martes, 24 de marzo de 2009

El vino y las religiones parte I

Diversos autores coinciden en que la vitis vinífera empezó a cultivarse entre cinco mil y ocho mil años antes de Cristo en territorios que forman parte hoy de Irak, Siria, Irán, la antigua Unión Soviética y Turquía. Es decir el Asia Menor y la zona llamada Transcaucasia, en la región montañosa entre el mar Negro y el mar Caspio.


Igual consenso existe al explicar la rápida difusión de la vitivinicultura: el impulso religioso.En las mismas regiones donde se había desarrollado el culto a una diosa madre (Gea, Ga-tum-Dug, Bau, Inanna, Kis, Geshtin, precursoras de Astarté y Diana), el cultivo de la vid y su vinificación produjo una revolución religiosa. En pueblos eminentemente agrícolas, el ciclo vegetativo de la parra y su conversión en néctar vital aportó una nueva explicación del cosmos: tras la muerte de un ser primigenio o dios, su cuerpo asesinado y descuartizado acabaría originando el mundo existente.


La gran metáfora de la vid fue la base de concepciones religiosas que prevalecieron en el Cercano Oriente, cuna de la civilización. Su aparente “muerte” en el invierno para “resucitar” espectacularmente en la primavera es el símbolo perfecto de la muerte y renacimiento del dios, que completa el ciclo agrícola. De ese modo el vino y otros productos de la vida pasaron a simbolizar la vida que subyace en la muerte de la planta, que sobrevive al sueño otoñal. Por eso, nada mejor que el vino, que embriaga y eleva, para establecer el contacto de los hombres con la divinidad y afianzar las relaciones y la intimidad entre los seres humanos, en vinculación con la fertilidad.


Estas ideas religiosas aparecen con ligeras variantes en los cultos mesopotámicos y cananeos durante el florecimiento de los imperios sumerio, hitita, acadio, asirio, babilónico. Se extienden incluso a la India, personificadas en la diosa Soma. En el tercer milenio antes de Cristo, los templos de ciudades como Lagash y Ur (ésta última de suma importancia por ser origen del patriarca Abraham, a quien se atribuye el nacimiento del pueblo hebreo) se encontraban rodeados de pequeños viñedos, aunque la mayor parte del vino que se bebía en Sumeria procedía de las regiones montañosas del este, porque la región sumeria no ofrecía las mejores condiciones para la vitis vinifera.


En el antiguo poema de Gilgamesh (segundo milenio antes de Cristo), leyenda cosmogónica sumeria, el héroe Gilgamesh va en pos del secreto de la vida eterna en manos de Utanapishtim. En su viaje conoce a Siduri, mujer dedicada a hacer vino en Dilmun, cuya ubicación según investigaciones debió haber estado en Irán, a orillas del golfo, simbolizando la posible cuna de la viticultura. Hay al menos otras dos menciones al vino en el poema, todas estableciendo un nexo entre los conceptos de religión, civilización y fertilidad.


Mil años después, hacia el 1,700 antes de Cristo, el código de Hammurabi permite conocer el uso eminentemente religioso del vino, tan estricto que establece una prohibición bajo pena de muerte para quienes expendiesen vino por razones profanas. Para ese uso no sacro existía la cerveza. En la cultura egipcia, el vino también adquirió, por influencia mesopotámica, el carácter ritual relacionado a la muerte y a la fertilidad. Aunque no hay una deidad propia de la vid, sin embargo, la transformación de Osiris de un dios de la naturaleza a un dios de los muertos señala la asociación esencial entre el ciclo agrícola como símbolo del ciclo de la vida que renace constantemente. Por eso Osiris aparece también representando a la uva y posteriormente se le identificaría con los dioses griegos Hades (Muerte) y Dionisos.


Las pinturas funerarias y los papiros indican esta identidad, en libaciones (derramamiento de vino sobre el altar) y ofrendas fúnebres. En Egipto, donde la muerte fue una celebración tan cercana a la vida, el vino adquirió gran importancia, como aparece en la escena del banquete de la tumba de Nebamun en Tebas (1450 antes de Cristo). Sin embargo, aquellos banquetes podían indicar también cierta tensión erótica que se expresaría posteriormente en la religión griega y romana.


Si bien Egipto producía parte de sus vinos, la mayoría procedía principalmente de Palestina, Siria, y Anatolia, donde para el 1000 antes de Cristo son frecuentes las evidencias de la estrecha relación entre los cultos religiosos y el fruto de la vid.Cerca de Tarso, en la ciudad de Ivriz (hoy Turquía), se descubrió el bajorrelieve de una deidad adornada de una vid, mientras que en la famosa estela de Maras aparece la imagen de un dios sosteniendo en una mano un racimo de uvas mientras que con la otra abraza a una diosa que sujeta un espejo. He ahí de nuevo la conexión fertilidad, vida-muerte y agricultura que más tarde se extenderá a Occidente.

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