
Los primeros cristianos tomaron un poco de esta tradición y la mezclaron con la historia de la visita de los Reyes Magos para la celebración de la Epifanía: cambiaron el pan ázimo por pan de harina blanca y levadura, cocida en forma de rosca, endulzándolo con miel y adornándolo con frutos del desierto, como higos, dátiles y algunas nueces.
Para los cristianos, la forma circular de la rosca simboliza el amor eterno de Dios, que no tiene principio ni fin. Los confites son las distracciones del mundo, que nos impiden encontrar a Jesús.
El muñequito escondido dentro de la rosca simboliza al Niño Jesús, que los Reyes no encontraban porque la estrella desaparecía.
Esta costumbre de los cristianos de Palestina llegó a Europa y posteriormente a América.
En México, el que encuentra el muñequito de la rosca se convierte en el centro de la fiesta: se le pone una corona hecha de cartón y cubierta de papel dorado y se le da el nombramiento de padrino del Niño Jesús.
El padrino deberá vestir con ropas nuevas a la imagen del niño Jesús, del Nacimiento, y presentarlo en la Iglesia el 2 de febrero, día de la Candelaria. Después hará una fiesta con tamales y atole.
Fuente: Catholic Net.
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