viernes, 12 de octubre de 2012

¿Un cerebro en el intestino?

Así es, no es una locura, tenemos dos cerebros uno en la cabeza y otro en el intestino.
 
Quizá a ti te ha sucedido que antes de un examen tienes diarrea, o cuando tienes que hacer una exposición, te entra un hormigueo en el estómago, eso que decimos tengo un nudo en el estómago, o cuando tenemos miedo como si tuviéramos algo que nos roe por dentro. Y por lo contario al recibir una buena noticia, notas un cosquilleo gustoso que te invade el abdomen, como si en su interior revolotearan centenares de mariposas. Todas estas sensaciones tienen actualmente una explicación científica al conocerse la existencia del segundo cerebro intestinal (conocido como sistema nervioso entérico), muy parecido al que tenemos en la cabeza. 

Este cerebro tiene dos importantes funciones: una dirigir y controlar todo el proceso de digestión, y dos, colaborar con el sistema inmunitario en la defensa frente a sustancias y microorganismos hostiles.

La primera función de este cerebro abdominal o sistema nervioso entérico implica conducir la comida a lo largo de todo el tubo digestivo, digerir los alimentos, absorber los nutrientes y el agua, llegar al sistema circulatorio y al final expulsar todos los desechos. Un dato impresionante, es el siguiente: a lo largo de la vida de un hombre, circulan por sus intestinos más de 30 toneladas de alimentos y 50.000 litros de líquidos. No podemos decir que trabaja poco¡¡¡¡

Y además de lo anterior, el tubo digestivo está tapizado por millones de células nerviosas, capaces de producir una serie de sustancias psicoactivas que influyen en el estado de ánimo y sobre la salud como son los  neurotransmisores, serotonina y dopamina, entre otras sustancias.

Como vemos, el intestino utiliza los mismos neurotransmisores que el cerebro, la serotonina es un neurotransmisor implicado en las sensaciones de bienestar. El 95% de la serotonina humana se encuentra en el intestino, donde actúa como neurotransmisor, trasmitiendo información entre el cerebro “superior” y el “inferior”. No es de extrañar ya que el cerebro y el  intestino se desarrollan en la misma parte del embrión humano.

Estrés e intestino tienen conexiones realmente intensas, lo vemos claramente en los niños en los que el dolor abdominal es una respuesta muy habitual a las preocupaciones y nervios. Cuando existe estrés se produce una inflamación y esta inflamación puede conllevar una alteración de la permeabilidad intestinal que conlleva diferentes problemas  de salud.

 Fuente: alimentacionysalud.universiablogs.net

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