El déficit de agua de forma controlada puede beneficiar la calidad de la vid, pero los expertos advierten que los excesos agotan las reservas de la planta, amenazando la sustentabilidad de la producción. Por otra parte, éste será un año de poca agua, pero descartan la emergencia hidrológica.
Una práctica de uso racional del agua que nació en los años 80 en zonas como California (EEUU) y Australia, aplicada particularmente a plantaciones de frutales durante los últimos 15 años, ha sido muy utilizada en viñedos, con resultados nada parejos. Se trata del estrés hídrico, un manejo controlado del agua para que la planta, en teoría, mejore su calidad.
Jorge Pérez Peña, ingeniero agrónomo a cargo del Laboratorio de Ecofisiología y Riego de la vid del INTA, explica que el estrés hídrico aplicado de forma racional sirve para mejorar la calidad. Sin embargo, admite que en los últimos años "se aplicó indiscriminadamente".
De forma excesiva, este manejo perjudica a la vid y agota las reservas que son importantes para la rotación del año siguiente, lo que puede atentar contra la sustentabilidad de la producción.
"El punto justo todavía se está estudiando, tanto aquí como en otros países. A pesar de que hace algunos años se viene trabajando en el tema, los resultados dependen de la variedad y del lugar, porque hay muchas diferencias de lo que se obtiene en cada clima y cada tipo de suelo. La forma de riego, el rendimiento que tiene el viñedo y el sistema de conducción, influyen en los resultados", aclara.
El déficit hídrico, además de lograr un uso racional del agua, se usa como una herramienta para manipular la composición química de la uva, lo cual va a influir en el vino que obtenga el enólogo. Es, concretamente, manipular la calidad de la uva.
Forma de trabajo
Pérez Peña asegura que el estrés hídrico bien manejado es beneficioso para variedades como Malbec y Cabernet Sauvignon, hasta ahora las más estudiadas en Mendoza. "Hemos visto buenos resultados, aplicando los déficits durante el desarrollo de la uva, antes del envero e incluso hasta la cosecha". Cabe aclarar que el déficit hídrico no implica que la planta se quede sin agua.
"Se va aplicando menos agua, siempre de forma controlada. Se va midiendo el estado hídrico de la planta, su crecimiento y el contenido de agua del suelo. Por otro lado, por medio de las estaciones agrometeorológicas, se van midiendo las condiciones de demanda, cuánto le pide el ambiente a la planta en términos de transpiración, además del agua. Para trabajar de esta forma, hacemos muestreos en cada cuartel y vamos siguiendo estos puntos de decisión para el resto de la finca", detalla el ingeniero.
Cuando el trabajo está bien logrado se consigue mejorar el color de la uva y una mayor concentración de compuestos polifenólicos, muchos de ellos responsables de la calidad. Algunos de esos compuestos están relacionados con la forma en que reacciona la planta a condiciones adversas.
"Lo que uno le genera a la planta es adversidad. Pero esta adversidad debe ser justa. Es como una persona, rinde mejor bajo cierta presión, pero si es mucha la presión, se derrumba", ejemplifica Pérez Peña.
La metáfora se aplica al mal uso del estrés hídrico, que hace desaparecer a los hidratos de carbono que la planta ha ido acumulando durante toda su vida, que son sus reservas para la brotación del año siguiente.
Este deterioro tarda mucho tiempo en recuperarse.
Riego, conducción y producción
El riego por manto es uno de los sistemas menos utilizados para el déficit hídrico regulado. "Se puede usar pero es más difícil. Los mejores son los sistemas de riego presurizado, es decir, goteo, aspersión y micropresión", dice Pérez Peña.
En cuanto a la producción, los déficits se hacen solamente en viñedos de 6 a 7 años en adelante, en plena producción. El uso tiene que ver también con la superficie foliar: ésta será diferente acorde al sistema de conducción. En el caso de los espalderos, hay mucha sombra, mientras que el parral recibe sol en casi la totalidad de su superficie foliar. Este factor también determina la cantidad de agua que la planta necesita.
"Los gerentes de finca han empezado a notar la caída de los viñedos, volviendo hacia atrás en esa práctica. Hoy están tratando de aplicarla con mayor base de experiencia local, porque no se pueden tomar recetas externas para esto.
El déficit regulado de riego implica que se debe saber cómo aplicarlo de forma controlada para obtener los beneficios en la calidad. Tenemos ensayos fuera de INTA con parcelas sometidas a distintas estrategias desde hace más de tres años y vamos evaluando la calidad de cada una", finaliza Jorge Pérez Peña.
*Esta nota fue publicada en el suplemento Fincas de diario Los Andes
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