miércoles, 21 de enero de 2009

La historia del vino en Argentina - tercera parte


A partir de abril de 1991 las fronteras dé la Argentina se abrieron para los productores, y cuando en 1992 se comenzó a importar bienes de capital con arancel cero, algunas bodegas iniciaron su modernización.

Esta etapa se caracterizó por la importación de acero inoxidable para reemplazar las piletas de hormigón; el uso de barricas de roble fabricadas en Francia (90%) o Estados Unidos (10%); y la compra de nuevas líneas de embotellado y etiquetado, principalmente desde Italia.

A la vez, los intercambios de profesionales como enólogos o ingenieros agrónomos con distintos países vitivinícolas del mundo comenzaron a generar una conciencia de modernizar y adecuar la oferta de vinos.

Esa necesidad fue comprobándose también a lo largo de distintas ferias, como la más importante de todas, la Vinexpo, que se realiza cada dos años en Bordeaux y donde los mejores vinos argentinos comenzaron a ganar premios y ser noticia.

En los últimos tiempos, y a pesar de la difícil situación económica del país, el sector vitivinícola argentino en su totalidad, desde la base agrícola hasta el consumidor final, viene experimentando un desarrollo tan explosivo como positivo en todos los aspectos: técnico, comercial, productivo, de difusión y de conocimiento, tanto doméstico como internacional.

Esa explosión se evidencia en el entusiasmo colectivo del público por conocer variedades y distinguirlas, visitar las zonas de producción, ser recibido en las bodegas, probar los vinos "in situ", charlar con los enólogos, caminar por parrales y viñas.

El desarrollo y la promoción de los "Caminos del vino" ha sido apoyado por la difusión del agroturismo en general.

En la faz comercial, se observan el cuidado y la atención con los cuales los supermercados exhiben los vinos, con clasificaciones adecuadas.
Coincidentemente aparecieron las vinerías que ofrecen las líneas de vinos más selectas y caras con muy profesional asesoramiento.

Como para complementar el panorama fue surgiendo una significativa cantidad de publicaciones especializadas: libros, guías, revistas, etc., con un extenso y completo material descriptivo y continuamente actualizado.
Muchas instituciones públicas y privadas ofrecen, a lo largo y ancho del país, cursos de degustación y conocimiento del vino más o menos avanzado, con apoyo y material suministrado por las bodegas.
Desde entonces, los vinos argentinos comienzan a estar presentes en restaurantes y vinotecas ubicadas en ciudades como Nueva York, Londres, Paris y Madrid. Los cepajes argentinos adquieren personalidad propia a causa del excelente clima y suelo, entre otros factores donde se los cultiva. Además, las bodegas instaladas en el país adquieren renombre internacional y muchas de ellas se presentan en certámenes y ferias internacionales, recibiendo lauros y premios destacados. Finalmente comienza a crecer la exportación, llegando vinos finos argentinos a países como Gran Bretaña, Francia, España, Italia, Suecia, Noruega, Dinamarca, Alemania, Portugal, Turquía, Estados Unidos y Canadá, entre otros.
Al carecer algunas bodegas de recursos propios para lograr una efectiva expansión en los nuevos mercados, se incentivaron las alianzas con grupos financieros extranjeros que descubren en la industria del vino una efectiva fuente de rentabilidad. Actualmente la zona vitivinícola argentina se extiende desde el norte de Cafayate en Salta (Región Noroeste) hasta el sur en el alto valle de Río Negro (Región Patagónica Andina) y desde la majestuosa cordillera andina en el este hasta los valles del oeste de Mendoza (Región Cuyo).

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