En 1905, cuando cumplió 55 años William Osler, el
primer profesor de medicina de la Universidad Johns Hopkins, decidió que
era hora de retirarse porque el trabajo más efectivo y vital del mundo
se hacía entre los 25 y los 40, "los 15 años dorados de la plenitud".
Mario Bunge, prolífico físico y filósofo argentino, se
jubiló no hace mucho como docente e investigador de la Universidad
McGill, en Canadá, país en el que había nacido Osler. Este año cumple
los 93, sigue estudiando y escribiendo, y da conferencias en todo el
mundo.
Estos ejemplos ilustran el drástico cambio que está
transformando a las sociedades en todo el mundo. Cada vez hay más
personas que llegan a edades que hubieran sido impensables hace sólo
algunas décadas. A tal punto, que en algunos países ya no se habla de
"pirámide", sino de "rectángulo" poblacional: hay casi igual número de
chicos y jóvenes, que de adultos mayores.
Entre 1950 y 2000, el número de personas de entre 0 y 14
apenas llegó a duplicarse, mientras que el de la población adulta mayor
se multiplicó por 3,6. Hoy, según datos del Censo 2010, el 10,2% de los
argentinos tiene 65 años o más, uno de los porcentajes más altos de
América latina. Se calcula que en 2025 será el 12,7%, y en 2050, el 19%.
Las proyecciones indican que para ese momento habrá más personas de 65 y
más años que de 15.
Es más, ser centenario, en la Argentina de hoy, no es
nada excepcional. Según el último censo, ya hay 23.483 personas de entre
95 y 99 años, y 3487, que tienen 100 y más.
Si se tiene en cuenta que el nivel de envejecimiento que
se registró en Europa en dos siglos ocurrirá en América latina en apenas
cincuenta años, resulta obvio anticipar que este nuevo escenario
introducirá enormes presiones en los sistemas de seguridad social, de
salud y de asistencia. La sociedad se enfrenta a costos que crecen en
espiral y dilemas de difícil solución. La jubilación se planificó para
individuos que vivirían algunos años después de dejar el trabajo... ¡no
para personas que tendrían tres o cuatro décadas por delante!
Tampoco las familias están preparadas. Con frecuencia,
matrimonios que están en el cenit de su exigencia profesional deben
hacerse cargo de hijos y padres simultáneamente, una múltiple
responsabilidad de gran impacto económico y emocional.
"Cuando la decadencia cognitiva es pronunciada, ver que
lo único que queda de la persona que uno conoce es el «envoltorio»,
puede ser devastador", comenta la doctora Diana Cristalli, consultora en
neurología y responsable científica de la Asociación de Lucha contra el
mal de Alzheimer (ALMA) de La Plata.
Curiosamente, en este mundo en el que cada vez hay más
adultos mayores, los jóvenes temen envejecer y los viejos envidian la
juventud. "Conviven dos visiones muy estereotipadas: el «viejismo» y el
«contraviejismo» -dice Juan Pablo Fernández, coordinador del Programa de
Protección Social de Cippec y uno de los autores de un estudio sobre
los adultos mayores desarrollado con el apoyo de la Fundación Navarro
Viola-. La primera subraya todo lo negativo [la lentitud, la degradación
física] y la otra, todo lo bueno [el tiempo libre, la sabiduría...] Lo
cierto es que no hay una vejez, sino «vejeces». Y no hay que dejarse
llevar por estereotipos."
El cambio es tan vertiginoso que ni los organismos de crédito se ponen de acuerdo sobre cuándo, exactamente, comienza la vejez.
"Los pacientes están cambiando -dice el doctor León
Schurman, ex presidente de las sociedades argentinas de Endocrinología y
de Osteoporosis, que tiene 71 años y lleva 48 de médico-. A una persona
de sesenta ya no se le puede decir «viejo». Yo veo personas de 80, 83,
88 años que escriben, estudian, están mucho más activos."
La medicina agregó años a la vida, sobre eso no hay duda.
¿Pero agregó vida a los años? Aunque la idea dominante es que la
mayoría de los adultos mayores son dependientes, los datos disponibles
parecen indicar que de los cuatro millones de mayores de 65 que hay en
el país, sólo aproximadamente el 2% vive en una institución y el 5%
tendría internación domiciliaria.
"En la vida global de una persona, hay un cúmulo de
factores que determinan si tendrá un envejecimiento patológico o normal
-dice Cristalli-. La edad agrega mayor riesgo de morbilidad, hay
traumatismos de cráneo que en su momento fueron insignificantes y con el
tiempo pueden transformarse en trascendentes [depresión neuronal
aleatoria], también inciden los factores hereditarios, las patologías
concomitantes [hipertensión crónica sostenida, diabetes], la educación
[que otorga más habilidades cognitivas «de reserva»], la estimulación
social, la alimentación... Sin embargo, si bien es posible actuar para
mejorar el envejecimiento, es imposible controlar todos los factores.
Hay que ser optimista, pero no sostener una postura inocente."
Los especialistas coinciden en que se sabe más sobre los
primeros cinco años de una persona que sobre los últimos treinta. Ya es
hora de que el tema ingrese de lleno en la agenda pública.
Centenarios
- Es el grupo de más rápido crecimiento: se multiplicó 60 veces desde comienzos del siglo XX.
- Un estudio de la Universidad de Dinamarca del Sur mostró que la longevidad excepcional no siempre conduce a niveles pronunciados de discapacidad.
- La enfermedad de Alzheimer es relativamente rara entre los que llegan a los 100. A veces, sus cerebros tienen las lesiones, pero no desarrollan la enfermedad.
- Cuatro claves para un envejecimiento saludable: la dieta, la actividad física, la salud psicoespiritual y la integración social. Algunos calculan que hasta un 70% de la longevidad puede atribuirse a los estilos de vida.
- La genética. Un estudio realizado en norteamericanos nacidos en 1900 mostró que sus hermanos tenían 17 veces más posibilidades de llegar al siglo de vida que la población general y sus hermanas, 8. Los hijos de centenarios tienen un tercio del riesgo de morir de cáncer y un sexto del de morir de enfermedad cardíaca.
Fuente: lanacion.com
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