Tras el fin de la convertibilidad, la industria vitivinícola se
embarcó en un proceso de expansión sin precedentes, con el surgimiento
de un entramado de nuevas bodegas que nacieron bajo las "mieles" de un
tipo de cambio competitivo, uno de los pilares de la primera etapa de la
era kirchnerista.
Incluso, bajo el paraguas del dólar caro, muchas
empresas tradicionales, con decenas de años de historia, avanzaron en
una fase de reconversión para adaptarse a las nuevas tendencias de
consumo a nivel global.
Así fue como la Argentina logró pasar de realizar exportaciones de vino por u$s158 millones en el año 2001 a envíos por más de u$s847 millones el año pasado, lo que implicó un crecimiento cercano al 450% en una década.
Según Javier Merino, director de la consultora Area del Vino, "gran parte de ese enorme crecimiento que experimentó la industria vitivinícola nacional se debió al tipo de cambio".
De acuerdo el experto, fue clave también el súbito auge del Malbec,
cepa que captó la atención de críticos y consumidores del exterior,
principalmente en el estratégico mercado de los Estados Unidos,
generando un furor, aseguró, "superior al que experimentaron otros
varietales cuando se pusieron de moda, como el Syrah o el Merlot".
Sin embargo, para Merino, la lectura es contundente: sin la ventaja de un tipo de cambio competitivo, el "milagro" del vino argentino no hubiese sido posible.
El problema es que todo ese viento de cola que recibieron las bodegas nacionales, parece haber llegado momentáneamente a su fin.
En efecto, con tasas de inflación por encima de los dos dígitos durante los últimos años y un dólar que se fue devaluando de a cuentagotas, el fenómeno del atraso cambiario fue carcomiendo los márgenes de
las compañías del sector, a tal punto que al día de hoy, muchas se
están viendo obligadas a dejar atrás el negocio de la exportación,
justamente, la "panacea" que fue decisiva para el reposicionamiento de
las bodegas albicelestes a nivel global.
Este fue una de las principales preocupaciones de los empresarios y
expertos que se reunieron entre el 18 y 19 de septiembre en Mendoza, con
motivo del VIII Foro Internacional Vitivinícola, el
tradicional evento que cada año organiza Bodegas de Argentina junto a
Area del Vino y que en esta edición convocó a cerca de 900 asistentes en
la bodega Los Toneles.
En este contexto, durante el discurso de apertura, Juan José Canay,
presidente de Bodegas de Argentina, aseguró que "en la última década, el
vino argentino fraccionado tuvo un desarrollo espectacular, con tasas
de crecimiento anuales del 15% al 20%. Pero este año, lamentablemente, vemos una declinación".
"Y esta caída nos preocupa porque no es un problema de demanda. El mundo compra vino, pero el tema es que nosotros tenemos un problema de competitividad importante. Debemos trabajar en eso. Somos empresarios, optimistas por naturaleza, pero no podemos ser ingenuos", disparó el directivo.
En diálogo con Vinos & Bodegas, Merino explicó que "nuestro tipo de cambio se está retrasando, mientras
todos nuestros competidores están ganando competitividad, con lo cual
esto le produce un gran daño a la vitivinicultura argentina por los dos
lados".
Al respecto, aseguró que "el crecimiento de costos impacta primero en los vinos de menor margen, que es lo primero que se deja de exportar".
"El problema es que si el escenario de atraso cambiario se profundiza, va a seguir subiendo el nivel en el que se corta la posibilidad de exportar. Y esto va a determinar que las bodegas que puedan mantenerse en el negocio de exportación sean únicamente las que tengan más espaldas.
Así, las más perjudicadas son las pequeñas, las que no pueden mantener
su presencia en las góndolas del exterior a pérdida", acotó Merino.
En este contexto, alertó que "si encima se confirma que el Malbec entró en una etapa de madurez, esta combinación va a ser muy negativa para un amplio segmento de empresas exportadoras".
"Lo que vamos a ver es un fenómeno muy dramático: la mayoría de las
pequeñas bodegas argentinas que nacieron hace diez años para exportar y
tienen más del 60% de su portfolio concentrado en Malbec, ni van a tener tipo de cambio, ni van a tener el empuje del Malbec y, además, son chicas... todo en contra".
En la misma línea, Canay, de Bodegas de Argentina, alertó que "las
bodegas chicas que nacieron pensando en la exportación son las más
complicadas".
"También es muy difícil que puedan redireccionar todo ese sobrante al mercado interno,
que está saturado de vinos. Agregar una nueva marca es muy difícil.
Esto hace que los jugadores más chicos, que no tienen poder de
negociación, tengan que enfrentar un panorama muy duro", recalcó el
directivo.
Frente a esto, Merino aseguró que podría avanzar con fuerza un proceso de concentración:
"La mayoría de esas bodegas chicas se irá retirando a otras fases del
negocio. Van a quedar como productoras de uva, de vino a granel o
alquilarán su equipamiento. La realidad es que esas pequeñas bodegas van
a perder dinamismo en las marcas que tenían, para concentrarse en otras
fases del negocio", acotó.
Canay coincidió con que "algunas bodegas están dejando de tener presencia comercial y empezaron a elaborar vinos para terceros".
En diálogo con Vinos & Bodegas, Alberto Arizu,
director de la prestigiosa bodega Luigi Bosca, recomendó a los pequeños
bodegueros "estar atentos y seguir apostando por la industria. Que no bajen los brazos, porque en cuanto se retiran del negocio, después les resultará muy difícil volver a ingresar".
"Tienen que capear el temporal", agregó Arizu, quien aseguró que "2013 va a ser un año complicado para la industria".
Fuente: vinos.iprofesional.com
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