo, que la relación entre presión alta y ACV es, por lo menos, 
estrecha: "La presión alta es el factor de riesgo más frecuente para dos
 de las más devastadoras epidemias neurológicas de nuestro siglo: el ACV
 y la demencia", dice a Entremujeres el doctor Luciano Sposato, director
 del Departamento de Neurología del Instituto de Neurología Cognitiva 
(INECO) y director del Centro de Stroke del Instituto de Neurociencias 
de la  Fundación Favaloro, y sorprende con un dato: "9 de cada 
10 argentinos que han sufrido un ACV son hipertensos. El problema es que
 más del 70% de estos pacientes no sabían que lo eran o no tenía un 
tratamiento adecuado", dice.
En general, explica Sposato,
 "la gente le teme al pico de presión porque piensa que puede causarle 
un ACV. Sin embargo, el verdadero efecto negativo de la hipertensión se 
produce cuando la presión arterial está elevada en forma crónica. Es 
decir, el daño que produce la hipertensión sobre el cerebro y de otros 
órganos ocurre porque el chorro de sangre que corre por las arterias 
impulsado desde el corazón orada o desgasta las paredes arteriales, 
haciéndolas más susceptibles a romperse o a formar ateromas (placas de 
colesterol y otros constituyentes de la sangre). Si la arteria cerebral 
se rompe, se produce un ACV hemorrágico o hemorragia cerebral; si se 
tapa por un ateroma, se produce un ACV isquémico o infarto cerebral", 
precisa el especialista.
La hipertensión también puede aumentar el
 riesgo de sufrir un ACV, indirectamente, a través de otro mecanismo. 
"Al mantenerse elevada en forma crónica puede predisponer al corazón a 
desarrollar una arritmia cardíaca llamada fibrilación auricular. La 
misma suele producir coágulos en las cavidades del corazón que viajan 
por las arterias cerebrales hasta que en algún momento, al no poder 
seguir avanzando, las tapan y producen un ACV isquémico", explica 
Sposato.
Otro riesgo "cerebral" derivado de la hipertensión es la 
demencia. "La demencia es la alteración de las funciones intelectuales, 
aquellas que nos permiten memorizar, razonar, resolver problemas, 
programar actividades complejas, interpretar metáforas, ironías o 
sarcasmos, etc. Sabemos desde hace muchos años que la hipertensión y 
otros factores de riesgo como la diabetes y el cigarrillo aumentan el 
riesgo de demencia vascular. Lo que aprendimos más recientemente es que 
la hipertensión también produce otro tipo de demencia, que es la 
Enfermedad de Alzheimer", apunta el doctor Sposato.
Los órganos "blanco"
La
 hipertensión atenta contra el músculo cardíaco, porque demanda al 
corazón un esfuerzo extra para dsitribuir la sangre por el organismo. 
Ese esfuerzo continuado puede producir un agrandamiento del corazón 
generando insuficiencia cardíaca. Además, la presión alta aumenta 
considerablemente el riesgo de infarto de miocardio y multiplica hasta 
tres veces la posibilidad de tener un angina de pecho.
Además del 
cerebro y el corazón, la hipertensión es un factor de riesgo de la 
enfermedad renal crónica (ERC). Al haber una mayor presión en los vasos 
sanguíneos que recorren todo el cuerpo, los riñones no pueden realizar 
correctamente la tarea de filtrar la sangre y se ven afectados.
Este
 punto tiene que ver con algo tan repetido como poco aclarado: el 
consumo excesivo de sal. Los riñones están diseñados para equilibrar la 
ingesta de sal que hacemos a través de los alimentos de acuerdo a las 
necesidades que tenemos. Cuando hay exceso de sodio en sangre, se 
produce retención de líquidos y este aumento de volumen eleva la 
presión.
También la visión se ve afectada por la hipertensión 
crónica, porque genera roturas en las arterias del ojo (retinopatía 
hipertensiva) y hasta puede terminar en ceguera.
La huella de los malos hábitos
Rastrear
 las causas de la hipertensión no es fácil. Sólo el 5% de los casos 
tiene un factor que la dispara, que puede ser: estrechez en las arterias
 renales o enfermedad propia de los riñones, afección en las glándulas 
suprarrenales o en tiroides, o una anomalía congénita de la arteria 
aorta. "El 95% restante padece 'hipertensión primaria o esencial', es 
decir, sin causa conocida. Los médicos no conocemos la causa de la 
enfermedad pero sí sabemos diagnosticarla, estudiarla y tratarla con 
éxito, evitando sus graves consecuencias", explica el doctor Lerman.
Ahora
 bien: aunque no se puedan detectar las causas en el 95% de los casos, 
sí se pueden identificar factores de riesgo, situaciones que pueden 
favorecer fuertemente su aparición: "la predisposición genética, el 
tabaquismo, la obesidad, el sedentarismo, el estrés emocional y el 
exceso en el consumo de sal –enumera Lerman-. Salvo la predisposición 
genética, los demás factores son prevenibles y erradicables. Toda la 
población, y particularmente los pacientes hipertensos, deben evitarlos.
 Esta es la forma más efectiva y barata de luchar contra la hipertensión
 arterial".
Sin duda, los malos hábitos han aumentado la prevalencia de la enfermedad a lo largo de las décadas. "La hipertensión no existe en el reino animal:
 sólo se detecta en el hombre y, además, era muy rara en los pueblos de 
la Antigüedad. La incorporación de un excedente de sal en la 
alimentación, ya sea en la conservación de los alimentos, durante la 
preparación en la cocina o el agregado en la mesa ha sido un factor 
importantísimo en el incremento de su mayor prevalencia en las últimas 
décadas. Además, nuestras comunidades fuman, son más 
sedentarias, más obesas y más sometidas al estrés emocional, todos 
factores de riesgo muy importantes", señala Lerman.
El 
estrés emocional crónico eleva la presión porque altera los mecanismos 
que la regulan, confirma a Entremujeres el doctor José  Bonet, médico 
psiquiatra del Centro de Vida de la Fundación Favaloro. "Uno observa que
 las personas con hipertensión tienden a responder de manera exagerada 
frente a estímulos cotidianos considerados estresantes por el sujeto. Se
 los considera híper-reactores porque generan, entre otras cosas, un 
exceso de cortisol y de actividad nerviosa simpática. Si esto ocurre 
seguido, si se vuelve crónico, se producen lesiones en el corazón y en 
la pared de las arterias y se alteran los mecanismos que normalmente 
regulan la presión arterial", explica. Según el especialista, las 
emociones que tienen mayor impacto en la hipertensión en particular y en
 la salud cardiovascular en general son la ira y la hostilidad.
Preocuparse para ocuparse
El
 énfasis en los riesgos y complicaciones de la hipertensión se justifica
 en la importancia de tomar conciencia, consultar al médico y adherir a 
un tratamiento que permita controlarla. Es fundamental evaluar la 
presión desde la juventud e incluso desde la infancia cuando hay 
factores que lo ameriten: al ser una enfermedad con una importante base 
genética, los hijos de pacientes hipertensos deben ser controlados 
anualmente a partir de los 3 años, ya que tienen un riesgo aumentado 
respecto a los hijos de padres con presión normal. "La hipertensión en 
jóvenes suele ser más agresiva y tiene más tiempo para agredir a los 
órganos blanco: el cerebro, el corazón, la vista y los riñones", explica
 el doctor Lerman. La detección precoz es clave.
"En la actualidad
 existen estudios no invasivos que permiten identificar precozmente 
alteraciones de estos vasos sanguíneos, como el eco Doppler, el eco 
"tracking", la medición de la distensibilidad arterial", subrayan en la 
Fundación Favaloro.
El primer profesional que debe ser consultado 
es el médico de familia, el clínico de cabecera, que debe detectar el 
problema y avanzar en los análisis y en el diagnóstico para definir las 
estrategias preventivas y curativas. En la mayoría de los casos es 
necesario prescribir medicación y el seguimiento debe ser estrecho y 
prolijo para comprobar los resultados o la aparición de efectos 
colaterales. La medicación actual es segura y efectiva si el paciente 
sigue estrictamente las indicaciones profesionales: no debe 
automedicarse ni saltear dosis ni suspender tratamientos sin indicación 
médica. El rol del cardiólogo es fundamental en los casos más difíciles,
 rebeldes al tratamiento, con mayor riesgo o con complicaciones 
cardiovasculares.
Controlar la presión arterial una vez instalada 
la hipertensión es un proceso que lleva tiempo y exige compromiso por 
parte del paciente. "Según datos del Consejo Argentino de Hipertensión 
Arterial de la Sociedad Argentina de Cardiología, sólo el 17% de los 
hipertensos logra un buen control de la presión arterial. Sin embargo, 
en el ICBA comprobamos que si el paciente recibe una educación adecuada,
 sigue una 
 y un plan de ejercicio y toma la medicación regularmente, más del 50% 
logra controlarla adecuadamente", asegura el doctor Alberto Villamil, 
Jefe de Hipertensión Arterial del ICBA.
El doctor Sposato coincide
 en el valor del tratamiento y control de la enfermedad. "Varios 
estudios científicos han demostrado que el control estricto de la 
presión mediante la dieta, el ejercicio aeróbico y el uso de medicación 
(cuando es necesaria) disminuyen el riesgo de ACV y de demencia. El 
secreto del éxito es ser muy prolijos en el control de la presión, no 
abandonar la medicación y consultar al médico de cabecera con 
frecuencia", dice.
En el caso de las ,
 la doctora Judith M. Zilberman, del ICBA, destaca que es importante 
controlarse la presión "porque sólo una de cada 3 mujeres tiene los 
síntomas  típicos de dolor  de pecho que tiene el hombre. Un tercio de 
las mujeres  presentan  síntomas 'atípicos' como cansancio, falta de 
aire,  palpitaciones y dolor  de abdomen. Si bien estos síntomas no son 
 exclusivos de la enfermedad  coronaria, en su presencia se aconseja  
consultar al médico clínico y al  cardiólogo", explica.
En lo que hace a la medicación, Zilberman advierte que "en mujeres fértiles con posibilidad de embarazo está contraindicado el uso de algunas drogas (inhibidores de la enzima de conversión y bloqueantes de los receptores) durante la edad gestacional por tener efectos teratogénicos".
 La hipertensión arterial debe ser controlada especialmente durante el 
embarazo, porque puede generar riesgos para la madre y para el bebé.
De
 todos modos, el primer paso (y el más importante) para controlar los 
valores de la presión arterial es eliminar los factores de riesgo 
erradicables:
1)  No fumar y tratar de no permanecer en ambientes con humo de tabaco.
2)  Mantenerse en el peso ideal.
3)
 Consumir muy poca sal: se recomiendan no más de 5 gramos por día. Para 
ello, evitar los alimentos envasados o conservados, emplear mínimamente 
la sal común al cocinar y consumir sal libre de sodio en la mesa. 
Utilizar cualquier otro tipo de condimentos naturales.
4) Practicar sesiones de 30 a 45 minutos, no menos de 4 veces por semana, de una actividad física aeróbica.
Este
 último punto es clave, porque muchas personas hipertensas sienten temor
 a la hora de hacer ejercicio o practicar algún deporte. Consultado por 
Entremujeres, el doctor Oscar Mendoza, cardiólogo y deportólogo del 
ICBA, tranquiliza: "el ejercicio físico beneficia a los pacientes con hipertensión,
 ya que ayuda a bajar la presión arterial. Es una herramienta 
terapéutica no-farmacológica recomendable para el paciente hipertenso". 
El especialista explica que sólo existen contraindicaciones para 
"aquellos pacientes en que el tratamiento que se esté llevando a cabo no
 logre mantener controladas las cifras de presión arterial".
Mendoza
 recomienda "no llevar a cabo ejercicios con sobrecarga (complemento o 
pesas), ya que los mismo incrementan las cifras de la presión en 
comparación con los ejercicios aeróbicos", y sugiere "las caminatas, el 
trote, la bicicleta, la natación y los deportes grupales en los que se 
pueda controlar correctamente la intensidad que desarrolla el mismo".
En
 lo que hace a las emociones, también podemos operar, tomar cartas en el
 asunto. "Lo más importante -y a veces lo más difícil- es que la persona
 iracunda, gruñona, tome conciencia de su situación. Si cree que la 
culpa siempre es de los demás, no ayuda –explica el doctor Bonet--. En 
el caso de las personas iracundas, el tratamiento se basa en tres 
pilares fundamentales: la psicoterapia, para tratar de modificar los 
pensamientos automáticos que genera la ira (puede hacerse en forma 
individual o en programas de control de la ira, que son grupales y de 
tiempo limitado, como el que funciona en el Centro de Vida de la FF); 
las terapias físicas, para intentar recuperar la capacidad corporal de 
relajación; y, por último, en los casos más graves, medicación".
Como dice la doctora Carol  Kotliar, directora del Centro de Hipertensión del Hospital Universitario Austral (HUA) y creadora, junto con el doctor Sergio Volman y la licenciada en nutrición María Emilia Mazzei, del manual Manejo saludable de la hipertensión arterial,
 "cada individuo nace con una identidad genética que le otorga cierta 
protección o fortalezas, y ciertas debilidades o vulnerabilidades, en 
cuanto a salud y enfermedad. Es sobre el terreno vulnerable donde 
debemos trabajar para mejorar el estilo de vida y nuestros hábitos son 
las llaves que permiten o evitan que la enfermedad cardiovascular se 
manifieste".
CLAVES: el ABC de la hipertensión
*
 Para comprender el problema de la hipertensión,      es clave entender 
primero qué es la presión sanguínea y por qué se eleva.      El profesor
 Jorge Lerman, presidente de la FCA, explica: "El aparato      
circulatorio está integrado por una bomba central (el corazón) y un     
 sistema de conductos (vasos sanguíneos: arterias y venas). La función 
del      corazón es contraerse (sístole) y relajarse (diástole) de 
manera rítmica y      permanente, con el objeto de hacer circular la 
sangre a través los vasos      sanguíneos y distribuirla por todos los 
aparatos y órganos del cuerpo y      así nutrir y oxigenar los tejidos y
 las células. La fuerza de las      contracciones sistólicas es lo que 
genera la presión de la sangre dentro      de los vasos sanguíneos: es 
lo que llamamos presión arterial".
* La presión arterial      se 
mide en milímetros de mercurio y en general se determinan dos valores:  
    la máxima o sistólica (se produce en el momento de la sístole o fase
 de      contracción del corazón) y la mínima o diastólica (se produce 
en la      diástole o fase de relajación del corazón).
* Se 
considera que la presión      arterial normal debe ser menor de 140 para
 la máxima y de 90 para la mínima. Controles      superiores a esas 
cifras se consideran hipertensión arterial, siempre y cuando la 
situación sea persistente.
* La presión arterial      cambia cada 
vez que el corazón late. Puesto que el corazón late en      promedio 
100.000 veces por día, todos las personas tienen 100.000      presiones 
distintas cada día. Por ello, es importante que cuando se toma      la 
presión se realicen al menos 3 mediciones para calcular el promedio que 
     es un dato más confiable.
* Definir que alguien      es 
hipertenso requiere de un diagnóstico preciso, en manos de      
especialistas. Un pico de presión o algunos eventos esporádicos no      
suponen, necesariamente, una confirmación de la enfermedad. La      
presión arterial es una variable dinámica que puede cambiar según 
diversas      situaciones fisiológicas. Durante el sueño, por ejemplo, 
la presión baja,      y durante la actividad física, la actividad sexual
 o ante una crisis      emocional, la presión máxima aumenta. Durante 
las primeras horas de la      mañana, inmediatamente luego de despertar,
 se suelen detectar valores      altos de presión.
* La 
hipertensión daña      las arterias de todo el organismo, pero afecta 
especialmente el cerebro,      el corazón, el riñón y la       retina. 
Por ello sus efectos a largo plazo son el ACV,      el infarto, la 
insuficiencia cardíaca, la insuficiencia renal y la pérdida      de 
visión. También produce obstrucción en la circulación de las piernas e  
    impotencia sexual en los varones.
La hipertensión es      
particularmente perjudicial en quienes tienen otros factores de riesgo  
    como diabetes, colesterol alto, obesidad o tabaquismo. En ellos, la 
     posibilidad de un evento cardiovascular se multiplica hasta 4 
veces.
* Las mujeres, luego      de la menopausia, tienen mayor 
riesgo de desarrollar hipertensión y sufrir      complicaciones.El buen 
control de      la presión arterial reduce en promedio un 40% los 
eventos      cerebrovasculares y en un 20% los eventos coronarios.
Foto: Thinkstock Photos 
Fuente: entremujeres.com 

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