martes, 21 de mayo de 2013

Ante la caída de las exportaciones, las bodegas chicas tambalean

Tras una década en la que el negocio vitivinícola para las pequeñas bodegas parecía fructífero, la etapa de concentración llegó. El amesetamiento del mercado externo sumado a las complejas condiciones generales para producir en Argentina, que presionan con fuertes aumentos de costos e incertidumbre, anuncian el final de un ciclo de expansión. 

La caída de las exportaciones de embotellados genera grandes problemas al sector, que sería uno de los más afectados por la baja en los segmentos de precios de menor valor.

Un informe con los últimos datos actualizados por la AFIP en 2011, indicó que el 53,3% de las bodegas del sector son microempresas, 27,8% son pequeñas, el 14,6% son medianas y el 4,2% son grandes. Estas últimas, venden el 69,6% del total del sector, mientras que las microempresas efectúan ventas por el 1,4 % del total.

Para el organismo nacional están catalogadas como micro bodegas aquellas en las que las ventas por su actividad industrial no supera los $ 1,8 millón, mientras que pequeñas empresas son aquellas que tienen una facturación de hasta $ 10,3 millones.

Datos obtenidos de la entidad gremial Bodegas de Argentina, que nuclea a más de 250 establecimientos, indican que el 70% de su nómina de socios corresponde a pequeñas bodegas, mientras que desde la Unión Vitivinícola Argentina, comentaron que el 50% de sus socios son pequeñas bodegas.

El problema de la escala
Referentes vitivinícolas aseguran que la problemática del sector se agrava día a día y que la situación en los últimos meses se ha vuelto insostenible. 

"La realidad del sector vitivinícola, en general, es preocupante y quizá entre los pequeños productores un poco más. Creo que la situación económica de nuestro país hoy exige una mayor atención en cuanto a los costos tanto de producción como de elaboración y fundamentalmente de comercialización", señala el enólogo Walter Bressia, quien tiene su propia pequeña bodega de vinos de alta gama.

Bressia asegura que muchos productores pequeños de vinos se iniciaron en esta actividad con la ilusión de producir un vino que los identificara, estar presentes en las góndolas de supermercados, vinotecas, restaurantes.

"Ese mismo afán los llevó a acceder a concesiones con sus clientes que no pudieron sostenerse en el tiempo y que los está llevando a una situación de gran confusión e incertidumbre de cara al futuro cercano", indica el winemaker.

Según datos del Instituto Nacional de Vitivinicultura sobre los vinos despachados al mercado interno en 2012, el 82,6% se comercializó en las franjas de precio que se ubican por debajo de los $ 16. 

Con estos precios, una gestión de costos milimétrica se hace muy necesaria para sobrevivir. Desafío al que las bodegas pequeñas deben sumar, además, la falta de financiamiento y el achique de estructura, un problema transversal a todo el segmento.

Gustavo Caligiore de Bodega Lihué, indicó que "es un momento difícil, cuando hay que ser muy cuidadoso, estar muy atento a la gestión financiera de la empresa, trabajar sobre el diseño de los productos y eliminar costos superfluos, o sea aquellos que no generan valor real".

Caligiore asegura que hay que hacer hincapié en eficientizar los costos, es preciso conservar mercados y "trabajar muy de cerca con el canal comercial, porque creo que es una situación coyuntural que va a modificarse".

"Los problemas de competitividad que se enfrentan al ser una bodega pequeña no son menores. Los altos costos de producción debido a la elaboración de volúmenes pequeños inciden de gran manera en los ejercicios anuales, así también como en el día a día. Además, intervienen otros factores relacionados con la comercialización, como es el caso de la sobreoferta de productos en el mercado proveniente de grandes empresas", señala Federico Cassone, de Bodega Familia Cassone.

Competitividad diezmada

La falta de competitividad en el exterior y en el mercado interno es un problema recurrente en el sector vitivinícola. De las 952 bodegas elaboradoras, lo sufren tanto grandes como chicas pero las más débiles de la cadena están empezando a resquebrajarse.

"Toda la economía está enfrentando una situación muy complicada. Por un lado suben los costos y, por el otro es imposible aumentar los precios de los propios productos al mismo ritmo, especialmente en el mercado exterior", dijo el gerente general de Viñas Don Martín, Andreas Vollmer. El empresario se mostró preocupado y aseguró que están obligados a achicar estructuras y a
ser cada día más eficientes con menos recursos.

Juan Pablo Marchena, de Bodega La Abeja, relata que hoy las bodegas se han convertido en vendedoras de insumos secos. "En esta instancia, si analizamos todo, lo más barato que vendemos es el vino. Con esta inflación el precio de los insumos secos ha crecido enormemente. Esto no nos permite mantener una trayectoria en el tiempo, estamos perdiendo rentabilidad".

En este mismo sentido, Ignacio Reina, de Bodega Los Cerrillos, indicó que "no hay señales de que la situación vaya a cambiar en el corto o mediano plazo, al contrario, creo que va a empeorar. Ojalá me equivoque pero, de acuerdo con lo dicho por el gobierno, no va a haber cambios mayores en las variable macro, por lo que vamos a seguir teniendo un dólar barato con insumos caros. Si a nuestros problemas le sumamos una demanda exterior retraída por lo problemas económicos que hay en Europa con proyecciones de crecimiento bajas, hace q el futuro a corto plazo no sea alentador".

Según datos de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa, la vitivinicultura anualmente genera en mano de obra directa empleada (permanentes y temporarios) 97.655 puestos de trabajo. En promedio, son las empresas chicas las que traccionan este número.

Para Bressia la situación de una bodega pequeña termina por agravarse si la marca no se ha consolidado tanto en el exterior como en el mercado interno, en donde puede ser fácilmente reemplazada por la de otro productor que tiene condiciones de precio más atractivas. "Esta situación es letal ya que ese productor ha incurrido en un esfuerzo económico - financiero muy importante. Con endeudamiento de por medio y frente a compromisos contraídos que no se pueden eludir, se piensa en bajar los precios para hacerle frente a los compromisos a valores que rayan el costo y muchas veces lo superan con el nefasto resultado que todos conocemos", dice el winemaker.

Caligiore admitió que están frente a una situación muy complicada y sostuvo que "es muy difícil competir sin estabilidad; los mercados externos no están acostumbrados a ello y nuestros competidores tienen economías previsibles. La industria vitivinícola tiene un período de repago de inversiones muy extenso y demandas de capital de trabajo relativamente altas, todo esto en un contexto de tanta volatilidad económica y desconfianza política impide el normal desarrollo de la actividad".

Futuro complejo
Las perspectivas para lo que resta del año son muy poco alentadoras para el sector. Los empresarios no auguran buenas ventas y aseguran que la situación macro terminará por recortar la alicaída rentabilidad del sector. 

"Es un período de baja rentabilidad y, por tanto, escasez de fondos y problemas de liquidez. Por ello los desafíos pasan por revisar la cadena de valor, apostar a la calidad entendida como satisfacción del consumidor eliminando todo lo que no tenga un real impacto y valoración de parte del consumidor", dice Caligiore.

Vollmer aseguró que las perspectivas no son las mejores. "Va ser un año duro y con muchos desafíos. Espero que el marco político y económico mejore para que seamos nuevamente más competitivos", indicó.

"Las pequeñas empresas deberán reinventarse y estar muy atentas a los costos. Considero que a pesar de las dificultades, es mucho menos riesgoso insistir con las exportaciones, estando muy atentos a los precios de venta y pensando a futuro, porque el mercado interno está colmado de vinos a valores que para una empresa pequeña es imposible competir", sintetizó Bressia.

Marchena sentenció: "El panorama es muy crítico y hacer futurismo es muy difícil. Ahora, si no se toman medidas razonables, setiembre, octubre y noviembre serán meses críticos. Las exportaciones de vino han caído, tenemos costos muy altos que no estamos pudiendo mantener".   

Fuente: http://www.losandes.com.ar/notas/2013/5/18/ante-caida-exportaciones-bodegas-chicas-tambalean-714848.asp     

Efectos profundos

Por Walter Pavón - Bodegas de Argentina Como muchos conocen, la vitivinicultura se caracteriza por ser un sector dinámico en el que conviven actores de diferentes tamaños y perfil tanto en la producción de la uva como en la elaboración de vinos. Es así que frente a las diversas variables que pueden influir en el funcionamiento de la cadena de valor vitivinícola, diferentes son los efectos que pueden provocar en cada uno de los actores que motorizan al sector. En el caso específico de las bodegas que destinan su producción tanto a mercado interno como a mercado externo se pueden encontrar empresas de diferentes dimensiones y perfiles como decíamos y que conforme cuál sea su estructura productiva, organizativa, societaria y financiera, diversos y más agudos serán los efectos que el entorno pueda provocar en cada una de ellas. Desde hace varios años la macroeconomía argentina viene sufriendo cambios que sin duda influyen en todos los sectores productivos del país y que pegan con más fuerza en algunos de las economías regionales. Lamentablemente la vitivinicultura no está ajena a todo esto y en el caso particular de las empresas de menor tamaño es decir las "pequeñas bodegas" (no sólo pymes) los efectos son más profundos y la preocupación hoy por hoy es que esos efectos puedan ser letales. Parece una expresión fuerte y preocupante, y realmente lo es si se consideran algunos de los efectos que se han generado en el desarrollo del proceso productivo de las empresas y que claramente en la actualidad las afecta. Hoy las secuelas se dan en diversos aspectos tales como la disminución en la disponibilidad de capital de trabajo provocado por un retraso en el recupero de fondos que son propios del sector (aunque en el último tiempo parece ser un proceso que tiende a normalizarse), el debilitamiento en las condiciones comerciales derivadas de las menores posibilidades de dar plazos de pago a los clientes de mercado externo y de la necesidad de subir los precios por el incremento constante en los costos internos cada vez más presente la economía en general (no nos olvidemos además que la suba de precios en el mercado internacional es imposible pues no somos formadores de precios). A ello se suma, la disminución en la disponibilidad de fondos para continuar realizando inversiones en tecnología de bodega, en mejoras en viñedos, en infraestructura productiva, en mejora de procesos, en imagen de producto, y todo lo que hace a que las pequeñas bodegas acompañen y profundicen el camino de la calidad que la industria ha comenzado a recorrer desde hace ya varios años. Si esto además lo contrastamos con las dificultades propias de empresas pequeñas, como lo son la debilidad en contar con una espalda financiera y un ágil acceso al financiamiento, la baja capacidad de negociación con proveedores y clientes (en algunos casos), la estructura organizativa muchas veces demasiado pequeña para llevar adelante un constante proceso de crecimiento, algunos inconvenientes característicos de empresa familiar, entre otros, la situación se torna muy compleja. No se ve un horizonte claro para trabajar a futuro ya que no se sabe cuál será la duración de este contexto adverso. Lo que sí está claro es que los esfuerzos de las empresas son cada vez mayores para mantenerse en un negocio que se les hace cada vez más difícil, y no sería deseable que en el mediano plazo las pequeñas empresas de una industria mano de obra intensiva, generadora de valor agregado y que posiciona la marca país en el mundo se vean imposibilitadas de seguir aportando al crecimiento de la industria y tengan que concentrarse en estrategias meramente de subsistencia. 
 
Fuente: Area del Vino

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