La provincia de San Juan limita al norte con La Rioja; al este, con La Rioja y San Luis; al sur, con Mendoza y San Luis, y al oeste, con la República de Chile. se encuentra comprendida entre los 28º '22´ y 32º 38´, de latitud sur y los 66º 43´ y 70º 38´, de longitud oeste.
La provincia de San Juan está ubicada en el centro-oeste del territorio nacional, en la región de cuyo.
HISTORIA
LOS PRIMEROS HABITANTES
- Huarpes
- Diaguitas
- Capayanes
- Olongastas
- Yacampis
LA FUNDACION
Con el avance de la conquista española, los grupos aborígenes fueron tomados para las encomiendas y en muchos casos, trasladados a otros territorios. En el año 1562, un capitán español llamado Juan Jufré y Montesa, llegó desde Chile con la misión de fundar un pueblo. El 13 de junio de 1562 se estableció la ciudad de San Juan, cuyo nombre primitivo fue San Juan de la Frontera; tiempo después una inundación del río homónimo la arrasó. Posteriormente, Luis Jufré hijo del anterior, la fundó nuevamente dos kilómetros más al sur. Y a fines del siglo XVI, toda la región estaba en poder de los conquistadores.
DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO
Nació en esta provincia en 1811. Su gran pasión fue educar al pueblo y forjar su progreso. Fundó su primera escuela a los 15 años; ésta fue apenas la primera de las muchas que habría de crear a lo largo de su vida. Llegó a ser presidente de la Nación. En la capital sanjuanina se conserva la casa donde se crió: "La casa de mi madre, la obra de su industria", como la describe en su libro Recuerdos de Provincia. Hoy es un Museo Histórico que guarda documentos, libros, fotografías y objetos que le pertenecieron.
LEYENDA DE LA DIFUNTA CORREA
Corrían los primeros años del siglo XIX cuando en La Majadita, localidad de la provincia de San Juan nació la niña María Antonia Deolinda Correa. Tenía algo más de veinte años cuando se casó con el criollo Baudilio Bustos. La pareja fue a vivir a Caucete, de donde provenía el, y poco tiempo después tuvieron un hijo.
El hombre se resistía a ir porque estaba enfermo, pero fue llevado a la fuerza, a pesar de sus reclamos y los ruegos de su esposa. Deolinda no pudo soportar el dolor de ver partir en tal estado a su marido, y decidió seguirlo para calmar en cuanto pudiera su enfermedad.
María Antonia Deolinda Correa anduvo por el camino que va hacia La Rioja y con ella llevó a su pequeño hijo. Caminó a marcha forzada, tras las huellas de la montonera que se llevaba a su marido.
En pleno desierto se le acabó el agua. Extenuada, siguió su camino, subiendo a las lomas para ver si divisaba a alguien que la pudiera ayudar. Al fin cayó en un cerro del Vallecito, derrotada por el cansancio, el calor y la sed.
Junto a uno de sus pechos quedó el niño, mamando de la madre ya muerta.
Así los encontraron unos arrieros que acertaron a pasar poco después. Ellos dieron sepultura a la difunta, en el mismo lugar en que había fallecido. Al niño, tan providencialmente salvado, se lo llevaron con ellos a San Juan, y lo pusieron al cuidado de unas mujeres generosas.
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