lunes, 23 de mayo de 2011

Principado de Monaco



Situada a orillas del Mar Mediterráneo y a espaldas de Francia, el Principado de Mónaco es una ciudad-estado con playas paradisíacas y castillos emblemáticos. Tierra de fantasías y de sueños. Horizonte que coronó a la inmortal Grace Kelly y a las leyendas que su nombre despierta.

Con temperaturas subtropicales que van desde los doce a los veinticinco grados este pequeño Principado engalana la Costa Azul europea en el Sur de los Alpes. Son pocos los días lluviosos durante el año, siendo el sol un aliado indiscutido por estas latitudes. Su clima mediterráneo y su paisaje típicamente europeo sientan las bases para un entorno favorable y propicio para el turismo internacional.

Mónaco, ubicado entre el Mar Mediterráneo y Francia, es un gran puerto rodeado de castillos y un casino esplendoroso. Con sus casi treinta y tres mil habitantes es el segundo país más pequeño del mundo luego del Vaticano.

Su puerto es visita obligada de un sinfín de cruceros que con banderas internacionales navegan las míticas aguas azules. Los tres kilómetros de playa, los jardines llenos de hojas verdes y perennes, y sus aguas a dieciocho grados en verano, lo convierten en un lugar paradisíaco, bendecido por las manos de Dios y también por las del hombre.

Su régimen de gobierno corresponde con lo que se ha convenido en llamar monarquía constitucional y si bien el Principado es independiente mantiene una relación estrecha y amena con Francia, fundamentalmente en el plano económico.

Su Constitución Nacional permite la libertad de cultos pero la religión católica se impone en el territorio. El monegù, lengua tradicional de la zona, es hablado por los ancianos y aún se lo enseña en las escuelas. No obstante, el idioma oficial es el francés. El Principado de Mónaco no pertenece aún al Mercado Común Europeo pero la moneda en circulación es el Euro, si bien aún existen valores monegascos en circulación.

Podemos distinguir cuatro circuitos en este peculiar rincón de Europa: al Sudoeste el viejo Mónaco; llegando al centro geográfico se ubica la zona comercial, La Condamine; al Sudeste, La Fontvielle; y al Norte el circuito turístico por excelencia, Montecarlo.

La zona comercial La Condamine es dueña de esplendorosos jardines, propios del clima subtropical. Allí se encuentra el afamado balneario, la estación de ferrocarril y las sedes de las empresas comerciales e industriales.

Las bellísimas fuentes y obras del artista Fernando Botero tienen su asidero en Montecarlo, donde se enclava también el casino y los lujosísimos hoteles que suman brillos a la costa francesa. Cita obligada de la clase alta europea, vacacionar allí es sinónimo de alto poder adquisitivo.

La familia real reside en La Fortaleza, ubicada en la zona más antigua del Principado. Fue construida por los genoveses en 1215 y las estancias que la componen atesoran en su interior colecciones artísticas de insospechado valor.

El Museo Oceanográfico, el Museo Antropológico y el Jardín Exótico son otros atractivos imperdibles en el sur de los Alpes, allí toda la belleza natural se organiza para ser admirada por los visitantes.

En este punto del globo también se disputan importantes premios internacionales ya que el paisaje brinda las condiciones necesarias para que el circuito de Mónaco aporte la adrenalina que los amantes del automovilismo anhelan: subidas, bajadas, esquinas cerradas… es una de las pistas más fascinantes para los pilotos de la Fórmula 1 y muchas veces se utiliza también para carreras de exhibición donde se pueden apreciar reliquias sobre ruedas. Desde 1929, año tras año, el Gran Premio de Mónaco congrega a innumerables amantes de este deporte.

Visitar sus playas, pernoctar en sus lujosos hoteles y conocer su historia es una experiencia inolvidable. Todo hace del Principado un lugar donde la magia, el glamour y la naturaleza parecen comulgar en un pacto explosivo.

LA PRINCESA GRACE.

Este peculiar rincón del mundo guarda una historia azul con aires glamorosos más cercanos a los camarines de Hollywood que a los aires paradisíacos del Mediterráneo. Cuenta la leyenda que en un festival de cine en Cannes el Príncipe Rainiero, heredero del trono y descendiente de los Grimaldi -antigua casa real monegasca-, conoció y se enamoró perdidamente del cisne de Hollywood de los años cincuenta: Grace Kelly.

La primero modelo y luego actriz nacida en una familia acomodada del Estado de Philadelphia en Estados Unidos no dudó en cruzar el Atlántico y aceptar el desafío de convertirse en la reina de Mónaco a pesar de no haber sentido la flecha de Cupido en su corazón.

Las malas lenguas aseguraron que Grace no era bienvenida en la familia real, pero rápidamente su belleza y magnetismo lograron que su seducción contribuyera al crecimiento del Principado. Mónaco se convirtió entonces en un circuito turístico obligado y las revistas del corazón no dejaron de posar su mirada sobre la flamante princesa.

Todo tiene su precio en la vida y la boda, como extraída de un cuento de hadas entre Grace y el Príncipe Rainiero, puso fin a la carrera cinematográfica de la actriz, ya que era condición sine qua non que la mujer del príncipe estuviera alejada del star system.

El matrimonio comenzó a dar frutos: Alberto, Carolina y Estefanía llegaron al mundo a afianzar la unión “perfecta” que reinaba a orillas del Mediterráneo. Pero como no todo lo que brilla es oro los comentarios del alto precio que tuvo pagar Grace por renunciar a su vocación teatral no demoraron en llegar, se la relacionó con la bebida y otras adicciones que no dejaban bien parada a la familia real monegasca.

No obstante Grace, una vez consolidada su vida matrimonial se sintió tentada a aceptar la propuesta de protagonizar la película denominada “Marnie, la ladrona” dirigida por el afamado director y gran amigo personal Alfred Hitchcock. Desafortunadamente la película se estrenó sin Grace y fue liderada por la actriz Tippi Hedren… lo que dejó en claro que la fortaleza monegasca continuaba teniendo la última palabra en la vida de la Kelly.

Grace había sido ganadora de premios de la Academia, primero como actriz de reparto por su labor en “Mogambo” y luego sí como mejor actriz protagónica en “La angustia de vivir”. Mimada por estrellas indiscutidas de la pantalla grande de los años cincuenta, -con varios de los cuales no se privó la prensa de anunciar algo más que amistad- Grace murió a los cincuenta y dos años de edad en los mismos paisajes que le habían servido de escenario en la película “Atrapa a un ladrón” en 1955 dirigida también por Hitchcock con quien se comentaba la unía una estrecha relación.

Sobre su último día sólo se sabe que viajaba en automóvil con su hija menor, la princesa Estefanía -quien salvó su vida de milagro- por los entreverados paisajes del Principado… su muerte aún hoy es secreto de Estado.

Todo paraíso esconde sus propios infiernos. La vida de Grace no floreció lejos de Hollywood. A pesar de la belleza de sus playas, a pesar de la promesa dorada de convertirse en reina del corazón de Europa… la felicidad de la princesa transitaba otras carreteras.

Fuente: sololideres.com.ar

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