jueves, 26 de noviembre de 2009

Mala Nutrición y sus consecuencias


Una mala nutrición es causada por una insuficiencia o exceso de uno o más nutrientes en la dieta. Una persona corre riesgo de malnutrición si la cantidad de energía y/o nutrientes de la dieta no satisface sus necesidades nutricionales.

La obesidad, o sea la acumulación de un exceso de grasa corporal, es una forma grave de malnutrición y ha llegado a constituir un problema de proporciones epidémicas en las sociedades ricas de los países industrializados.

El peso excesivo impone una carga extra al corazón y puede causar cardiopatía grave y otros trastornos. Las personas obesas generalmente mueren a menor edad que las de peso normal. Según estadísticas de las compañías aseguradoras, los varones con 20% de o más de sobrepeso tienen mayor riesgo de morir por cardiopatía (43%), hemorragia cerebral (53%) y diabetes (133%) que los que tienen peso normal. Un hombre con 20% de sobrepeso tiene 30 % mayor probabilidad de morir antes de la edad de jubilación que si su peso fuera normal. Y, sin embargo, un tercio de la población trabajadora en estados unidos tiene sobrepeso de 25% o más.

La obesidad puede resultar de un incremento en el tamaño o el número de adipocitos (células adiposas). Al parecer, el número de adipocitos en el adulto es determinado principalmente por la cantidad almacenada durante la lactancia y la infancia. Cuando lactantes o niños pequeños son alimentados en exceso, se forman cantidades anormalmente grandes de adipocitos. Mas tarde en la vida estas células pueden llenarse de un exceso de lípidos o encogerse, pero siempre están presentes. Se piensa que las personas con tales cantidades aumentadas de adipocitos son más susceptibles a la obesidad que aquellas que tiene cantidades de normales.

La mayoría de las personas con sobrepeso comen en exceso debido a una combinación de malos hábitos alimentarios y factores psicológicos. Cualesquiera que sean las causas subyacentes, comer excesivamente es la única forma de hacerse obeso. Aunque la retención de líquidos incrementa el peso corporal, no influye en la acumulación de grasa; los excesos de agua pueden reducirse con mayor rapidez y facilidad que los de grasa. Por cada 9.3 kcal (kilocaloría). De alimento en exceso ingerido, se almacena 1 gramo de agua. (Un alimento en excesos aproximado de 140 kcal/día durante un mes significa una ganancia de peso de medio kilogramo.)

Dado que muchas personas tiene exceso de peso, las dietas han venido a constituir una industria multimillonaria de dólares que incluye alimentos especiales, formulaciones de complementos, píldoras, libros, clubes, aparatos para adelgazar e incluso procedimientos quirúrgicos como el engrapado del estómago y la inserción dentro de éste de burbujas de plástico. Por desgracia, la obesidad no tiene una cura mágica. La única forma segura (y sana) de perder peso es restringir la ingestión de alimento (energía) de modo que sea menor que la salida de energía. Esto obliga a organismo a tomar de sus depósitos de grasa las calorías faltantes, y dado que la grasa se moviliza y quema, el peso corporal disminuye. Esto puede lograrse mejor mediante una combinación de aumento en el ejercicio y disminución de la ingestión calórica (para personas moderadamente obesas se recomienda una dieta de con 1000 a 1500 kcal). La mayoría de los nutricionistas concuerdan en que la mejor dieta reductiva es una bien balanceada que aporte calorías, principalmente en la forma de carbohidratos complejos.

Debido a que la obesidad está considerada por muchos como una alteración en los hábitos alimenticios de quienes la padecen, hay terapias que tratan de modificar este comportamiento patológico. Se enseña a los pacientes a comer sólo en determinados momentos del día o en lugares específicos, a comer despacio, y a llevar relación escrita de los alimentos ingeridos. Sólo un 15% de los pacientes así tratados consiguen una pérdida de peso aceptable y mantenida.

Mientras que millones de personas comen demasiado, muchas otras no tienen suficiente que comer o no reciben una alimentación balanceada. Incluso individuos con peso excesivo pueden estar malnutridos, las personas que sufre malnutrición suelen estar débiles, fatigarse con facilidad y ser muy susceptibles a infecciones. Por lo común tienen deficiencia de aminoácidos esenciales, hierro, calcio y vitamina A. Se estima que unos 250000 niños quedan permanentemente ciegos cada año debido a deficiencia de vitamina A en su alimentación.

De todos los nutrientes requeridos, los aminoácidos esenciales son los mas a menudo deficientes en la alimentación. Millones de personas sufren problemas de salud y presentan menor resistencia a las enfermedades debido a deficiencia proteínica. El desarrollo físico y mental de los niños se retarda cuando los componentes esenciales formadores de las células no son aportados en la alimentación. Dado que su organismo no puede producir anticuerpo (que son proteínas) y células necesarios para combatir la infección, enfermedades de la infancia comunes como sarampión, tos ferina y varicela a menudo son fatales en niños con malnutrición proteínica.

En niños pequeños, la malnutrición proteínica grave da por resultado un trastorno llamado “kwashiorkor”. Este término, una palabra africana que significa “primero-segundo”, se refiere a la situación en la cual un primer hijo es desplazado del pecho de la madre cuando nace un hermano menor. El primero recibe entonces una alimentación deficiente en proteínas a base de cereal amiláceo o mandioca. El crecimiento se suspende, los músculos se emacian, se produce edema (observado en el abdomen protuberante), el niño se torna apático y anémico, y resulta trastornado el metabolismo. Dado que las encimas digestivas mismas no pueden ser producidas sin proteína que se ingiere no se digiere. Se producen deshidratación y diarrea, que a menudo causan la muerte.

En los países desarrollados, las consecuencias de llevar una dieta muy baja en energía se da en personas que sufren de anorexia nerviosa: enfermedad que se caracteriza por el miedo intenso a ganar peso y por una imagen distorsionada del propio cuerpo (dismorfofobia). Conduce a un grave adelgazamiento debido a una dieta exagerada y a un exceso de ejercicio. Se presenta habitualmente en adolescentes, especialmente en las mujeres. La enfermedad produce alteraciones en los ciclos hormonales, una inmunodepresión con aumento del riesgo de infecciones, y aproximadamente entre el 5 y el 18% de los anoréxicos muere por desnutrición. Los pacientes también padecen a menudo bulimia: Se caracteriza por episodios repetidos de ingesta excesiva seguidos de provocación del vómito, uso de laxantes, dietas exageradas y/o abuso del ejercicio para controlar el peso. produce a veces, debido a los vómitos provocados, son problemas gastrointestinales e hipopotasemias (concentraciones bajas de potasio en sangre) graves, así como lesiones en los dientes debido a la acidez de los vómitos. Para tratar la enfermedad se utilizan diversas terapias de grupo y terapias de condicionamiento. Los antidepresivos pueden también ser efectivos, pues muchos de los bulímicos sufren también depresión.

Trastornos del comer: Anorexia y Bulimia

La comida es una parte esencial de nuestras vidas: la necesitamos para sobrevivir. Cuando nos encontramos bajo estrés, nuestro apetito y la forma en que vemos a la comida muchas veces se ven afectados.

Podemos perder el interés en comer, podemos comer más de lo usual o anhelar intensamente cierto tipo de comidas. Elegí este tipo de enfermedades ya que son las más comunes en la sociedad en la que vivimos y se dan mas frecuencia en gente de mi edad. Comúnmente todo esto se pasa cuando se resuelven las dificultades y nuestra vida retorna a la normalidad.

Sin embargo, para algunos de nosotros la comida puede convertirse en una preocupación abrumadora hasta el punto de terminar dominando nuestras vidas. Es posible llegar a un momento en el que sólo pensemos en la comida, aún cuando podamos “controlarnos” hasta el pinto de evitar comer y aún cuando tratemos de “satisfacernos” comiendo y comiendo.

Los trastornos de la conducta alimentaria

Es muy común que las personas -especialmente las mujeres- se encuentren insatisfechas con su peso y su figura. Desde los medios de comunicación, la presión es constante para que creamos que “flaco” significa lindo, exitosos, feliz y “gordo” significa “poco atractivo e indeseable”.

Además recibimos más y más consejos acerca de que tipo de comida es buena para nosotros y como debe ser nuestra figura, por lo que no es raro que muchos estemos cada vez más pendiente de nuestra apariencia o de lo que comemos.

Pero quien sufre un trastorno de la conducta alimentaria se da cuenta que su vida comienza a girar alrededor de la comida, planeando que va a comer, como evitar comer, o como compensar lo que ha comido. Esta preocupación por la comida puede parecer la única forma de manejar el estrés o la incertidumbre, provocándose una gran confusión.

“Acababa de dejar la universidad, no tenía trabajo y me sentía a la deriva en el océano. Me sentía asustada y sin posibilidad de ayuda. Lo único que podía controlar era mi propio cuerpo y lo que comía. Esto se convirtió en algo cada vez más importante. Era lo único que me hacía sentir segura.”

Aunque este comportamiento puede ayudarnos por un tiempo, a la larga sólo genera mayor malestar. No solo porque podemos provocar un daño real a nuestro cuerpo, sino también porque inevitablemente nos invaden sentimientos de ansiedad y culpa por comer.

“Realmente me odio por lo que estoy haciendo. Tengo atracones uno tras otro y luego dejo de comer por días para compensar, y termino nuevamente con atracones, y no se como salir de esto. Mi vida gira alrededor de la comida, soy un fracaso en todo, estoy cada vez mas deprimida.”

Los trastornos del comer afectan también a los varones aunque en menor escala, porque la presión de esta estética particular esta mas dirigida hacia las mujeres. Cuando el peso disminuye mucho u oscila contantemente a causa de las dietas:

Nuestro cuerpo puede sufrir daños internos por la pérdida excesiva de peso y de las sustancias que el organismo necesita.

Podemos volvernos muy sensibles a temperaturas extremas.

Podemos sentirnos débiles y con muy poca resistencia para llevar el ritmo diario de nuestras actividades.

En el caso de las mujeres, el ciclo menstrual puede verse afectado.

Nuestro ritmo habitual de sueño puede verse perturbado.

Podemos sentirnos deprimidos o decaídos, o muy irritables y con cambios constantes en nuestro humor.

Los trastornos más comunes de la conducta alimentaria son: la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa y el comer compulsivo.

Los elementos más comunes a todos ellos, cuya presencia es imprescindible para su diagnóstico, son:

La preocupación extrema por el peso y la imagen corporal

Las prácticas reiterativas de control de peso.

La Anorexia Nerviosa

Esta forma de trastorno del comer es más común entre mujeres adolescentes o jóvenes en el umbral de la adultez, aunque puede afectar a personas de diferentes edades. También varones jóvenes parecen cada más propensos a sufrirla.

No debemos confundirnos y considerar a la anorexia nerviosa como una forma excesiva de delgadez y nada más. Es mucho más que eso.

Nuestra adolescencia es un memento de crecimiento y cambios. La vida puede parecernos amenazante y muy incierta. Podemos sentirnos presionados por exigencias y expectativas nuestras o de nuestros padres:

Intelectuales, porque tenemos que dar pasos que implican decisiones sobre nuestro futuro y enfrentarnos con pruebas importantes.

Emocionales, porque empezamos ciclos nuevos que nos llevan a una mayo autonomía e independencia de nuestras familias.

Sociales, porque elegimos nuestras amistades y somos elegidos, y eso implica otro tipo de compromiso y de riesgo a nivel afectivo.

Sexuales, porque cambia nuestro cupo y comienza la exploración y el descubrimiento de nuestras necesidades físicas en las relaciones cercanas.

No es fácil comprender lo que nos pasa, darse tiempo para transitarlo, pedir ayuda. Pero la comida parece como un área que creemos que podemos controlar. Empujar nuestros cuerpos al límite y sobrevivir cada día con menos alimento, nos produce una gran sensación de poder. Y resistir a los esfuerzos que hacen las personas cercas que se preocupan por lo poco que comemos, también aumenta nuestra sensación de estar en control de la situación.

“Me volví realmente engañosa: decía que acababa de comer o que iba a comer en otro lado, o que tenía dolor de estómago, de cabeza… decía que prefería quedarme en casa, y lo que me aterraba era ir a un lugar en que sabía que iba a haber comida… decía que no estaba o que no tenía ganas de hablar y lo que no quería era enfrentar a mis amigos preocupados por mi”.

Y lo más grave es que gradualmente la forma de verse a sí mismo se distorsiona: Aunque los demás nos dicen que estamos extremadamente flacos -incluso peligrosamente-, nosotros nos percibimos hinchados y gordos en algunas partes o todo el cuerpo, y una galletita extra o el mínimo aumento de peso nos lleva al pánico y a reforzar nuestra restricción, con el consiguiente aumento de riesgo de vida.

La Bulimia Nerviosa

Esta forma de trastorno del comer es menos evidente que la anorexia nerviosa, porque el aspecto exterior no se modifica tanto. Las persona que nos rodean puede no darse cuenta de nuestro malestar, porque presentamos no tener problemas para encarar la vida y solemos parecer felices y confiados cuando en verdad nos sentimos muy distinto.

Mientras estamos sufriendo de bulimia nerviosa, nos ponemos a menudo muy inseguros y tenemos mucho miedo de no alcanzar lo que se espera de nosotros. Eso nos vuelve más vulnerables en una etapa de incertidumbre y cambios.

“Siempre fui muy delgada, pero en segundo año empecé a engordar. Me habían cambiado de escuela, había problemas económicos en casa y de todo tipo, nadie tenía que darse cuente de lo mas que yo estaba, aunque yo no toleraba ni a mi familia, ni a mi cuerpo”.

A veces podemos necesitar desesperadamente ser aceptados por parte de los que nos rodean y empezamos a creer que si cambiamos nuestro cupo, vamos a lograrlo.

Cuando empezamos a manipular nuestro cuerpo, se distorsiona la función de alimentarse, y el comer puede empezar a presentarse como la única forma de satisfacer la ansiedad y de despejar las incertidumbres propias del momento de cambio. Al comenzar el día nos proponemos no comer nada para lograr la figura que será aceptada por todos, pero antes de terminarlo nos encontramos comiendo grandes cantidades de comida (generalmente en privado) para luego intentar deshacernos de ella vomitando o tomando laxantes, o haciendo ejercicio en forma excesiva, llenos de culpa y disgusto.

“No comía durante todo un día o tomaba yoghurt o una manzana y, por la noche, vaciaba la heladera. El tema de la comida ocupaba el 99% de mi tiempo y de mi mente. Me sentaba a estudiar, y pensaba: “¿que cenaré esta noche?” ¡Imposible concentrarme! Me iba pésimo en la Facu”.

La sensación es la de estar atrapado en un circuito infernal. No vemos la salida, nos sentimos avergonzados e involucrados en una forma caótica de vida. Cada vez nos apartamos mas de las otras personas, y ese aislamiento sólo nos confirma que somos indeseables y poco atractivos.

El comer compulsivo

Algunos de nosotros podemos encontrar difícil regular lo que comemos, sobre todo en las ocasiones en las que nos sentimos descolocados o bajo estrés. Nos volcamos a comer para aliviarnos de los sentimientos que nos perturban, comiendo tal vez grandes cantidades de comida de una vez, tengamos o no tengamos hambre.

“Después de terminar con mi novio, lo peor eran las noches. Me sentía tan vacía y sola. Comenzaba solo con un pequeño bocadillo, y luego continuaba sin parar hasta comer todo lo que encontraba.”

Después de un “atracón” como este lo más común es “decidir” comer controladamente, y comenzar con periodos de ingesta restringida para compensar el exceso anterior, que sólo van a conseguir llevarnos al próximo atracón.”

Comprendiendo los trastornos del comer

Podemos sentirnos inseguros de cómo afrontar cambios cuando un capitulo de nuestras vidas lleva a su fin, por ejemplo y tenemos que tomar decisiones importantes en cuanto al futuro o animarnos a encarar situaciones hasta ahora desconocidas.

O podemos sentirnos incómodos por expectativas de éxitos o lograr que son importante s para otras personas pero tal vez no para nosotros.

Las mujeres muchas veces se sienten obligadas a encajar en los roles que la sociedad les asigna, aún cuando no esté claro qué es exactamente lo que espera: ¿Objeto sexual o mujer?, ¿Profesional o ama de casa? Y encima parecer una modelo de revista…

Puede ser difícil darnos cuenta cuáles son nuestras propias necesidades y reconocer que es lo que realmente queremos.

El malestar también puede provenir de relaciones que son importantes para nosotros: por ejemplo, nuestra familia. Padres sobreprotectores que no nos dejan crecer, o situaciones de maltrato o violencia que nos llevan a sentirnos desvalorizados o inseguros.

Cualquiera sea la razón, el miedo a no ser capaz de afrontar situaciones o de ser sobrepasado por las mismas es experimentado por muchas de las personas que desarrollamos un trastorno de la conducta alimentaria.

Entonces puede darse que:

Nos volquemos a la comida para consolarnos, o para distraernos e lo que nos pasa

Nos pongamos a dieta para sentir que podemos controlar algo aunque será, ya que tenemos la sensación de que las cosas se nos van de las manos.

Utilicemos la comida como un “arma” para oponernos a los que nos quieren ayudar o como forma de afirmar nuestra personalidad.

El consuelo de comer o la satisfacción de lograr no comer parecen las únicas opciones disponibles. Sin embargo, no se trata de una verdadera solución, ya que precisamente es la mala alimentación -restrictiva o compulsiva- la que nos deja entrampados en un circuito repetitivo.

¿Que se puede hacer?

La situación que se genera a partir de entrar en una trastorno de la conducta alimentaria, hace que nos vayamos poniendo cada vez más rígidos en nuestras actitudes con la comida y se vuelve más y más difícil cambiar. A veces, incluso, no queremos cambiar porque no creemos que sea posible vivir la vida de otro modo.

“Es como si estuviera dividida: quiero mejorarme y aumentar de peso -una parte mía sabe que debe hacerlo- y al mismo tiempo haría cualquier cosa para evitarla próxima comida. ¡No sé si saldré de esto alguna vez!”

Se puede pedir ayuda para salir de esta situación, peor lo más importante es empezara hacer lago nosotros mismos. Aunque no estemos muy seguros de querer cambiar, vale la pena dar pequeños pasos para probar. El proceso es lento y hay que descubrir lo que a cada uno le ayuda.

Ejemplos:

Darse algunos gustos, mas allá de la comida: volver a hacer cosas que solía disfrutar y hace tiempo que no hace.

Dedicar parte del tiempo a hacer lo que uno quiere, a ver personas que uno quiere: hacer lo que le guste, no solo lo que otra gente quiere que haga.

Si en algún momento nos sentimos a gusto con nosotros mismos, habrá empezado el cambio porque la actitud de aceptarse como uno esta, y empezar de a poco con modificar las cosas, implica un verdadero progreso.

Habrá momentos mejores y momentos peores, es inevitable en situaciones de crisis sentir que volvemos para atrás, pero generalmente son fases pasajeras.

“Alguna gente fuma, otros toman cuando las cosas se ponen difíciles. Yo me descargo con la comida, se me hace dificilísimo mantener un ritmo ordenado cuando estoy estresada, pero estoy aprendiendo, ya lo voy a lograr.”

Y mientras eso ocurre, nuestras vidas comienzan a desfocalizarse de lo que comemos, de si nos vemos hinchados o si estamos de mal humor, y es fantástico: Empezamos a hacer cosas que nos dan satisfacción, volvemos a conectarnos con la gente y nos llenamos de alegría.

Consiguiendo ayuda

Suele ser muy difícil aceptar que nos pasa algo que necesitamos ayuda para afrontar el problema. Cuando más preocupados por nosotros están los que nos rodean mas nos presionan, y las propuestas que nos hacen suelen amenazar el frágil equilibrio que hemos tratado de mantener. Podemos sentirnos acorralados.

“¡Me sentía muy mal, mi vida era un desastre! ¡El dolor y el hambre eran insoportables, tenía mucho miedo! Me daba cuenta de que podía morirme… y sabía que necesitaba ayuda, alguien en quien confiar, alguien que entendiera lo que estaba sintiendo, pero no me animaba a abrirme y pedirla.”

Has distintas posibilidades de ayuda y niveles de tratamiento según las necesidades de cada persona.

Primero el cuidado del cuerpo

El primer paso debe ser siempre ponernos en manos de un médico general que pueda evaluar, a través de un completo chequeo médico, la situación clínica y los efectos que la mala alimentación nos ha causado.

Cuando el medico conoce este tipo de trastornos, puede ocuparse el mismo de la orientación nutricional.

De lo contrario, es aconsejable atenderse con algún especialista en nutrición, experimentado en la recuperación de personas con trastornos del comer, y en dar la orientación necesaria a nuestros padres o quienes van a ayudarnos.

Es importante tener muy claro este punto: esta comprobado que no existe terapia eficaz de los trastornos del comer en general, que no este acompañada de una renutricion pautada y del restablecimiento de hábitos correctos de alimentación. Por eso, los primero esfuerzos de todos deben estar puestos en que podamos volver a comer bien, eso va a influir no sólo en nuestro bienestar físico sino también en nuestro estado de ánimo.

Tratamiento psicológico

Es muy difícil vencer los miedos y sostener los cambios que van surgiendo durante nuestra recuperación sin un apoyo psicológico para nosotros y nuestra familia. Este apoyo puede abarcar formas de terapia individual, familiar y grupal.

Reunirnos con otra gente que ha pasado o esta pasando por dificultades similares a las nuestras puede ser de gran ayuda. De lo contrario, es muy fácil caer en el aislamiento y creer que uno es lo único en el mundo que se siente y actúa de esa manera. Ser parte de un grupo nos brinda una red de contención importante, nos da la posibilidad de compartir la experiencia sin culpa, sentirnos aceptados y comprendidos y ayudar a otros.

En las fases iniciales al tratamiento hay una clase de grupos llamados “psico-educativos” donde podemos sacarnos las duda y recibir información para responder preguntas como:

¿Por que desarrollé este problema?

¿Cómo puedo salir de esto?

¿Es posible comer y no engordar?

También se desarrolla el autoconocimiento y el descubrimiento de recursos personales para ir resolviendo los problemas propios de cada una.

“A mí el grupo psicoeducativo me sirvió para tener conocimiento de lo que era un trastorno del comer desde los ángulos. Saber por que te pasaba, tomar conciencia de los riesgos que corrías si no parabas. Y también, el aprendizaje de cómo ir saliendo, que podes hacer mientras todavía tenes atracones. Además me ayudó mucho estar con otras chicas que les pasaba los mismos que a mí. Compartir mis miedos y dudas con ellas me ayudó a salir.”

También hay grupos psicoterapeuticos donde podemos trabajar en la resolución de problemas personales o de relación con los demás como los que mencionamos al comienzo y que de no encararlos afectarían probablemente nuestra recuperación.

“… es que generalmente hay cosas mas allá de la comida. Uno no se da cuenta hasta que no para con el “rollos” del cuerpo o la comida que tapa todo. Cuando empezáis a estar bien con la comida, igual estas mal con otras cosas. En el grupo de terapia, puede trabajar sobre los atores externos que me ponían ansiosa y que me llevaban a comer aunque el cuerpo no me lo pidiera. Aprender como regularme para mi fue clave, porque tengo problemas reales, pero no es modo de resolverlos comiendo y vomitando.”

Algunos de nosotros podemos necesitar un apoyo individual para abordar estos mismos temas para nuestras familias se vuelve fundamental obtener orientación para manejar los problemas que se presentan durante el tratamiento: algunos pueden anteceder al comienzo del trastorno del comer, e incluso haber contribuido a producirlo; muchos son efecto de lidiar con una situación así durante tanto tiempo.

Medicación

La utilización de medicación puede resultar de utilidad en ciertas ocasiones para ayudarnos a atravesar momentos particularmente difíciles, a manejar ciertos síntomas insidiosos u otros problemas que pudieran estar relacionados con el trastorno del comer. La elección del fármaco adecuado depende de gran medida de cada persona y sólo puede ser formulada por el médico que es quién regula las dosis y la conveniencia de mantener, disminuir o suspender el uso.

La medicación no hace milagros ni puede reemplazar aquello que sólo sé lora cuando hay ganas de estar mejor, y por lo mismo es importante que sea parte de un programa terapéutico amplio.

Familiares y amigos

Como familiares o amigos podemos hacer mucho por alguien que esta sufriendo un trastorno de la conducta alimentaria, aunque al principio sea difícil imaginar la salida.

La preocupación por la salud de la persona que queremos nos puede llevar a presionarla demasiado para que acepte ayuda. Las confrontaciones se vuelven permanentes y lo único que logran es aumentar la resistencia. Es preciso tratar de entender que las conductas que nos parecen sin sentido o sumamente perturbadoras, son parte de otras dificultades más amplias de su vida, y se han vuelto para la persona que queremos, un modo de afrontarlas.

Es bastante normal como padres, familiares o amigos, sentirnos responsables, culpables, tristes y/o enojados. Pero recordemos que nadie “elige” tener un trastorno de la conducta alimentaria. Ninguna persona o acto ha sido “causante” de esto, y los que estamos cerca podemos colaborar mucho en el proceso de recuperación.

Es importante estar preparados porque no tos los procesos son iguales, y a menudo el cambio es lento y con oscilaciones.

Una persona con trastornos de la conducta alimentaria, aunque a veces parezca lo contrario, suelen tener muchos miedos de ser independiente y de asumir nuevas responsabilidades. Alentar la iniciativa, independencia y autonomía de la persona que queremos, darle confianza para que encuentre sus propios valores, ideales, y apoyarla en el desarrollo de sus proyectos, es parte fundamental del proceso de cambio. Pero también debemos cuidar que nuestra vida no gire exclusivamente en torno a la problemática de nuestro ser querido. Es necesario preocuparnos por nosotros mismos, mantener nuestros amigos e intereses, y encontrar tiempo para hacer lo que nos gusta. Y si vemos que nos resulta demasiado difícil, tenemos que recordar que podemos pedir ayuda y orientación para nosotros mismos.

“El camino de la recuperación implica un trabajo continuo y el trabajo sobre uno mismo es muy duro, pero vale la pena, porque todos los que sufrimos esta enfermedad dejamos de vivir y nos hacemos esclavas de una torta o una hamburguesa: ellas van a determinar nuestro humor cada día.

Ahora mientras recuerdo, pienso en todos esos años y me angustia darme cuenta de todo el tiempo que se me fue sin haber vivido, sufriendo (porque se sufre muchísimo), pero me consuela saber que encontré ayuda, que me encontré a mi misma, y que la salida es posible.”

Otras enfermedades relacionadas con la nutrición:

Anemia:


El nombre proviene del griego “sin sangre”- Enfermedad de la sangre caracterizada por una disminución anormal en el número de glóbulos rojos (eritrocitos o hematíes) o en su contenido de hemoglobina. Los hematíes son los encargados de transportar el oxígeno al resto del organismo, y los pacientes anémicos presentan un cuadro clínico causado por el déficit de oxígeno en los tejidos periféricos. La anemia puede deberse a: 1) defecto en la formación de glóbulos rojos, ocasionado por déficit de nutrientes, hormonas, enfermedades crónicas u otras situaciones; 2) excesiva destrucción de glóbulos rojos, habitualmente por determinadas enfermedades hereditarias, y 3) sangrado excesivo (traumático, quirúrgico, por hemorragia interna).

Los síntomas más comunes de la anemia son palidez, disnea, fatiga, astenia, falta de vitalidad, mareos y molestias gástricas. La anemia más frecuente es la ferropénica, por déficit de hierro, elemento esencial para la fabricación de glóbulos rojos; se produce cuando aumentan las demandas de hierro del organismo para otras funciones, como en la infancia, adolescencia y gestación, o cuando existe un déficit de hierro en la ingesta. La anemia perniciosa se produce por un déficit de vitamina B12, esencial para la fabricación de hematíes, habitualmente por defectos de absorción intestinal de la B12 en mayores de cuarenta años, a veces por carencias alimenticias. La anemia de células falciformes se debe a un defecto hereditario en la síntesis de hemoglobina.

Raquitismo

Enfermedad producida por déficit nutricional, caracterizada por deformidades esqueléticas. El raquitismo está causado por un descenso de la mineralización de los huesos y cartílagos debido a niveles bajos de calcio y fósforo en la sangre. La vitamina D es esencial para el mantenimiento de unos niveles normales de calcio y fósforo. El raquitismo clásico, enfermedad carencial de la infancia caracterizada por desarrollo inadecuado o fragilización de los huesos, está producido por una cantidad insuficiente de vitamina D en la dieta, o por ciertas enfermedades que impiden la asimilación de las sales de calcio. En adultos, la deficiencia de vitamina D se manifiesta como osteomalacia (reblandecimiento de los huesos), trastorno debido a la mineralización inadecuada del hueso. El tipo de deformidad esquelética depende en gran medida de la edad del niño cuando se produce la deficiencia de vitamina D. En general, se deforman los tobillos y las muñecas y aparecen abultamientos en las costillas formando el llamado rosario raquítico; la cabeza se agranda y el tórax se estrecha. Un niño que todavía no ha aprendido a andar desarrolla deformidades vertebrales, mientras que un niño que ya anda las desarrolla en las piernas.

Bocio

Enfermedad de la glándula tiroides caracterizada por un aumento de su tamaño que se visualiza externamente como una inflamación en la cara anterior del cuello. El bocio simple se caracteriza por un aumento global de la glándula, o de uno de sus lóbulos, que suele estar causado por un déficit dietético de yodo. La aparición de la enfermedad es más frecuente en adolescentes. La administración de yodo, o de tiroxina, la hormona que contiene yodo, previene de forma eficaz la enfermedad. Las medidas de salud pública, que incluyen la adición de yodo a los suministros de agua o a la sal de mesa, han ayudado a reducir la incidencia de bocio simple en determinadas zonas.

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