La leyenda cuenta que a mediados del siglo pasado, Jean Tatin, propietario de un hotel, aprovechó el desarrollo agrícola y comercial de la región francesa de Sologne, para adaptar su establecimiento a la nueva clientela. Tras su muerte, sus dos hijas, Stéphanie y Caroline, se hicieron cargo de la dirección del Hotel Tatin.
Caroline, la más pequeña, recibía a los clientes, mientras que Stéphanie se encargaba de la cocina. Era una consumada cocinera, se pasaba todo el día entretenida entre cacerolas y pucheros. Su gran debilidad era la tarta de manzana, que la servía crujiente y caramelizada.
Un día de caza entre el ir y venir de huéspedes, Stéphanie preparó a toda prisa una tarta de manzana, aunque completamente al revés. Se olvidó de poner la masa en el molde antes de incorporar las manzanas, después las colocó boca abajo y sirvió el postre sin el tiempo suficiente para que se enfriara. El desastre no fue tal ante la fascinación de los clientes que encontraron el invento un postre de lo más delicioso.
Este plato no fue muy popular, salvo en el Hotel Tatin, hasta que se sirvió en el famoso Maxim's de París.
La receta tradicional sólo utiliza manzanas, mantequilla, azúcar y masa de hojaldre. También se sirve con crema líquida, crema montada o con helado de vainilla, según los gustos más americanos.
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